Los Bayo, los primeros hermanos famosos de Gimnasia
El baúl de los recuerdos. Mucho antes del nacimiento de los mellizos Barros Schelotto, los triperos tuvieron a Diego y Francisco Bayo, símbolos del gran equipo de 1962.
A principios de la década del 90 y en los años siguientes todos hablaban de Guillermo y Gustavo Barros Schelotto. Los mellizos, tan polémicos como excelentes jugadores, fueron las estrellas de Gimnasia y Esgrima La Plata de esos tiempos Sin embargo, mucho antes surgieron Daniel y Diego Bayo, los primeros hermanos que se destacaron con la camiseta tripera y fueron puntales del gran equipo de 1962.
Sí, los Barros Schelotto surgieron con una fuerza inusitada. Guillermo debutó en 1991 y Gustavo doce meses más tarde. Se hicieron notar por sus condiciones futbolísticas y por sus provocaciones a los rivales. Se pasaban de pícaros, pero jugaban bárbaro. Guille sobresalía por la habilidad con la que se abría paso por la punta derecha del ataque de Gimnasia. Su hermano se destacaba por sus dotes de conductor, ya que en sus comienzos era enganche. Juntos ganaron con El Lobo la Copa Centenario en 1993.
En los años 50 y 60, el apellido Bayo también fue sinónimo de Gimnasia. Diego y Daniel se convirtieron en piezas vitales del elenco platense. Y en 1962 fueron decisivos en una campaña histórica. En una época en la que los equipos que no eran parte del selecto grupo de cinco grandes parecían no tener derecho a soñar en grande, el conjunto tripero se atrevió a pelear por el título nada y nada menos que contra Boca y River. Una seguidilla de nueve triunfos consecutivos lo depositó en la cima de la tabla, pero un par de inoportunas derrotas lo relegó finalmente a un meritorio tercer puesto.
Guillermo y Gustavo Barros Schelotto se hicieron notar en Gimnasia a comienzos de la década del 90.
“Lo que pasó fue muy simple. El plantel de Gimnasia era muy escaso. Tenía 14-15 jugadores con la posibilidad de jugar y absorber la responsabilidad que supone ir primero con un equipo chico y mientras estuvo (como técnico Adolfo) Pedernera se soportó. Gimnasia estuvo toda una rueda sin perder y en ese momento estuvo nueve partidos seguidos triunfando. (…) El Lobo no salió campeón porque no tenía suplentes. Nada más que por eso. No aguantamos los 30 partidos que nos tocaba jugar con los mismos jugadores”. Daniel Bayo reveló en el libro La Máquina – Una leyenda del fútbol (librofutbol.com, 2021) las razones por las cuales ese notable equipo se quedó con las manos vacías.
La formación que salía a escena con Carlos Minoian; Walter Davoine, Pedro Galeano, Domingo Lejona, José Marinovich; Daniel Bayo, Eliseo Prado; Luis Ciaccia, Alfredo Hugo Rojas, Diego Bayo y Oscar Gómez Sánchez cosechó triunfos inolvidables. Venció 2-0 a River en el estadio Monumental, 3-1 a Racing en Avellaneda, 2-0 a Boca en El Bosque, 2-0 a Estudiantes como visitante y 1-0 a San Lorenzo. No le alcanzó.
Era un equipo muy fuerte, que jugaba con determinación y con insaciable voracidad ofensiva. Como un Lobo que se precie de tal. Lo había diseñado el entrenador uruguayo Enrique Fernández Viola y terminó la obra un sabio del fútbol como Adolfo Pedernera. Antes de arrancar el campeonato había empatado nada más y nada menos que con el Santos de Pelé y Daniel Bayo se había lucido sin dejarle tocar la pelota a O´Rei.
El notable equipo con el que El Lobo fue gran protagonista del torneo de 1962.
Daniel -el menor- y Diego Bayo fueron dos pilares fundamentales de esa gesta. El más chico se caracterizaba por la dinámica y por la garra para la marca en la mitad de la cancha; el mayor se afirmó como referente en la ofensiva por la potencia y la precisión de sus remates. Uno personificaba el sacrificio, el otro constituía la viva representación del gol. Por más que el tiempo haya transcurrido, siguen siendo parte del patrimonio histórico del Lobo.
