La primera Generación Dorada terminó siendo la generación perdida

El baúl de los recuerdos. Argentina se llevó el título en el Mundial de básquet de 1950. Tenía un gran equipo, pero sus jugadores fueron víctimas de persecución política y debieron interrumpir sus carreras.

Mucho antes de que Emanuel Ginóbili, Luis Scola, Andrés Nocioni y compañía se transformaran en los grandes símbolos del básquet nacional, Argentina tuvo un grupo de grandes jugadores que se alzó con el título en el primer Mundial de la historia, en 1950. Lo que no lograron los doble medallistas olímpicos Manu, Luifa y el Chapu lo consiguió una Selección que puede considerarse la versión inicial de la Generación Dorada. Sin embargo, ese equipo fue perseguido por la dictadura militar instalada en el poder en 1955 por su presunta identificación política con el peronismo. Se le prohibió seguir compitiendo y terminó transformándose en la generación perdida.

La historia del Seleccionado que se consagró en 1950 comenzó dos años antes, en los Juegos Olímpicos de Londres. Se designó como entrenador al profesor Jorge Canavesi. Argentina cumplió un papel no demasiado destacado, pero tuvo en jaque a Estados Unidos -la eterna potencia del básquetbol- al que vencía 33-26 al término de la primera etapa. Acabó perdiendo por un ajustado 59-57.

La Federación Internacional de Baloncesto (FIBA) desarrolló durante los Juegos del ´48 un congreso que decidió la realización del primer Mundial. Se eligió a Argentina como sede. Junto con el local participaron en ese certamen nueve equipos, ocho de ellos surgidos de una etapa de clasificación y uno por invitación.

El equipo desarrolló una preparación inédita para el Mundial.

A esa primera edición, que tuvo lugar en el Luna Park, accedieron Estados Unidos, Francia y Brasil (los tres mejores de Londres ´48), Egipto (campeón europeo en 1949; sí, en ese entonces competía en el Viejo Continente), Italia, España (ambos llegaron a través de un torneo clasificatorio), Uruguay, Chile (los mejores del Sudamericano del ´49, sin contar a Brasil y a Argentina) y Ecuador (por invitación). Al final, Italia desistió de intervenir y en su reemplazo estuvo Yugoslavia. Uruguay tampoco dijo presente y lo sustituyó Perú.

UNA PREPARACIÓN INÉDITA

En esos tiempos, Canavesi no podía elegir a los integrantes del plantel. Lo hacían las autoridades del básquet nacional. Sin embargo, con vistas al Mundial logró que le permitieron designar a los jugadores que iba a tener a su cargo. Junto con su colaborador Casimiro González Trilla y con el preparador físico Jorge Boreau armó una preselección de 50 hombres hasta reducir la lista a 16, de la que salió la nómina definitiva, de 12.

Los bases Raúl Pérez Varela, Ricardo Primitivo González (capitán del equipo) y Roberto Viau; los escoltas Hugo Del Vecchio, Rubén Menini y Pedro Bustos; el alero Juan Carlos Uder; los ala-pivotes Leopoldo Contarbio y Omar Monza y los pivotes Oscar Furlong (gran figura de la Selección y del Mundial), Vito Liva y Alberto López conformaron la delegación mundialista. Quedaron como reservas Alberto Lozano, Jorge Nuré, Ignacio Poletti y Osvaldo Venturi.

Con el apoyo del gobierno de Juan Domingo Perón, que extendió licencias laborales para los jugadores, Canavesi diseñó una puesta a punto inédita para un grupo de deportistas amateurs. El equipo quedó concentrado en las instalaciones de River durante dos meses. Un arduo trabajo físico e intensas sesiones de práctica en la cancha permitieron conformar una Selección con una energía desbordante y un excelente nivel de juego.

UN CAMPEÓN ARRASADOR

El 23 de octubre de 1950 Argentina debutó con una clara victoria por 56-40 sobre Francia, con 14 puntos de Pichón Contarbio. Cinco días después -y ya en la fase final- dio cuenta de Brasil por 40-35. En esa ocasión, el goleador fue Pillín Furlong, con 15. A esta altura conviene aclarar que los marcadores no eran muy abultados, ya que en ese entonces todavía no existía el triple, que fue adoptado por la FIBA recién en 1984.

Lucha por la pelota Oscar Furlong, la gran figura argentina.

Las huestes de Canavesi dieron cuenta de Chile 62-41 (la figura fue el Negro González, con 15 puntos) el 30 de octubre y 24 horas más tarde volvieron a doblegar a Francia por 66-41 con una docena de tantos de Furlong. El 1 de noviembre superaron holgadamente a Egipto por 68-33 con una tarea en ofensiva bien repartida: 15 puntos del Negro González, 11 de Uder, 8 de Viau y 8 de Monza.

