Gatica – Prada, el gran clásico del boxeo argentino

El baúl de los recuerdos. El Mono y el Cabezón marcaron una época. Llenaban el Luna Park, que estaba dividido en dos hinchadas bien diferenciadas. Pelearon seis veces y se repartieron victorias y derrotas.

José María Gatica y Alfredo Prada le dieron vida a una rivalidad inmortal del boxeo argentino. Dividieron al público del noble deporte de los puños. La popular veneraba el estilo valeroso y ofensivo del Mono; el ring side aplaudía la pureza estilística del Cabezón. No cabía un alfiler en el Luna Park cada vez que los púgiles estaban cara a cara. El duelo empezó en los tiempos del amateurismo y se prolongó en el campo rentado. Se enfrentaron en seis ocasiones, con tres triunfos de Gatica y otros tantos de Prada.

El clásico de los clásicos del boxeo argentino tuvo un capítulo inaugural regido por los irrefutables dictados de la casualidad. Según cuentan los periodistas Diego Morilla, Ernesto Cherquis Bialo y Carlos Irusta en el fantástico libro 100 años de boxeo argentino en 12 combates legendarios, los destinos Gatica y Prada se cruzaron por un hecho absolutamente fortuito.

El ring de la Federación Argentina de Box (FAB) iba a alojar el enfrentamiento entre dos púgiles amateurs: Prada y Livio Sosa. Poco y nada se sabe de este último, salvo que, tal como cuenta el libro, era “un chico de apenas 16 años y 55 kilos”. Lo cierto es que el adolescente que esperaba ganarse la vida a fuerza de golpes no apareció la noche del 29 de septiembre de 1942 en el estadio de Castro Barros 75. Hubo que conseguir de apuro un contendiente para ese combate.

Un excelente libro que recrea los combates más importantes del pugilismo argentino.

Alguien acercó a un muchacho de intensos ojos verdes y manchas de betún que confirmaban su condición de lustrabotas. Sí, se hacía unos pesos sacándole brillo al calzado de los transeúntes del barrio de Constitución, pero también hacía tiempo que combinaba esa actividad con el boxeo en combates a tres rounds que le permitían incrementar sus ganancias para esquivar los azotes de la pobreza que recibía desde pequeño. El lustrabotas era nada más y nada menos que Gatica.

No hizo falta mucho para convencer a ese hombre de 17 años para que aceptara medirse con Prada, de 18 y reciente ganador del título argentino de novicios en junio de 1941. Le pagaban 15 pesos, una fortuna para alguien que contaba sus ingresos de a centavos no bien terminaba de dejar en condiciones los zapatos de sus clientes. En 100 años de boxeo argentino en 12 combates legendarios cuentan que el combate fue feroz y que terminó en victoria de Gatica por descalificación de Prada debido a un golpe bajo en el cuarto round.

A LOS GOLPES CON LA POBREZA

Gatica llegó al mundo el 25 de mayo de 1925 en Villa Mercedes, San Luis. Nació en el seno de una familia muy humilde que, cuando el niño tenía siete años y ausente al padre, decidió mudarse a Buenos Aires en busca de un futuro mejor. El pibe no podía darse el lujo de estudiar. Debía ayudar a su madre. De hecho, nunca aprendió a leer y escribir. Cambió el tiempo de la escuela por trabajos varios como juntar papeles, vender pastillas y lustrar zapatos.

El Mono fue un personaje que acaparó tanta admiración como odio.

El boxeo irrumpió en su vida como otro intento para noquear a la pobreza. Se entreveraba en peleas callejeras a cambio de dinero. En ese ambiente lo encontró Lázaro Koczi, un peluquero albanés con conocimientos de pugilismo. Se transformó en su maestro y trató de agregarle algo de técnica al estilo desbordante y netamente ofensivo del joven Gatica, quien con el correr del tiempo se ganó el apodo de Tigre.