PACO, UN GOLEADOR TEMIBLE
Nacido el 25 de mayo de 1936, Diego Francisco Bayo era Paco para los viejos hinchas de Gimnasia. La familia vivía cerca del Bosque, por lo que no podía llamar la atención que su corazón se entregara rápidamente a los colores del club. Recorrió las divisiones inferiores hasta que muy joven, a los 19 años, se le presentó la oportunidad para debutar en Primera.
El 23 de mayo de 1955, por la 22ª fecha del torneo, apareció en el ataque tripero en reemplazo de Alfredo Martínez. Francisco Gerónimo; Ángel Ambrosi, Enrique Olivero; Ángel Schandlein, Héctor Cortiñas, Rodolfo Smargiassi; Luis Pentrelli, Mario Papa, Francisco Loiácono, Bayo y Héctor Barci perdieron ese día 3-1 con Ferro en La Plata. Le tomó un año regresar al equipo titular, pero cuando llegó, lo hizo para quedarse.
A Diego Bayo no le tomó demasiado tiempo consagrarse como un eficiente goleador.
El 27 de mayo del 56 estuvo en la caída por 2-0 a manos de River y una semana más tarde, el 7 de junio, marcó sus primeros goles: dos violentos remates que superaron la resistencia del arquero Luis Masuelli abrieron el camino para la victoria por 3-2 sobre Newell´s. Poco después anotó en el triunfo por 3-1 contra San Lorenzo, gritó una vez en cada uno los dos empates 2-2 con Tigre, en un par de ocasiones para definir un 4-3 en la visita a Vélez y descontó en la caída por 4-1 a manos de Chacarita.
Casi todos esas conquistas nacieron de la fuerza de su remate, una cualidad que de un día para el otro se volvió famosa para los simpatizantes. Un año después su protagonismo fue todavía mayor, pues festejó 17 goles en 25 partidos y se encumbró como principal argumento en la ofensiva del equipo. Uno de sus desempeños más recordados se dio en el 3-3 con Argentinos Juniors, en el que se despachó con los tres tantos y todos fueron de cabeza, otra de sus virtudes.
También tuvo una destacada labor en 1958, con 13 tantos en 27 encuentros. Certeros tiros libres, peligrosos remates de larga distancia, buena puntería en los penales y cabezazos inapelables no hacían más que encumbrar a Paco Bayo como una promisoria figura, al punto que muy pronto surgió el interés del Celta español para contratarlo. No era tan común que un futbolista de Gimnasia llamara la atención en el exterior, pero a fines de esa temporada el mayor de los hermanos armó las valijas y partió hacia Vigo.
Además de por sus podersos remates, Paco se destacó por la peligrosidad de sus cabezazos.
Celta había apostado fuerte por el fútbol argentino para afrontar la campaña 1958/59. En realidad, los gallegos intentaban una jugada desesperada para dejar atrás una grave crisis que amenazaba su permanencia en Primera División. Además de la contratación de Bayo, sumaron a sus filas al Tanque Alfredo Hugo Rojas, que acababa de cumplir una eficiente faena goleadora en Lanús, y al rosarino Raúl Justo Gómez, procedente del Granate después de haber pasado por Central y River.
Rojas, que en 1962 fue el máximo goleador en la excelente campaña de Gimnasia, apenas aportó un tanto en siete partidos, Gómez jugó tres veces y Bayo reunió dos conquistas en 11 encuentros. Nada bastó para evitar que Celta perdiera la categoría a mediados de 1959. El Tanque emigró inmediatamente a Betis y El Tubo -tal como llamaban al atacante rosarino- se probó sin éxito en Barcelona. Solo Paco permaneció en la institución para afrontar el desafío que imponía el torneo de Segunda División en España.
Anduvo bastante bien en la temporada 1959/60 (diez goles en 14 partidos) y Celta luchó por el ascenso, pero terminó perdiendo las finales por la promoción con Valladolid. El empate 2-2 en suelo gallego y la derrota por 5-0 como visitante sentenció la suerte del equipo. Un año más tarde, otra vez los de Vigo fracasaron y debieron permanecer en Segunda. Bayo, el jugador mejor pago del plantel, volvió a destacarse con nueve tantos en 21 presentaciones. Antes el final del torneo, recibió una oferta de Gimnasia y decidió regresar al club que sentía como su casa.
El mayor de los hermanos actuó tres temporadas en Celta.
