Perfumo, nada más y nada menos que El Mariscal

El baúl de los recuerdos. Fue un defensor impasable. Él solito se las arreglaba para cubrir toda la retaguardia del superofensivo Racing de José. Brilló en la Selección y fue un pilar fundamental de River.

“Él era el hombre invencible. Tenía los pies como piedras, las piernas como vigas, el cuerpo de hierro y la mirada capaz de dominar hasta la inmensidad. Y casi nada casi nunca parecía suficiente para quebrar su infranqueable e increíble figura hecha frontera cuando alguna pelota amenazaba la suerte de Racing. Los libros de historia del fútbol dicen que jugaba de defensor. Y es cierto, pero a medias. El gran Roberto Perfumo a veces jugaba de defensor y a veces de defensa entera”.

Con artística precisión, el periodista Ariel Scher alumbró esta descripción de Roberto Perfumo, uno de los mejores defensores que recorrieron las canchas argentinas. Quizás, el mejor. No hay discusión: los rankings basados en las percepciones no suelen ser confiables. Sin embargo, en el caso de este zaguero que lució las camisetas de Racing, River, Cruzeiro y la Selección esas percepciones se vuelven verdades irrefutables. No hay margen posible para la discusión: Perfumo era un crack. Mucho más que eso: era nada más y nada menos que El Mariscal.

“Flaco, elegante, medio chueco y siempre firme, se pasó años parado delante de su arquero y detrás de todos sus compañeros asegurando que podían venir diez ejércitos, cien invasiones o mil temporales que él, un crack, se las iba a arreglar para que no pasara nada”. El hombre que era toda una defensa, el texto de Scher, agrega más datos para entender la dimensión de este zaguero. Siempre con poética claridad y con imágenes que sacuden los sentidos y dejan constancia de que el hombre con el número 2 en la espalda repelía todas las escaramuzas en las cercanías del arco que protegía.

Perfumo se destacó tanto por su dureza para defender como por su calidad en el trato de la pelota.

Perfumo jugaba así porque pertenecía a un equipo de una voracidad ofensiva impropia de un momento oscuro del fútbol argentino. Después del descomunal fracaso mundialista de la Selección que quedó en la memoria como El Desastre de Suecia, el temor y la cautela condicionaron las concepciones tácticas durante casi una década. Todos se defendían. Todos menos Racing, que en 1966 se burló del pánico a la derrota con un estilo disruptivo que ponía la mira en el arco de enfrente y que ganó todo lo que se podía ganar.

Ese Racing revolucionario era El equipo de José, creado por Juan José Pizzuti, un técnico que tomó las riendas de una Academia acorralada por los malos resultados y la llevó a la cima del mundo con una fórmula simple: el ataque a todo o nada. Sin red de contención. Bueno… en realidad la única red de contención tenía nombre y apellido: Roberto Alfredo Perfumo. Se paraba atrás, solo, y se las arreglaba para luchar mano a mano a los delanteros rivales. Tapaba todos los huecos que provocaba el adelantamiento en masa de sus colegas de la retaguardia. Porque en ese Racing todos iban al frente.

El título de la revista no es una exageración: El Mariscal era un fenómeno.

Se mostraba rápido para llegar a los cruces, quirúrgicamente cabal en el rescate de la pelota y poseía un buen dominio para que la recuperación se convirtiera en ataque en un abrir y cerrar de ojos. Por si fuera poco, le pegaba bárbaro al balón, tanto con el pie derecho como con el izquierdo. Ah, también era duro. Dolía la marca de Perfumo… Tal vez su punto más flojo aparecía en el juego aéreo. No era un especialista en el cabezazo. Nadie es perfecto, aunque El Mariscal lo parecía…

Confirmó esa sensación desde sus comienzos en la porción albiceleste de Avellaneda y en la Selección argentina, a la que se unió más temprano que tarde. No resultaba sencillo desestimar las excepcionales cualidades que mostró apenas surgió en la Primera de Racing. Ratificó que no se trataba de un defensor como cualquier otro cuando se incorporó al Cruzeiro, de Brasil, y, ya veterano, al ser convocado por Ángel Labruna para sostener las aspiraciones de un River que pugnaba por encontrar la sonrisa perdida.