Ese apelativo era el que más le gustaba a Gatica. Sin embargo, quedó firmemente instalado en la memoria colectiva como el Mono. Así lo llamaba el público del ring side del Luna Park, el que simpatizaba con Prada. Y por esa razón no le caía bien que se lo mencionara de ese modo. Siempre fue el Tigre, aunque en realidad prefería que se refirieran a él como “señor Gatica”. Nada de Mono

Tras una buena etapa como amateur, saltó al profesionalismo a los 20 años. El 7 de diciembre de 1945 le ganó por nocaut en el primer round a Leopoldo Mayorano. “Debutó en el Luna Park. Sus ojos verdes habrán visto la multitud con el brillo del desafío. Bastó un golpe para que Mayorano, su rival, fuera a la lona. En poco tiempo ganaba dos peleas más y los empresarios pusieron sus ojos en él”, relató un escritor irrepetible como Osvaldo Soriano en un perfil titulado José María Gatica: Un odio que no conviene olvidar.

Gatica fue un símbolo del peronismo. De hecho, el presidente Juan Domingo Perón no se perdía sus peleas.

Arriba del ring las características de Gatica eran fáciles de percibir. “Vigoroso, agresivo, astuto, rico en recursos, incontenible e implacable en el ataque, capacitado para reaccionar tras un pasaje adverso, entregado de lleno a la ofensiva demoledora con menosprecio de cualquier rebusque conservador”, según definió el célebre periodista Félix Daniel Frascara -con el seudónimo Contragolpe- en una magnífica nota publicada el 5 de julio de 1957 en la revista El Gráfico.

Para Frascara, “al igual que otras figuras memorables en su apogeo –(Luis Ángel) Firpo, (Justo) Suárez, (Raúl) Landini- José María Gatica nutrió una época del boxeo argentino. Le dio su nombre y su estilo, le infundió su carácter y la coloreó con sus excentricidades”. En pocas palabras, lo presentó como “la figura del peleador dominante” y con poética precisión instaló la idea de que “para pintarlo valen tan solo los tonos cálidos. Fue forjador de pasiones. Su mundo era el estruendo, la algarabía, la fiebre”.

La pobreza de su cuna lo marcó eternamente. Encarnó con absoluta naturalidad al hombre de escasos recursos que se hizo un nombre a fuerza de golpes y sintió en ese ascenso una revancha contra las clases dominantes. Por eso fue una figura cumbre en el apogeo del peronismo en el poder. El entonces presidente Juan Domingo Perón iba a ver sus peleas. En una de esas ocasiones, Gatica recibió al mandatario con una expresión que exhibía con nitidez un marcado rasgo de su personalidad: “General, dos potencias se saludan”.

El puño izquierdo del Mono hace blanco en el rostro del Cabezón Prada.

El golpe de Estado que en 1955 derrocó Perón a través de la llamada Revolución Libertadora puso a Gatica en la mira. La dictadura lo sentía un símbolo de una época que había que erradicar. Al popular boxeador le sucedió lo mismo que a muchos referentes del deporte de esos tiempos. Basta con recordar que se les cortó la carrera nada más y nada menos que a los integrantes de la Selección argentina de básquetbol campeona del mundo en 1950

En ese pasaje oscuro de su vida, Gatica se vio condenado a combatir lejos de las luces enceguecedoras del Luna Park. Peleó en clubes pequeños, tanto en el interior del país como en el conurbano bonaerense. Cerró su campaña el 6 de julio de 1956 imponiéndose por abandono en el cuarto asalto a Jesús Andreoli en Lomas de Zamora. Atrás había quedado una prolífica carrera que incluyó 85 victorias (72 por nocaut), 2 empates, 7 derrotas y una pelea sin decisión en 95 presentaciones en el campo profesional.

Gatica nunca fue campeón argentino -sí lo fue como aficionado- ni combatió por el título mundial. Tuvo la oportunidad de dar el gran salto a la fama internacional el 5 de enero de 1951 cuando se enfrentó con el campeón mundial de los livianos Ike Williams. Esa presentación en el Madison Square Garden, de Nueva York, duró apenas dos minutos, ya que el argentino fue derribado en tres ocasiones y perdió por nocaut. La preparación del puntano para esa pelea no fue la ideal y unos pocos golpes del estadounidense bastaron para ponerle fin a su proyección más allá del ámbito local.

Gatica y Prada se encontraron seis veces en un ring y cada uno triunfó en tres ocasiones.