SACRIFICIO Y GARRA
Al retornar, en 1961, Diego se encontró con su hermano Daniel, quien ya llevaba un año en el mediocampo tripero. Daniel, en realidad Carlos Daniel, había nacido 25 de octubre de 1940. Le gustaba el fútbol y se pasaba los días en los potreros, pero no se veía como profesional. A pesar de eso, siguió los pasos de Paco e ingresó en las divisiones inferiores de Gimnasia. Escaló y llegó a la Tercera División. Así y todo, seguía sin imaginar a otro Bayo en Primera.
El destino, caprichoso, tenía sus propios planes. Daniel, que había comenzado como delantero, se hizo un lugar en el mediocampo tripero. Natalio Sivo, el número 5 titular, sufrió un insólito accidente en un entrenamiento y al menor de los Bayo se le abrió de par en par una puerta que jamás había mirado con atención. El mediocampista con pasado en Racing se lesionó una rodilla al ser atropellado por un compañero que dejaba la práctica en su auto. La oportunidad, inesperada, dijo presente.
Carlos Aldabe, un exzaguero de Platense, Independiente y Quilmes que en Colombia había compartido el plantel de Millonarios con Pedernera, era el técnico de la Primera. No conocía a Daniel, pero le dijeron que era el volante central de la Tercera y lo citó para el partido contra Vélez en El Bosque. En el triunfo por 1-0 del 13 de noviembre de 1960, Gimnasia formó con Francisco Gerónimo; Antonio Arena, Galeano, Julio Novarini, Marinovich; Prado (fue el autor del gol), Daniel Bayo; Juan Risso, Eduardo Domínguez, Urbano Reynoso y Ciaccia.
A partir de 1961, Daniel y Diego Bayo empezaron a jugar juntos en el conjunto mensana.
Sivo estuvo listo para volver a la semana siguiente. Cacho Aldabe había quedado satisfecho con la actuación del debutante y optó por meter mano en el equipo. Bayo permaneció en el medio y el exRacing pasó a la defensa. El torneo finalizó con ese rubio metedor y sacrificado como pieza inamovible en el centro del campo y, tras completar sus primeros cuatro partidos, estaba listo para comenzar el torneo del 61 en la alineación titular, pero ya no iba a ser el único miembro de su familia en Gimnasia.
Diego y Daniel compartieron la formación mensana que el 16 de abril del 61 apabulló 7-1 a Ferro con tres goles del retornado Paco, quien jugó como si nunca se hubiese alejado de La Plata. Su poder de definición estaba intacto y a su lado tenía a un 5 de 20 años que dejaba el alma en cada pelota para que él pudiera lucir la potencia de su remate. Gerónimo; Davoine, Galeano, Néstor Isella, Arena; Prado, Daniel Bayo; Ciaccia, Ricardo Infante, Diego Bayo y el peruano Gómez Sánchez actuaron en esa ocasión.
Los Bayo no faltaban a ningún partido de un Gimnasia de tranco irregular en el torneo. Daniel cortaba todo lo que pasaba cerca y Diego hacía goles, muchos goles. Como el que permitió el triunfo por 1-0 sobre River en El Monumental. El mediocampista, por su parte, a veces dejaba que su temperamento ganara la partida, como cuando se fue expulsado por intercambiar agresiones con Luis Suárez, delantero de Independiente.
Diego sobresalía por su condición de goleador; Daniel aportaba marca y sacrificio en la mitad de la cancha.
Paco brilló con tres goles en un 3-1 contra Argentinos. No siempre una producción tan impactante servía para ganar, por lo que su triplete frente a Chacarita no impidió la caída por 5-3 en La Plata. Él también corría el riesgo de excederse con la vehemencia y dejar la cancha antes de tiempo, algo que ocurrió en un duro traspié por 4-1 con San Lorenzo. Más allá de ese detalle, el mayor de los Bayo cerró la campaña con 19 goles, seis menos que el mejor anotador del año, José Francisco Sanfilippo, del Ciclón.
El repertorio de Daniel no se limitaba a correr y marcar. También solía meter buenos pelotazos para los hombres de avanzada. Y, cuando se le presentaba la oportunidad, se las ingeniaba para hacer goles. El primero de su carrera lo marcó con un disparo de larga distancia a los 30 segundos del duelo con Estudiantes. Su hermano lo imitó con el segundo tanto en un partido que finalizó 4-3 para los triperos.