NO FUE MILLONARIO, PERO SÍ ACADÉMICO

Si bien en la última etapa de su carrera se erigió en un bastión riverplatense, en sus comienzos, cuando aspiraba a ganarse la vida como futbolista, en Núñez le bajaron el pulgar. Antes de esa frustración, empezó a hacerse notar en los potreros de Sarandí, localidad en la que nació el 3 de octubre de 1942. A los 15 años, lo acogió el club Pulqui, de su barrio. Poco después fue compañero de Julio Humberto Grondona -el futuro presidente de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA)- en Arsenal.

La cara de "nene bueno" hacía que muchos subestimaran la fuerza que mostraba a la hora de marcar.

El equipo fundado por Don Julio, su hermano Héctor y un grupo de amigos de Sarandí fue el trampolín que catapultó a Perfumo. Probó suerte en Lanús e Independiente, pero lo rechazaron en los dos clubes. Aunque le dieron el visto bueno en River y jugó un par de años con la banda roja cubriendo su pecho, en el momento en el que debía dar el gran salto, sus sueños se estrellaron en una brusca caída.

Tenía 17 años y lo dejaron libre en Cuarta División. Le aconsejaron que se ganara la vida como tornero, la profesión que ejercía en esos días. En River había sido dirigido por Ernesto Duchini, un hombre que poseía un notable ojo clínico para detectar a los buenos jugadores. El Maestro, con pasado como futbolista en Chacarita en los albores del profesionalismo, recordaba bien a ese muchacho que se desempeñaba como mediocampista defensivo en los tiempos en los que la WM (un esquema nacido en 1925 que distribuía a los jugadores en un 3-2-2-3) todavía era el sistema táctico preferido por la mayoría de los entrenadores.

Duchini lo recibió en Racing, adonde había ido luego de su salida de River. Corría 1961 cuando el futuro Mariscal se vistió de celeste y blanco en Avellaneda. Su físico delgado fue adquiriendo una musculatura cada vez más marcada. Se lo veía fuerte. Por eso -y gracias a los atributos que no habían sabido apreciar en Núñez- avanzó hasta la Reserva, bien cerca de la Primera. Ya se había instalado a sus anchas el 4-2-4 como modelo posicional luego del éxito de Brasil en Suecia 1958 y, como consecuencia de ello, Perfumo se había unido a la defensa, como segundo marcador central.

Los primeros tiempos en Racing. Una formación de 1964 al lado de Federico Sacchi (el segundo de los parados), su referente en el puesto.

En los entrenamientos seguía de cerca los movimientos de Federico Sacchi, un exquisito zaguero que daba cátedra en cada partido. Surgido en Newell´s, había sido parte del plantel del Seleccionado argentino en el Mundial de Chile 1962 y era titular indiscutido. Perfumo lo tomaba como modelo porque ocupaba el puesto al que él aspiraba. El destino quiso que el 26 de abril de 1964, ante la ausencia de Norberto Anido -el habitual dueño de la camiseta número 2-, Sacchi se moviera a esa posición y se le presentara la oportunidad al defensor de 22 años que no había podido ser millonario y se convirtió en académico.

En la derrota por 1-0 a manos de Ferro en Caballito, Racing salió a escena con Luis Carrizo; Oscar Martín, Sacchi, Perfumo, Alberto Fernández; El Flaco César Luis Menotti, El Pato José Omar Pastoriza; Luis Pentrelli, Juan Carlos Oleniak, El Marqués Rubén Sosa y La Bruja Raúl Belén. Ese año, La Academia no anduvo bien y contó con varios entrenadores, como Néstor Pipo Rossi, el propio Anido, Juan Carlos Giménez y José Pechito Della Torre. Esa irregularidad le permitió a Perfumo disponer de varias oportunidades para mostrarse.

Santiago Sacol había asumido la conducción del club ese año y estaba dispuesto a impulsarlo a la cima luego de un par de malos resultados en el pasado reciente. Por eso invirtió una fortuna en refuerzos: Menotti, Pentrelli, Pastoriza, Luis Maidana y los brasileños Claudio Luiz, Benedicto Baptista y Dorval. La Argentina transitaba el apogeo del Fútbol espectáculo, una ocurrencia de Alberto J. Armando y Antonio Vespucio Liberti, presidentes de Boca y River, respectivamente, que comprendía la contratación masiva de extranjeros para disimular la presunta pérdida de calidad de los jugadores locales.

Con Alfio Basile formó una histórica dupla de centrales en Racing.

En ese particular contexto florecían promesas como Perfumo, quien terminó siendo un puntal de Racing. Al mismo tiempo, apareció Alfio Basile, quien en ese entonces era mediocampista central y debutó en el cierre de la temporada. Nadie podía intuirlo, pero una dupla de impasables zagueros estaba a punto de hacer historia.