El último partido de la ronda decisiva se disputó el 3 de noviembre. Las tribunas del Luna Park estuvieron colmadas por más de 21 mil espectadores. El básquet empezaba a ganar terreno como deporte popular. La espectacular producción argentina desataba un fenómeno como mucho tiempo después provocaron el tenis de la mano de Guillermo Vilas en 1977, el vóley gracias el tercer puesto en el Mundial de 1982, el hockey sobre césped con Las Leonas y el básquetbol gracias a La Generación Dorada en los albores del siglo XXI.

El rival con el que los hombres de Canavesi pugnaban por el título era Estados Unidos. Bueno… en realidad no era exactamente la selección de ese país, ya que arribó a Buenos Aires sin jugadores de la NBA (su poderosa competición profesional) ni la NCAA (el famoso torneo universitario), sino que fue representado por Detroit Chevrolet, un equipo amateur que venía de ser campeón en la liga industrial norteamericana. Más allá de esta cuestión, fue considerado oficialmente como el seleccionado estadounidense.

Argentina salió a la cancha con Viau (aportó 2 puntos), Ricardo González (7), Uder (1), Furlong (20) y Contarbio (8). También jugaron Bustos (1), Del Vecchio (14 y una notable faena defensiva), Pérez Varela (4), Menini (7), Monza (0) y Alberto López (0). Estados Unidos contó con una formación inicial integrada por Slocum (8), Langdom (6), Stanich (11), Reese (3) y Kahler (5), a quienes se sumaron Metzger (3), Parks (2), Jaquet (2), Fisher (0), Haffley (6) y Williams (4).

Una multitud siguió los partidos en el Luna Park.

El partido fue netamente favorable al local en el primer tiempo (triunfo albiceleste por 34-24), que se jugó con la tradicional pelota de cuero habitual de esa época. En el segundo, cuando por la insistencia de los estadounidenses se usó un balón de material sintético, fue algo más pareja (34-26 para los locales).

La Selección se llevó el título al imponerse por 64-50 con una curiosidad: la mitad de los puntos la consiguió desde la línea de tiros libres. El festejo fue estruendoso. Los jugadores recorrieron las calles acompañados por una multitud que enarbolaba antorchas en homenaje a los campeones mundiales. Como era de esperar, quedó en el recuerdo como La noche de las antorchas.

Furlong fue designado MVP (Jugador Más Valioso) del torneo y junto al Negro González integró el equipo ideal, que se completó con el estadounidense John Stanich, el chileno Rufino Bermedo y el español Álvaro Salvadores. Este último, que había nacido en Chile, fue el máximo anotador del certamen con un promedio de 13,7 puntos por partido.

La pelota en manos de Ricardo Primitivo González, el capitán del equipo nacional.

El buen nivel del equipo le alcanzó para ganar un año después el Panamericano y para finalizar en un valioso cuarto puesto en los Juegos Olímpicos de Helsinki en 1952. La semilla del crecimiento del básquet argentino había sido plantada y germinaba con velocidad. Sin embargo, el principio del fin se aproximaba.

PROHIBIDO JUGAR

El presidente Perón se sumó a la celebración y les preguntó a los jugadores qué deseaban como premio. Pérez Varela le hizo notar al mandatario que necesitaba un auto para su actividad laboral. Para acceder a un vehículo hacía falta un permiso especial de importación, ya que en la Argentina no había producción.

Perón accedió y les extendió a los integrantes del plantel una autorización para traer los autos al país. Algunos no la usaron y la cambiaron por dinero para terminar sus casas. Ese beneficio los marcó eternamente.

Al mando del general Eduardo Lonardi, el ejército lanzó un levantamiento conocido como Revolución Libertadora que derrocó a Perón e instaló un gobierno dictatorial que se ocupó especialmente de borrar todo vestigio de peronismo. El básquet fue víctima inocente de esa situación.

Argentina doblegó a Estados Unidos en el último partido.

En enero de 1956, cuando la Selección ya pensaba en los Juegos Olímpicos de Melbourne, los integrantes del equipo fueron sometidos a un insólito proceso a cargo de la llamada Comisión Investigadora 49. Los acusaban de haber recibido beneficios económicos incompatibles con la práctica de un deporte amateur. Las licencias concedidas para la preparación mundialista y los permisos de importación de automóviles los condenaron para siempre.

Se decretó la suspensión de por vida de 35 jugadores que formaron parte del plantel de Canavesi. Se los desterró del deporte. Eran parias. Ni siquiera se podía hablar de ellos o de sus conquistas en los medios de comunicación. Les arruinaron sus carreras y también dinamitaron el progreso del básquet argentino. Finalmente, la sanción se redujo a 11 años, pero ya varios de ellos eran demasiado veteranos para volver a las canchas. Así, la primera Generación Dorada se convirtió en la generación perdida.