En 1961 el campeón fue Racing. Con una sobresaliente actuación del Loco Oreste Osmar Corbatta, La Academia relegó por siete puntos a San Lorenzo. Una semana después de haberse asegurado el título, justamente con una victoria sobre los azulgranas con tres conquistas de su espectacular puntero derecho, le tocó medirse con Gimnasia, que habitaba la mitad de la tabla. En los cálculos previos, los albicelestes asomaban como favoritos para quedarse con los dos puntos, pero ese día la lógica perdió con la imprevisibilidad que caracteriza al fútbol.
Los Bayo se volvieron muy populares y saltaron a las portadas de las revistas.
Ya sin la presión de luchar por la primera posición, Racing se pareció poco al conjunto demoledor que llevaba 13 partidos sin derrotas y había tropezado una vez en 28 fechas. Gimnasia lo sepultó bajo una montaña de goles: le ganó 8-1. La figura de la cancha fue el delantero Hugo Carro, autor de cuatro tantos, pero los Bayo hicieron su parte. Daniel venció al arquero Osvaldo Negri con un remate de larga distancia y Diego contribuyó con dos festejos al triunfo del equipo que ya estaba al mando del uruguayo Fernández Viola.
LOBO ESTÁ
El tramo final del torneo se percibía auspicioso para el futuro del equipo. Fernández Viola le había encontrado la vuelta a Gimnasia y el amanecer de 1962 confirmó esa presunción. El 9 de febrero pasó por La Plata el Santos, de Brasil, que en esa época recorría el mundo y despertaba la admiración en cuanto sitio desplegara su fútbol encantador. Pelé, entronizado como O´Rei después del título obtenido con el seleccionado de su país en Suecia 1958, era un espectáculo aparte y, a su alrededor, giraban jugadores de excelentes condiciones.
Santos se convirtió en un asiduo visitante de la Argentina. Todo empezó en 1961 con una victoria sobre Racing por 4-2 en la cancha de Huracán y continuó con un empate 1-1 con Newell´s en el Parque de la Independencia. El 3 de febrero del año siguiente aplastó 8-3 a La Academia en Avellaneda y el 6 perdió 2-1 con River en El Monumental. Tres días más tarde, se trasladó al Bosque platense para vérselas con Gimnasia.
Daniel no le dejó tocar la pelota a Pelé en un amistoso disputado en los primeros meses de 1962.
Los triperos aprovecharon la ocasión para celebrar el 75º aniversario de su fundación y para homenajear al equipo que había ganado el título amateur de 1929. José María Minella y Francisco Varallo, integrantes del elenco campeón, fueron las grandes atracciones de esa noche de viernes. Eso pasó hasta que la pelota empezó a rodar en la cancha de 60 y 118. Lo que sucedió en esos 90 minutos de acción contribuyó a que el festejo fuera completo.
Se esperaba disfrutar las maravillas de Pelé, su socio goleador Coutinho y del puntero izquierdo Pepe, entre otros. Contra todos los pronósticos, las miradas se posaron sobre los hombres de Fernández Viola. Daniel Bayo se lució con una tarea implacable. No le dejó tocar la pelota a Pelé y, por si fuera poco, hasta le tiró un caño al por entonces mejor jugador del planeta. La otra gran figura fue el uruguayo Julio César Cortés, quien vistió por primera y única vez la camiseta mensana y abrió la cuenta a los seis minutos del período inicial.
También fue importante la tarea de Minoian, quien le atajó un penal a Pepe. El delantero tomó el rebote y estableció la igualdad transitoria. En el segundo tiempo, Prado volvió a desnivelar el marcador y Mengalvio selló el 2-2 definitivo. Gimnasia vivió una velada inolvidable y se ilusionó con hacer un buen torneo, más allá de que no pudo concretar la incorporación de Cortés.
Luis Ciaccia, Héctor Antonio, Alfredo Rojas, Diego Bayo y Oscar Gómez Sánchez, delanteros del Lobo de 1962.
Para encarar el certamen, Gimnasia había contratado al Tanque Rojas, excompañero de Diego Bayo en Celta, y al Cochero Héctor Edelmiro Antonio, que había desarrollado una larga carrera con la camiseta de Estudiantes, el tradicional rival del Lobo en La Plata. Se trataba de dos refuerzos que revitalizaban la ofensiva que integraban Ciaccia, Prado, Paco y Gómez Sánchez. Al mismo tiempo, aumentaban las alternativas de Fernández Viola en un plantel bastante reducido. Solo los equipos grandes se daban el lujo de contratar jugadores a granel.