Perfumo aún no se había ganado aplausos masivos, pero llegó a la Selección. Recibió la primera citación para afrontar el Preolímpico que clasificaba a dos representantes sudamericanos a los Juegos de Tokio en 1964. Al frente estaba Duchini, quien condujo al equipo argentino al título en ese certamen desarrollado en Perú.

Algunos de los integrantes del elenco campeón fueron el arquero Agustín Cejas -compañero de Perfumo en Racing-, el goleador Carlos Bulla (Rosario Central), el puntero Antonio Roberto Cabrera (Atlanta), los mediocampistas José Malleo (Argentinos Juniors), Néstor Manfredi (Colón) y Miguel Ángel Mori (Independiente) y los defensores Andrés Bertolotti (Chacarita) y Otto Sesana (Rosario Central).

La tragedia de Lima apagó la vida de más de 300 personas.

El Preolímpico se vio sacudido por la mayor tragedia registrada en una cancha de fútbol. El 24 de mayo de 1964, en el partido que la Selección le ganó 1-0 a Perú, murieron 328 personas y más de 800 resultaron heridas. Ese fue el luctuoso saldo de una protesta de los hinchas locales por un gol anulado por el árbitro uruguayo Ángel Pazos. El público invadió la cancha en un intento por agredir al juez y, ante la represión policial, trató de escapar. Las salidas del Estadio Nacional de Lima estaban cerradas y la fatal avalancha causó estremecedoras escenas con gente aplastada contra los portones.

Argentina viajó a Tokio como integrante del Grupo 4, junto con Ghana y Japón. El cuarto participante era Italia, que desistió de intervenir en la competición. Los muchachos de Duchini -tenían entre 21 y 24 años- empataron 1-1 con los africanos y perdieron 3-2 con los asiáticos. Su recorrido olímpico terminó muy rápido. Perfumo, que era titular, admitió en una entrevista con la revista El Gráfico que la caída a manos de los locales fue una de las pocas veces en las que lloró por culpa del fútbol.

La temprana decepción en el plano internacional le enseñó, además, que no había rivales fáciles, que nunca había que dar un partido por ganado antes de tiempo. Esa mentalidad lo llevó inevitablemente a recibir la citación de Osvaldo Zubeldía para ser parte del Seleccionado mayor. El DT, que poco después comandó a Estudiantes en su período más exitoso, no duró demasiado en la Selección por diferencias con la conducción de la AFA y Perfumo solo pudo actuar en dos amistosos contra el Botafogo, de Brasil, y el Eintracht Frankfurt, de Alemania.

El Equipo de José, una formación inolvidable que llevó a Racing a la cima del mundo.

EL EQUIPO DE JOSÉ

La fuerte apuesta efectuada por Racing en 1964 en materia de refuerzos no dio los dividendos esperados y las cuentas quedaron en rojo. No hubo más remedio que desprenderse de Menotti, Sacchi (ambos a Boca), el brasileño Dorval (regresó a Santos), Oleniak (pasó a la Universidad de Chile) y dos figuras de los equipos campeones del 58 y el 61: La Bruja Belén (volvió a Newell´s) y El Marqués Sosa (se fue a Cerro, de Uruguay).

Como contrapartida, las incorporaciones no fueron rutilantes, pero sí valiosas. De Boca llegaron Juan Carlos Rulli y El Yaya Juan José Rodríguez y de Banfield, Jaime Donald Martinoli, a quienes les aguardaba un rol protagónico en los buenos tiempos por venir que en ese momento parecían muy lejanos. Ellos, junto con los pibes como Perfumo, Basile, Cejas y El Panadero Rubén Díaz, un marcador central que pronto iba a cambiar de puesto para ganarse un lugar muy importante en el club.

José García Pérez, defensor del conjunto tricampeón en 1949, 1950 y 1951, fue designado al frente del equipo. Los resultados no se daban y Racing caía en la tabla de posiciones. De hecho, terminó la primera ronda en el fondo de la tabla. A pesar de que los descensos habían sido anulados, la situación no era cómoda para La Academia. No quedaba más alternativa que dar un golpe de timón y se decidió el reemplazo del Gallego por Tito Pizzuti, otra gloria albiceleste que se había ido en malos términos en 1962 y se había retirado en el 63 vistiendo la camiseta de Boca.