Después del retiro, la vida del Mono tomó un rumbo muy complicado. Así como ganaba dinero, lo despilfarraba. No tenía límites. Para lo bueno y para lo malo. Su calidad de vida se había deteriorado, aunque no tanto para que debiera rebuscárselas con la venta callejera, algo que se dijo durante mucho tiempo. No estaba en la ruina. Gatica tenía una propiedad a su nombre en La Plata que le cedió el gobernador Oscar Alende a través de una gestión de Prada.

El 10 de noviembre de 1963 había acompañado a Emilio Sánchez, un amigo suyo, a la cancha de Independiente, donde el Rojo enfrentaba a River. Sánchez era el que comercializaba muñequitos y contaba con la ayuda del expúgil como imán para atraer a potenciales compradores. Según aclaró el periodista Jorge Montes en la biografía del boxeador El Mono Gatica y yo, publicada en 1978, el Mono nunca se dedicó a ese rubro.

De acuerdo con el texto de Montes, ese día Gatica no estaba de buen humor y eso se profundizó cuando le negaron una copa de coñac en un bar. Furioso, salió de allí y trató de subirse a un colectivo de la línea 295 que estaba en movimiento. No logró aferrarse con firmeza y cayó bajos las ruedas del vehículo. Sufrió varias fracturas y fue internado en el hospital Rawson, donde perdió la vida dos días más tarde. Tenía apenas 38 años.

Prada superó una gravísima lesión que lo alejó del atletismo y le permitió encontrar en el boxeo su lugar en el mundo.

EL CABEZÓN DE ROSARIO

El 10 de marzo de 1924 nació en Rosario Alfredo Esteban Prada. Su primer acercamiento al deporte lo hizo a través del atletismo. A los 7 años sufrió el primer golpe duro que le dio la vida: sufrió una seria lesión en el fémur y le quedó una pierna más corta que la otra. Sus sueños se desvanecieron al mismo tiempo que sus amigos comenzaron a decirle Pata de catre. Más tarde se transformó en el Cabezón.

Le recomendaron nadar para fortalecer la cadera y tener más posibilidades de desplazarse con cierta normalidad. Le costaba mucho caminar. Al poco tiempo, descubrió otro deporte que lo atrapó de inmediato: el boxeo. Dicen que se decidió a tomarse a puñetazos con otro hombre porque le gustaba una compañera de la escuela -sí, en esos tiempos de decía “le gustaba”- y pensó que podía enamorarla con sus triunfos sobre el ring.

Hizo un rico recorrido como púgil amateur y tras ganar algunos títulos en su provincia se mudó a Buenos Aires. Era un boxeador de enorme calidad técnica, un estilista del ring. El 2 de junio de 1941 se alzó con el título argentino de novicios (menos de 20 peleas) de la categoría liviano. Venció al cordobés José Pérez y, de acuerdo con lo narrado por La Prensa en ese entonces, “el ganador mantuvo un violento ataque que duró todo el combate”.

La edición de El Gráfico da cuenta del triunfo de Prada que dejó sin invicto a Gatica luego de fracturarle la mandíbula.

Saltó al campo rentado el 1 de mayo de 1943 con un triunfo por puntos sobre Aquiles Aquesta en el Luna Park. Fue campeón argentino y sudamericano de los livianos y tuvo una chance por el título del mundo contra el estadounidense Sandy Saddler. El 2 de junio de 1951 perdió por nocaut en el Luna Park y jamás volvió a presentársele una oportunidad semejante.

Su derrota con Saddler tuvo como espectador a Perón. Al presidente le gustaba el boxeo y así como iba seguido a ver a Gatica, tampoco se perdía las presentaciones de Prada. El Cabezón se consideraba cercano al mandatario, aunque no se enrolaba en cuestiones políticas con la misma intensidad con la que lo hacía su tradicional oponente. El rosarino contó en una entrevista que él era más cercano a Perón que el propio Gatica, quien contaba con la simpatía de Eva, la esposa del jefe del Estado.

Prada construyó una sólida carrera, ya que cosechó 81 triunfos (36 por nocaut), 5 derrotas (una por la vía rápida) y 13 empates en 99 combates. Se despidió el 17 de noviembre de 1956 con un éxito por puntos sobre el chileno Andrés Osorio que le permitió apoderarse del título sudamericano de los livianos, que estaba vacante. Luego de ese triunfo, anunció su retiro: “Señores, como ya anuncié previamente, este es el último combate. Dejo de boxear y le agradezco mucho al boxeo. Dejo el boxeo antes de que el boxeo me deje a mí. Quiero seguir siendo Alfredo Prada”.