Al cabo de siete fechas de un andar muy irregular -y con una derrota como local en el clásico contra Estudiantes-, el entrenador uruguayo dejó el cargo y fue reemplazado interinamente por Prado, el futbolista más experimentado. Había sido parte de La Maquinita, una productiva delantera que había llevado a River a conseguir los títulos de 1952 (ese año también ganó la Copa Ibarguren), 1953, 1955, 1956 y 1957.
La gestión de Prado arrojó una victoria por 2-1 sobre Chacarita con goles de los hermanos Bayo. Daniel aportó el empate transitorio -los funebreros ganaban con un tanto de Eduardo Restivo- luego de recibir un pase justamente del DT interino, quien desde adentro de la cancha dirigió al equipo. Diego, por su parte, cerró la cuenta con una chilena tras un cabezazo del Tanque Rojas. A la semana siguiente, debutó como entrenador Pedernera y Gimnasia apareció en todo su esplendor.
La caricatura de Julio César Trouet que definió para siempre la identidad de Gimnasia.
El equipo se convirtió en un auténtico lobo feroz. De hecho, los hinchas se rindieron y aceptaron el apodo de Lobo para Gimnasia a partir de esa campaña a las órdenes de Pedernera. Entendieron, por fin, la idea que en 1953 llevó a Julio César Trouet, dibujante del diario El Día, a presentar en sociedad una caricatura de ese mamífero asociada al Bosque en el que se enclavaba la cancha del elenco mensana. Sí, por fin, el público podía decir “¡Lobo está!”.
Gimnasia lanzó un aullido feroz que lo encaramó en la lucha por el título. Asombró a propios y extraños con un invicto de 16 fechas que incluyó nueve victorias consecutivas: 2-0 a River en Núñez, 3-1 a Racing en Avellaneda, 5-2 a Ferro, 2-0 a Argentinos como visitante, 1-0 a Huracán, 2-0 a Quilmes lejos de La Plata, 2-0 a Boca, 2-0 a Estudiantes en 57 y 1 y 3-1 a Chacarita. De la 22ª jornada a la 26ª estuvo en lo más alto de la tabla, con xeneizes y millonarios como principales rivales.
Uno de esos triunfos brindó una anécdota de esas que permanecen en la memoria popular por los siglos de los siglos. Se disputaba el 17º capítulo del torneo y Gimnasia visitaba a Racing. La Academia se puso en ventaja con un gol del Marqués Rubén Sosa, pero los platenses se recuperaron y ganaron 3-1 con dos tantos de Rojas y uno de Diego Bayo, de penal. La victoria, que era importante porque alimentaba las pretensiones triperas, arrojó un hecho insólito.
Desde atrás, Diego Bayo observa un ataque tripero en uno de los clásicos contra Estudiantes en el 62.
El Loco Ciaccia, un habilidoso puntero derecho que a veces incurría en travesuras que a Pedernera le costaba disculpar, hizo de las suyas. Se sacó de encima a varios defensores albicelestes y también esquivó al arquero Osvaldo Negri. Llegó a la línea de gol, se sentó arriba de la pelota y cuando los defensores intentaron impedir que anotara, encaró en sentido contrario. Hacia su propia valla. Decidió no hacer el cuarto porque había apostado un asado a que Gimnasia ganaba 3-1…
La formación se repetía semana a semana. Sí, el equipo salía de memoria: Minoian; Davoine, Galeano, Lejona, Marinovich; Daniel Bayo, Prado; Ciaccia, Rojas, Diego Bayo y Gómez Sánchez. Salvo por los ingresos del Cochero Antonio y del arquero Francisco Gerónimo, siempre jugaban los mismos. El plantel era muy reducido. “Corto”, se dice hoy en día. Y Gimnasia pagó un precio altísimo por esa razón. No contaba con alternativas para reemplazar a los titulares y le faltó resto para mantener el nivel competitivo a lo largo de 30 partidos.
El empate 1-1 con Independiente, y las derrota a manos de Vélez (2-1 en La Plata) y Atlanta (4-0) hicieron añicos las ilusiones de Gimnasia. Después del derrumbe contra los bohemios, Pedernera entendió que ya no quedaba demasiado por hacer y se fue. El Lobo no pudo atrapar a la presa -el campeonato- que siguió con tanta decisión mientras mantuvo a los titulares en buenas condiciones.
Daniel posa en la tapa de El Gráfico.