El Mariscal llegaba siempre a tiempo para clausurar los ataques de los rivales.

Los antecedentes del nuevo técnico no eran auspiciosos, pues solo registraba una mediocre campaña en Chacarita. Racing no estaba para grandes lujos y por eso se jugó a todo o nada con Pizzuti. La presentación no pudo haber sido mejor: el 19 de septiembre los de Avellaneda vencieron 3-1 a River. Una semana más tarde, perdieron 2-0 con San Lorenzo, pero a esa derrota le siguió un largo invicto que instaló a La Academia bien arriba, tanto que tocó el cielo con las manos.

El 3 de octubre Pizzuti dio el primer paso de una revolución futbolística que marcó un antes y un después en Racing. Perfumo era resistido por los hinchas, quienes añoraban la sublime técnica y elegancia de Sacchi, pero el muchacho nacido en Sarandí era más rápido y expeditivo… Entonces, dejó ser 6 y pasó a ser 2. Se movió un poco más a la derecha para convertirse en el hombre que defendía a todos. A su lado el DT plantó al Coco Basile, un mediocampista central pesado y lento, pero fuerte y determinante en el juego aéreo.

“Vos vas a jugar ahí, vas a ir al Seleccionado y me vas a traer un piloto de Londres cuando vayas al Mundial”. Perfumo escuchó esas palabras de Pizzuti cuando lo puso de 2. Al todavía volante defensivo le pareció una locura, pero la profecía se cumplió -él compró la prenda que el DT le pidió- y durante muchos años El Mariscal -que todavía no había recibido a ese apelativo- fue el dueño del puesto en el representativo nacional.

La Copa Intercontinental en las manos de Perfumo, pieza clave de La Academia.

La remontada fue tan contundente que Racing saltó del último al quinto puesto en la tabla. En la última fecha Pizzuti hizo otro inesperado movimiento de piezas. El Panadero Díaz, de 19 años, era flaquito y no llamaba la atención como zaguero central, pero se mostraba veloz y con vocación ofensiva. Esas condiciones se ajustaban mejor para un marcador de punta y, de pronto, apareció el 3 que Tito buscaba. Las sorpresivas decisiones del entrenador le dieron vida a una retaguardia que se convirtió en leyenda: Martín, Perfumo, Basile y Díaz.

Con ese formidable envión se puso en marcha el certamen del 66. Hacía 14 fechas que el equipo no perdía cuando arrancó el año. Contando las monedas, el plantel se nutrió con más astucia que con dinero. Mori arribó desde Independiente, adonde se mudó El Pato Pastoriza, figura clave de la levantada del 65; llegó el uruguayo Nelson Chabay, el delantero Fernando Parenti y un veterano con rico pasado en Racing: El Bocha Humberto Dionisio Maschio. Pizzuti ya había reunido todas las piezas del rompecabezas que derivó en el fabuloso Equipo de José.

Las defensas les ganaban a los ataques en la primera mitad de los 60 en la Argentina. El miedo a perder era más fuerte que la sed de victorias. Racing modificó esa idea con un juego con un inédito apetito ofensivo. Todos atacaban y Perfumo los cubría. Solito, firme, impasable, heroico. Su presencia adquirió una dimensión tan significativa que José María Muñoz, El Relator de América, lo bautizó para siempre: Perfumo se convirtió en El Mariscal. El apodo se antojaba perfecto para describir la influencia de ese zaguero que tapaba los espacios que dejaban sus compañeros, lanzados frenéticamente hacia el arco de enfrente.

Juan José Pizzuti, el hacedor de un equipo que se ganó un lugar en la historia grande del fútbol argentino.

“¡Y ya lo ve/ y ya lo ve/ es el Equipo de José!”, bramaba la hinchada a medida que se sucedían los triunfos y Racing se encaminaba hacia el título. Estiró su invicto a 40 partidos y fue campeón con seis puntos de ventaja sobre River en tiempos en los que se asignaban dos unidades por partido ganado. La campaña fue demoledora: 23 triunfos, 12 empates y una derrota. Pese a su búsqueda constante del arco rival, no se caracterizaba por hacer muchos goles (65 en 36 encuentros), pero le aseguraba mantener a los adversarios lejos de su valla: solo recibió 21 tantos.