El Cabezón castiga a Gatica. A diferencia de su rival, Prada llegó a ser campeón argentino.

Los caminos de los antiguos adversarios volvieron a cruzarse lejos del ring en una etapa difícil de la vida del puntano. Prada abrió un restorán y le ofreció trabajo al Mono, quien era un imán para los clientes. Para muchos, Prada se abusó de la popularidad de su rival; otros sostienen que lo ayudó a hacerse unos pesos cuando la pobreza volvía a cernirse sobre él. El Cabezón murió a los 83 años el 25 de mayo de 2007, justo el día en el que el Mono habría cumplido 82.

SEIS COMBATES PARA EL RECUERDO

La primera pelea entre Gatica y Prada terminó con el triunfo del Tigre por la descalificación del rosarino. Ese combate se extendió formalmente por cuatro rounds, aunque en realidad continuó un rato más. Ante el descontento del público por el fallo, los contendientes empezaron a amenazarse e insultarse sobre el cuadrilátero y retomaron el enfrentamiento en los camarines, donde, ya sin un juez ni jurados, volvieron a pegarse con la misma virulencia que habían mostrado un rato antes.

Más allá del golpe bajo que definió el pleito, los testigos habían visto a un Prada muy superior. Eso hizo que gran parte de los espectadores estallara de furia por el resultado. La reacción contagió a los boxeadores y así, casi del mismo modo casual con el que los protagonistas se conocieron en la FAB, nació la rivalidad más emblemática de ese deporte.

En cada pelea, Gatica y Prada dividieron al público que vibraba en las tribunas del Luna Park.

Se pactó la revancha para el 13 octubre de 1942, es decir una quincena después del capítulo inicial de la historia de este duelo destinado a ser recordado por siempre. Se toparon en Castro Barros 75. La puja fue muy pareja y tan intensa como la anterior. La victoria quedó en poder de Prada, quien prevaleció por puntos. Poco después, ambos saltaron al profesionalismo y sumaron en ese ámbito cuatro ediciones más de un enfrentamiento que dividió a los amantes del pugilismo.

El Luna Park les abrió las puertas de par en par el 31 de agosto de 1946. El triunfo por puntos del Tigre al que el ring side llamaba Mono se consumó por puntos en otra pelea furiosa y sangrienta. Eso le puso fin al invicto de Prada. Se pegaban tanto que en cada golpe parecía alimentarse el antagonismo. Menos de 12 meses más tarde, el 12 de abril del ´47, Prada se desquitó ganando por nocaut técnico en una épica pelea en la que Gatica sufrió la fractura del maxilar y aguantó hasta el sexto round en esas condiciones.

Al puntano le tomó un tiempo recuperarse y retornar a la actividad. Por supuesto ansiaba vérselas nuevamente con el rosarino. Antes de volver a pelear con él se encontró con Livio Sosa, quien con su ausencia seis años antes había hecho posible el nacimiento de ese clásico del boxeo. Gatica noqueó a un rival que llevaba 11 derrotas y una pelea sin decisión. Prada, en cambio, nunca dispuso de la oportunidad de intercambiar golpes con Sosa.

El 18 de septiembre de 1948 Gatica venció al Cabezón, quien besó la lona en el séptimo round. El Mono triunfó por puntos en una contienda de trámite muy parejo. Julio Ernesto Vila, uno de los mayores especialistas en boxeo del periodismo argentino, reveló una vez que “las victorias drásticas y contundentes fueron para Prada y las decisiones polémicas y apretadas para Gatica’’.

Pasaron cinco años hasta que el Luna Park recibió otra vez a los encarnizados adversarios. El máximo escenario del boxeo argentino había sido la sede de los cinco choques anteriores. Las tribunas repletas, como siempre, asistieron el 16 de septiembre de 1953 al nocaut con el que Prada retuvo el título nacional de los livianos. El rosarino fue el claro dominador de esa pelea presenciada por 23.500 personas que reventaron las boleterías con una recaudación récord de 754.435 pesos. Nadie quiso perderse la última edición del duelo Gatica – Prada, el gran clásico del boxeo argentino.