El título quedó en poder de Boca, que en la penúltima fecha se impuso 1-0 a River en una edición del Superclásico que instaló la polémica por el penal que Antonio Roma le atajó al brasileño Delem. Los xeneizes sumaron 43 puntos, dos más que los millonarios. Gimnasia quedó tercero con 38 y, más allá de la frustración, mejoró la campaña que en 1933 había realizado El Expreso, el que hasta entonces era el mejor equipo tripero de la historia.
Los hermanos Bayo fueron decisivos en esa cruzada de Gimnasia por la gloria. Daniel, como siempre, marcó y marcó en la mitad de la cancha y, además, fue el autor del gol a Chacarita en el partido en el que Prado hizo las veces de técnico y jugador. Diego volvió a descollar como sabio conductor y dio más pruebas de su poder de fuego con 11 tantos, seis menos que El Tanque Rojas, el principal artillero del equipo.
LOS CAMINOS SE BIFURCAN
Daniel fue tentado por el Real Madrid, pero el pase no se hizo y jugó un año más en Gimnasia. A pesar de que los nombres eran casi los mismos que habían alcanzado el tercer puesto en 1962, el modelo 63 del Lobo fue muy diferente y terminó antepenúltimo, con tres puntos más que Chacarita, el equipo que cerró las posiciones. El mediocampista central pudo dar el presente en ocho ocasiones y al final de la temporada fue transferido a Racing. Dejó atrás un ciclo iniciado en 1960 con 62 partidos y tres goles.
Daniel se caracterizó por la determinación para no bajar jamás los brazos.
Diego, en tanto, mantuvo su condición de referente creativo y buen definidor. Jugó 23 veces y marcó sus últimos cuatro tantos con los colores del equipo platense: uno de tiro libre en la derrota por 2-1 en el clásico contra Estudiantes en El Bosque, uno en el desquite en el que Gimnasia apabulló 5-2 al Pincha, otro en la caída 2-1 frente a Racing y acertó un penal en el triunfo por 2-1 sobre Banfield. Paco también le dijo adiós al Lobo al finalizar ese año.
Indiscutido ídolo de los triperos, se adentró en el corazón de los hinchas por su sentido de pertenencia y, especialmente, por la enorme cantidad de goles que marcó en sus dos etapas en el club. En total, festejó 71 veces en 138 partidos. Ese registro lo ubica en el quinto lugar entre los máximos artilleros de la historia mensana. El primero es El Torito Arturo Naón, con 105 tantos en 120 encuentros, y lo siguen Ismael Morgada (91 en 334), Manuel Fidel (80 en 201), Gabino Arregui (75 en 288) y Paco Bayo.
La última vez que los hermanos compartieron una formación fue el 30 de junio de 1963, por la 9ª fecha del campeonato. En esa oportunidad, Gimnasia perdió 3-0 en su visita a Independiente con un equipo integrado por Minoian; Davoine, Galeano, Lejona, Marinovich; Daniel Bayo, Héctor Escalante; Ciaccia, El Tanque Rojas, Diego Bayo y Gómez Sánchez.
Cuando se fue de La Plata, Diego Bayo pasó dos años en Banfield.
El fútbol los llevó por distintos rumbos. Diego se unió a Banfield y Daniel a Racing. Paco, a punto de cumplir 28 años, debutó en El Taladro en un empate 0-0 con Argentinos acompañado por Ediberto Righi; Adolfo Vázquez, Oscar Calics, Oscar Villano, Emilio Giannini; Osvaldo Meites, Oscar López; Mario Chaldú, Norberto Raffo y Roberto Zárate. Desde el principio mostró su caudal goleador y formó buenas sociedades con El Mono Zárate y El Toro Raffo.
En su primer torneo con los colores verdes y blancos cubriendo su cuerpo hizo cinco goles en 19 partidos: a Newell´s en un 5-2, a River en un 2-1 en Núñez, a Independiente en un 2-1, a Atlanta en una caída por 3-2 y otra vez a los millonarios en un empate 2-2. Al año siguiente, su producción mermó significativamente, ya que sumó dos tantos en diez encuentros. Venció al Gato José Marín en una derrota 3-1 frente a Vélez y a Rolando Irusta, de Lanús, en un duelo que Banfield ganó 4-2.
Los últimos días de Diego Bayo como jugador transcurrieron en Chile, adonde se trasladó en 1966. Llegó a Unión Española, un equipo en el que logró nueve goles en 27 partidos y un año después se desempeñó en Santiago Morning, en el que dio el presente en 15 oportunidades y anotó cuatro veces.