Perfumo tuvo varios faltazos forzados por la hoy incomprensible idea de que el torneo local siguiera su curso mientras la Selección disputaba el Mundial de Inglaterra. El Mariscal debutó en el equipo nacional el 11 de junio del 66, apenas un mes antes del puntapié inicial de la Copa del Mundo. El técnico era Juan Carlos Lorenzo, quien lo ubicó en la última línea junto con Roberto Ferreiro (Independiente), Rafael Albrecht (San Lorenzo) y Silvio Marzolini (Boca), con Antonio Roma (Boca) en el arco. Salvo por el lateral xeneize, dueño de una técnica poco común, los otros eran defensores de esos que les hacen sentir su fiereza a los delanteros contrarios.

“Jugué en la mejor defensa argentina de todos los tiempos”, dijo alguna vez Marzolini. La declaración no hacía más que explicar la forma en la que Lorenzo diseñó esa Selección. El Toto construyó un equipo muy aguerrido y firme en el fondo y que se jugaba a todo o nada en algún contraataque aislado. Una propuesta poco ambiciosa que le sirvió para acceder a los cuartos de final. En esa instancia Argentina perdió contra el conjunto local en un partido que dejó la eterna polémica de la expulsión del capitán Antonio Rattín.

Un acrobático despeje contra el alemán Helmut Haller en el Mundial 66.

Al regreso de Inglaterra, Perfumo festejó el título local y al año siguiente fue un pilar en la conquista de América con la Copa Libertadores y del mundo con la Intercontinental. En los momentos cumbre del Equipo de José estuvo, como no podía ser de otro modo, El Mariscal.

TIEMPOS DIFÍCILES

Mientras Racing continuaba siendo un actor principal de los torneos locales e internacionales, Perfumo confirmaba semana a semana que era el mejor en su función. Sus exactos cruces a los costados, la salida clara desde el fondo y su rudeza en la marca constituían un clásico de cada jornada futbolera. Y, por supuesto, su presencia en la Selección era indiscutida, al menos hasta que en 1969 Argentina sufrió uno de sus mayores fracasos.

Tras la despedida del Mundial, que el periodismo de entonces consideró honrosa debido a una presunta confabulación de la Federación Internacional del Fútbol Asociación (FIFA) contra el Seleccionado, Argentina entró en uno de sus tantos períodos de caos futbolístico. Improvisación pura, pero no para crear dentro de la cancha, sino para destruir desde afuera. Las turbulencias de la AFA derivaban en continuos cambios de técnicos y en resultados nada convincentes.

Después del Toto Lorenzo pasaron Jim Lopes -el apodo con el que era conocido Alejandro Galán por su trabajo en Brasil-, Carmelo Faraone, Renato Cesarini, José María Minella y Maschio… Ese frenético desfile se consumó en apenas dos años. Una insensatez. Perfumo estuvo ausente durante doce meses y regresó de la mano del Tano Cesarini en una derrota por 3-1 contra Chile en Santiago. Compartió la defensa con Luis Gallo (Vélez), el tucumano Albrecht (San Lorenzo) y José Bernabé Leonardi (Ferro). Hugo Gatti (River) se ocupaba del arco.

Cara a cara con Pelé en un duelo con Brasil. La cinta de capitán abriga el brazo izquierdo del Mariscal.

En esos tiempos febriles le otorgaron la capitanía por primera vez en la caída 2-1 contra Uruguay por la Copa Newton, el 20 de junio del 68. Se alternaba en ese rol con Albrecht hasta que la AFA se le ocurrió experimentar con Maschio como técnico. El Bocha, que no incluyó en sus planes al zaguero azulgrana, acababa de retirarse luego de su exitoso paso por el Racing de Pizzuti. No tenía la experiencia suficiente y duró apenas cuatro partidos. Se alejó 20 días antes del comienzo de las Eliminatorias para México 1970.

Nadie se atrevía a agarrar ese fierro caliente. Había poco para ganar y todo para perder. El único que se animó fue Adolfo Pedernera. El 20 de julio de 1969, Argentina perdió 3-1 con Bolivia en La Paz. Sin tiempo para trabajar, El Maestro hizo lo que pudo. Escogió a algunos de los jugadores que más le gustaban y los reunió con los que habían sido parte de los anteriores procesos. Como era lógico, El Mariscal estaba entre los elegidos. Estuvo en el debut, en el traspié por 1-0 contra Perú en Lima y en la victoria por el mismo marcador sobre los del Altiplano en Buenos Aires.

El 31 de agosto, La Bombonera albergó el duelo decisivo con Perú. El triunfo era la única opción posible. Argentina igualó 2-2 con un excelente adversario que contaba con la clase de Héctor Chumpitaz en el fondo, la calidad de Teófilo Cubillas en el ataque y los goles de Oswaldo Cachito Ramírez. El empate dejó al Seleccionado por primera y única vez al margen de un Mundial en una fase clasificatoria. La furia se apoderó del público, que señaló a ese grupo de jugadores como los responsables de ese estruendoso fracaso.

La Selección que empató 2-2 con Perú en La Bombonera y quedó al margen del Mundial de México.

“La noche del partido con Perú sentí ganas de dejar el fútbol, de irme lejos, donde no me conozca nadie”, reconoció Perfumo. Si hasta contó que al día siguiente fue a hacer un trámite bancario con su esposa y optó por permanecer en el auto para que nadie lo reconociera. Y en ese momento, con el dolor sacudiendo su cuerpo, se preguntó: “¿Por qué yo me tengo que esconder? Si yo no le robé nada a nadie… Si no soy un delincuente. Si soy un tipo decente. El drama mío es el de todos los jugadores argentinos: vivimos presionados por un ambiente que nos ahoga, nos enloquece. Por eso el jugador argentino ha perdido la alegría de jugar al fútbol, sobre todo los que entran en el Seleccionado y saben que su destino es uno solo: quemarse”.

Les costó bastante a los miembros del equipo de Pedernera -que se fue una vez consumada la eliminación- continuar con sus carreras sin sufrir el reproche del público. Muchos querían bajar los brazos y marcharse, pero no lo hicieron. Como no lo hizo Perfumo, quien estuvo con el brazalete de capitán en el inesperado triunfo sobre Brasil del 4 de marzo de 1970 en Porto Alegre. Los verdiamarillos habían elegido a la Argentina como rival, con la intención de despedirse de su gente con una victoria.

Los goles de Oscar Pinino Mas y Marcos Conigliaro aceleraron la decisión de los dirigentes brasileños de remover del cargo a Joao Saldanha, un controvertido periodista que había sido contratado como técnico en 1969. A Saldanha se lo criticaba porque amagó con prescindir nada más y nada menos que de Pelé y fue reemplazo por Mario Zagallo, quien alrededor de O´Rei formó un equipo memorable que consiguió el tricampeonato del mundo en suelo mexicano. El DT albiceleste era un viejo conocido del Mariscal: Pizzuti.

En Cruzeiro también dio muestras de su jerarquía.

Perfumo se mantuvo en el centro de la retaguardia del Seleccionado y como capitán del equipo. Eso fue hasta que a fines de 1971, ya con demasiada carga sobre los hombros en Racing, se despidió de La Academia y se mudó a Brasil, donde se sumó al Cruzeiro. Allí también dejó su marca de obstáculo infranqueable para los atacantes. Mientras en Inter se lucía el chileno Elías Figueroa, en La Bestia Negra los elogios eran para El Mariscal. Perfumo ganó tres títulos estaduales y la Copa Minas Gerais.

UN REGRESO FALLIDO

No era común que la Selección reparara en los jugadores que actuaban en los clubes del exterior. Eso explica por qué Perfumo estuvo alejado del equipo nacional durante casi cuatro años. Las noticias sobre sus rendimientos en Cruzeiro provocaron un regreso al que no le faltaron polémicas y discusiones que en pleno siglo XXI parecerían absurdas.

Luego de otra época de cambios en la conducción del Seleccionado, la AFA nombró a un triunvirato conformado por Vladislao Cap, José Varacka y Víctor Rodríguez. Tres amigos de excelente relación personal, pero con visiones muy contrapuestas de lo que debía hacer un equipo en la cancha. La cuestión fue que el trío, que era encabezado por El Polaco Cap, recurrió por primera vez a futbolistas que se desempeñaban fuera de las fronteras argentinas.

Aparecieron en escena Perfumo, Daniel Carnevali (Las Palmas, de España), Ángel Hugo Bargas (Nantes, de Francia), Rubén Ayala y Ramón Heredia (Atlético Madrid, de España) y Héctor Chirola Yazalde (Sporting Lisboa, de Portugal). Todos se destacaban en sus equipos, pero su presencia se veía extraña. Los hinchas los consideraban foráneos y, aunque resulte incomprensible, sus compañeros también. El plantel que se presentó en el Mundial de Alemania Federal 1974 estaba claramente dividido en varios grupos: los extranjeros, los locales y los pibes que hacían sus primeras armas.