Unión Española, uno de los últimos equipos en la carrera del goleador Paco Bayo.
Daniel se presentó en Racing con un triunfo por 1-0 frente a Newell´s en Avellaneda. La Academia, dirigida técnicamente por Néstor Pipo Rossi, salió a la cancha con Luis Carrizo; Oscar Martín, Federico Sacchi, Roberto Perfumo, Alberto Fernández; Bayo, Jorge Sivina; Dorval, El Flaco César Luis Menotti (autor del gol), Juan Carlos Oleniak y La Bruja Raúl Belén.
Las lesiones y enfermedades se instalaron en la vida del menor de los Bayo y fueron acotando sus posibilidades de jugar. Primero lo atacó la hepatitis y luego un problema en los meniscos derivó en una operación que le impuso una prolongada ausencia. Por si todo eso no fuera poco, sufrió una retinitis erosiva que lo distanció todavía más de las canchas. En 1964 apenas pudo actuar en ocho oportunidades. Le metió un gol a Argentinos en una victoria por 3-2.
Aunque había nacido como mediocampista defensivo, en la porción albiceleste de Avellaneda actuó con bastante frecuencia como marcador central. Lo peor llegó en el 65, cuando estuvo inactivo durante todo el campeonato. Alguna vez, Daniel confesó que se sentía en duda con Racing, un club al que dejó en los días finales del año para instalarse en Núñez.
El paso de Daniel por Racing estuvo condicionado por las lesiones.
River pareció recibirlo con mejores augurios. Su primera vez como millonario no pudo haber sido mejor. Renato Cesarini, el experimentado DT, se le acercó y le preguntó si se animaba a estar contra Boca, en el Superclásico con el que los de la banda roja iban a iniciar su ligazón con la Copa Libertadores. La historia la contó el propio Bayo en una entrevista con el periodista Carlos Aira en el ciclo Charlas de Vestuario, emitido por Radio Gráfica.
Contó Bayo: “Renato Cesarini, que era también un hombre muy especial, de quien guardo siempre el mejor de los recuerdos, me dice: ‘Oiga, Bayo, venga. ¿Usted se anima a jugar contra Boca?’. Entonces, yo le dije ‘¿Y para qué me compraron, maestro? Yo utilero no puedo ser porque no tengo idea. Pero, ¿usted me tiene confianza?’. Dice: ‘Sí, le tengo mucha confianza. Para mí usted, funcionalmente, es el mejor cinco que yo tengo’. ‘Bueno, entonces no lo dude. Póngame y va a ver cómo yo le rindo’. Así quedó la cosa, y así debuté contra Boca Juniors en el primer partido que River jugaba por Copa Libertadores de América”.
El mediocampista le hizo honor al crédito que le otorgó el entrenador. Debutó con un gol en el triunfo copero por 2-1 en El Monumental. Amadeo Carrizo; Carlos Sainz, Roberto Matosas, Juan Carlos Guzmán, Abel Vieytez; Bayo, Jorge Solari; Luis Cubilla, Daniel Onega, Pedro Prospitti (reemplazado luego por Roberto Zywica) y Juan Carlos Sarnari entraron en acción el jueves 10 de febrero del 66. El Nene Sarnari abrió la cuenta a los 35 minutos, Daniel aumentó a los 41 y descontó El Tanque Rojas -hacía un año que estaba en la Ribera- a los 16 del segundo tiempo.
Daniel va al choque contra Alcides Silveira y Rubén Magdalena en sus primeros días en River y justamente contra Boca.
River representaba para Daniel un volver a empezar. Tanto es así que, al igual que en la Copa, su primer partido en el torneo local también terminó con un gol. Sometió al arquero José Mincheli en el 4-2 sobre Colón. Se aseguró un lugar entre los titulares con precisos quites en el medio y con buenos pases para las definiciones de sus compañeros, en especial para los piques en diagonal del uruguayo Cubilla.
Los goles también inclinaron la balanza a su favor. Dos de los tres restantes que registró en el campeonato fueron a través de fuertes remates, como el que contribuyó al 4-0 sobre Chacarita y el de 35 metros que se dio en el 3-1 a Platense. En el 3-0 contra Huracán le hizo pasar la pelota por arriba de la cabeza al arquero Justo Zayas después de recibir un pase del peruano Miguel Ángel Loayza. No anotó, pero fue vital por su trabajo de recuperación en el 3-1 frente a Boca en La Bombonera. Cerró el torneo con 21 partidos y un buen rendimiento, pero el año no terminó bien.