El saludo con Johan Cruyff, el líder de la fantástica Naranja Mecánica que deslumbró al mundo en 1974.

Como ni siquiera los técnicos se ponían de acuerdo a la hora de establecer la formación o la táctica a emplear, el paso de la Selección por esa Copa del Mundo fue un fiasco. La imagen final fue el escandaloso baile que le propinó Países Bajos, la inolvidable Naranja Mecánica en la que era amo y señor Johan Cruyff. Los europeos le habían ganado 4-1 un amistoso a Argentina en mayo del 74 y un mes más tarde le asestaron un 4-0 que resultó piadoso por la diferencia entre un equipo y el otro.

Perfumo fue titular en la derrota por 3-2 con Polonia, en el empate 1-1 con Italia y en el triunfo por 4-1 sobre Haití. Su labor estuvo lejos de ser satisfactoria y hasta hizo un gol en contra frente a los azzurri. Jugó por última vez con la camiseta celeste y blanca en el 4-0 contra Países Bajos. Nunca logró detener ni a Cruyff ni al resto de los hombres vestidos de anaranjado que expusieron con absoluta crueldad la endeblez de la propuesta argentina. “No te apurés, boludo, Nos van a hacer diez”, le suplicó al arquero Carnevali en una demostración de la impotencia albiceleste.

El Mariscal se retiró de la Selección el 26 de junio del 74 en medio de esa dolorosa caída. Cumplió un ciclo de ocho años y 37 partidos en los que por momentos fue figura estelar -como en el Mundial del 66- y en otros padeció la eliminación para México 70 y la incertidumbre de un equipo anárquico como el que acudió a Alemania Federal en 1974. Más allá de los resultados, su nombre y apellido quedaron para siempre asociados con la imagen de un zaguero excepcional.

El Mariscal sufre de cerca uno de los goles que Países Bajos le marcó a Argentina en 1974.

Y AL FINAL TRIUNFÓ EN RIVER

Con 32 años, Perfumo vislumbraba el retiro como una posibilidad cierta. El golpe del Mundial lo había sacudido. Pasaban los meses y la comodidad del reposo se hacía tentadora. Como cada vez que las papas quemaban en Núñez, Labruna había vuelto en 1975 con la esperanza de ponerle punto final a una racha de 18 años sin títulos. Los millonarios no festejaban un campeonato desde 1957… Mucho tiempo. Demasiado. Para El Mariscal esa noticia no representaba demasiado, porque ya se sentía fuera del fútbol.

Labruna estaba convencido de que ese regreso era el definitivo: creía que de una vez por todas iba a devolverle la alegría a River. Repasó el plantel, vio que contaba con muchos jóvenes con futuro como Norberto Alonso, Juan José López, Reinaldo Merlo, Carlos Morete, Alejandro Sabella… Faltaba gente de experiencia que fuera capaz de apuntalar a esos pibes. Pensó en un delantero eficaz como Pedro González, quien se había destacado en el San Lorenzo campeón invicto del Metropolitano de 1968, en Miguel Perico Raimondo, valioso mediocampista del Independiente que dominaba la Copa Libertadores en los 70, y en Perfumo.

El Mariscal llevaba varios meses fuera de las canchas. No estaba seguro de aceptar la propuesta. “No voy a hacer papelones, lo mejor es que me vaya. Búsquese otro defensor”, le recomendó al técnico. Labruna lo persuadió. Lo necesitaba. Y acertó. Perfumo se transformó en una pieza vital del equipo que se quedó con los títulos en el Metropolitano y el Nacional de 1975. Después de tantos años de espera, los festejos llegaron por duplicado.

Perfumo llegó a River para ganar el bicampeonato de 1975. Esta alineación es la que conquistó el Metropolitano.

Primero formó la dupla central con el cordobés Héctor Ártico y luego con un jovencito que había llegado desde Sarmiento de Junín con mucho hambre de gloria: Daniel Passarella. Cuando se afirmó el futuro Gran Capitán, Perfumo se pareció el viejo Mariscal de los tiempos de Racing. Su compañero de zaga iba al frente y él quedaba solito en el fondo, como antes. Y respondió la solvencia de siempre.

Hacía más de una década que le habían bajado el pulgar en River. Hasta le habían recomendado que se dedicara a la tornería. Perfumo retornó y moldeó excelentes piezas futbolísticas. Fue una columna del ciclo de Labruna. Junto con Ubaldo Matildo Fillol; Pablo Comelles, Ártico / Passarella, Héctor López; Juan José López, Raimondo / Merlo, Alonso; Pedro González, Morete / Leopoldo Jacinto Luque y Pinino Mas, alcanzó la estatura de héroe para el pueblo millonario.

Así como en 1975 River se había adueñado de los títulos, el Boca del Toto Lorenzo hizo lo propio en el 76. El Mariscal se dio el lujo de hacerles pasar un mal momento a los xeneizes: el 18 de abril de ese año clavó un golazo de tiro libre que hizo posible el triunfo por 1-0 en La Bombonera. Si algo le faltaba para demostrar que le sobraba para cubrir su pecho con la banda roja era ser bicampeón y definir un Superclásico…

A su lado se terminó de formar un defensor fantástico como Daniel Passarella.

Unos meses más tarde, River alcanzó la final de la Copa Libertadores justamente contra Cruzeiro. Las huestes de Labruna perdieron 4-1 en Mineirao y se impusieron 2-1 en el Monumental. Los millonarios encararon el desempate en Chile con varias bajas -entre ellas, la de Perfumo- y se quedaron con las manos vacías, al igual que en 1966.

Al Mariscal le quedó cuerda para ganar el Metropolitano de 1977. Acumulaba tres títulos en Racing, cuatro en Cruzeiro y tres en River, además del Preolímpico del 64 con la Selección. Y el 1 de octubre de 1978, por la 35ª fecha del Metropolitano del 78, le puso el punto final a su carrera. Se despidió en el 3-2 del equipo de Labruna contra Gimnasia y Esgrima La Plata en Núñez. Su última vez lo encontró en la cancha con El Pato Fillol; Eduardo Saporiti, Passarella y Héctor López; Daniel Lonardi, Mostaza Merlo y Víctor Marchetti; Pedro González (reemplazado por Rubén Galletti), Héctor Ramón Sosa y El Negro Oscar Ortiz.

El Mariscal festeja el gol con el que River venció a Boca en el Metropolitano del 76.

FÚTBOL, SIEMPRE FÚTBOL

No bien se retiró incursionó en el periodismo como analista de partidos en el diario deportivo La Hoja del Lunes. En 1981 probó como técnico en Sarmiento, pero en su paso por Junín entendió que ese no era su lugar en el fútbol. Recibió la visita de la barrabrava y cuando le exigieron que sacara del equipo al León Roberto Espósito -exmediocampista de San Lorenzo-, decidió irse. Volvió a intentar sin demasiado éxito en Sud América, de Uruguay. Entonces, hizo una pausa.

Curioso y culto en iguales proporciones, incursionó en la psicología social. Una década más tarde pasó por Racing en una época en la que los resultados no acompañaban a La Academia. Le fue mucho mejor en Olimpia, con el que ganó en 1992 el Torneo República, una competición que se disputó en ese país entre 1975 y 1995.

Se dio el gusto de dirigir a Gimnasia en la consagración de los platenses en la Copa Centenario.

En 1994 asumió la dirección técnica de Gimnasia para la final de la Copa Centenario. El Lobo había llegado a la definición de ese torneo que la AFA instauró en 1993 para celebrar sus cien años de existencia. Después de una buena campaña a las órdenes de la dupla Carlos Ramaciotti-Edgardo Sbrissa, Perfumo llegó para sentarse en el banco de suplentes en el choque por el título contra River. Los platenses se impusieron 3-1 con goles de Hugo Romeo Guerra, Pablo Fernández y Guillermo Barros Schelotto.

Se volcó decididamente al periodismo y participó en varios ciclos televisivos y radiales. Uno de los más destacados fue el recordado Hablemos de fútbol, en el que volcaba su sabiduría junto a Víctor Hugo Morales en ESPN. También escribió en el diario deportivo Olé y comentó partidos en el programa Fútbol para todos. Siempre demostró inteligencia y recursos para explicar con naturalidad un deporte que para él no tenía secretos.

Perfumo compartió con Víctor Hugo Morales el programa Hablemos de fútbol. El Mariscal hacía gala de su sabiduría para desentrañar los secretos del más popular de los deportes.

Murió el 10 de marzo de 2016 como consecuencia de un aneurisma cerebral que lo hizo caer por las escaleras de un restorán y le provocó una fractura en el cráneo. Tenía 73 años. Su fallecimiento representó un golpe muy duro para el fútbol argentino. Se había ido nada más y nada menos que El Mariscal, el defensor que jugaba de defensa entera.