Racing, el espectacular Equipo de José, se quedó con el título y River lo escoltó con cinco puntos menos. Sin embargo, el golpe más duro para los del Tano Cesarini se produjo en la Copa Libertadores. Perdieron la final contra Peñarol, de Uruguay, en una dramática serie a tres partidos que les causó una profunda frustración. Bayo fue titular en la derrota por 2-0 en Montevideo y faltó en el triunfo 3-2 en Núñez.
Una foto con Amadeo Carrizo, uno de los máximos emblemas de River.
En el tercer duelo, en Santiago, Chile, River parecía marchar hacia una clara victoria, pero la lesión de Sainz cerca del final del primer tiempo trastocó los planes de Cesarini. La lógica -si es que existe en el fútbol- decía que debía entrar Bayo para que El Indio Solari dejara su puesto en el medio y cubriera el lugar dejado vacante por el defensor. El técnico incluyó, por el contrario, al atacante Juan Carlos Lallana y esa modificación resultó funesta para el resto del encuentro.
Tal como ocurrió en 1966, en el 67 la Libertadores abrió el calendario y, en su búsqueda de revancha, River llegó hasta la segunda fase, en la que quedó marginado por Racing, que terminó llevándose el título luego de tres intensos choques con Nacional, de Uruguay. Bayo fue incluido en varios de los partidos por Cesarini, en especial cada vez que había que asegurar recuperación en el medio y acertada circulación de la pelota.
Ese año la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) modificó el esquema de certámenes y alumbró los torneos Metropolitano y Nacional. El menor de los Bayo participó en diez partidos del Metro y metió dos goles. Uno a Chacarita en la victoria por 4-1 y el otro, sin dudas el más valioso, se lo hizo a Boca el 8 de julio y permitió el triunfo millonario por 1-0. En la segunda porción del año jugó una vez y se alejó de River.
En su etapa en River, el hermano menor tuvo excelentes rendimientos contra Boca.
Las secuelas de su lesión en los meniscos se hacían sentir cada vez más. Por esa razón, su etapa siguiente, en Banfield, se tornó muy breve. Integró el plantel del Taladro -para el que su hermano Diego había jugado poco antes- en seis cotejos del Metropolitano. Un gol en el traspié por 3-1 contra Ferro y uno en el triunfo 2-0 en el duelo con Lanús jalonaron esas pocas apariciones. El 31 de marzo de 1968, a los 27 años, apresuró su retiro en el empate 2-2 con Los Andes.
La última vez en una cancha la vivió en un equipo compuesto por Minoian (excompañero en Gimnasia); Osvaldo Meites, Jorge Masalis, Norberto Bautista, Nelson Juan López; Galdino Luraschi, Bayo y El Nano Fernando Areán; Rodolfo Blázquez, Oscar Manuel Cáceres y Francisco Monárdez.
Diego falleció en 2023 a los 87 años. Quedó en el recuerdo como un ídolo eterno. Además, tiene un lugar entre los máximos goleadores en la historia de Gimnasia.
El fútbol les dedicó a Diego y Daniel Bayo un lugar diferente en los siguientes años. Les permitió vivir de los recuerdos y del cariño de los hinchas. El reposo se interrumpió brevemente en 1974 y 1975. El Lobo necesitaba un hombre con predicamento para intentar dejar atrás un flojo momento y apareció Paco, el viejo goleador, para dirigir al equipo. Sus dos períodos se saldaron con seis triunfos, cinco empates y nueve derrotas en 20 partidos. Más allá de los números, tuvo un gesto que lo pintaba de cuerpo entero. Cuando le preguntaron cuánto quería ganar, fue terminante: a su club no le podía cobrar un peso…
El 19 de mayo de 2023 el pueblo tripero sufrió una noticia devastadora: Diego falleció a los 87 años debido a un problema cardíaco. Ese día, Gimnasia perdió al chico que había crecido en El Bosque y se había convertido en goleador e ídolo. Daniel, próximo a cumplir 85, continúa disfrutando el amor imperecedero de una hinchada que solo hablaba de los hermanos Bayo hasta que mucho después aparecieron los pícaros Barros Schelotto.
A punto de cumplir 85 años, Daniel sigue recogiendo el cariño del público tripero.