El Big Three se rindió a los pies del Rey David

El baúl de los recuerdos. David Nalbandian tuvo una semana inolvidable en octubre de 2007. Se coronó en el Masters 1000 de Madrid con victorias sobre Roger Federer, Rafael Nadal y Novak Djokovic.

El mundo del tenis siempre le reconoció a David Nalbandian un talento natural para jugar como pocos podían hacerlo. Técnicamente era un superdotado. El cordobés eligió disfrutar del deporte más que someterse a los poco plácidos rigores de la competencia. Del 15 al 21 de octubre de 2007 tuvo la mejor semana de su carrera y se quedó con el título en el Masters 1000 de Madrid. Y, por si fuera poco, consiguió algo único: les ganó sucesivamente a Roger Federer, Rafael Nadal y Novak Djokovic, los integrantes del venerado Big Three.

El repertorio de Nalbandian era muy rico. Hacía todo y todo lo hacía bien. Poseía una derecha potente y penetrante, planteaba duelos encarnizados desde el fondo de la cancha, subía a volear con muchas posibilidades de acertar en la definición y pegaba un revés a dos manos digno de ensueño. Sí, era un fenómeno.

Claro, también le gustaban los autos de carrera, los caballos de polo, la pesca, las reuniones con amigos… Vivir la vida fue la consigna del cordobés. Y lo hizo con intensidad y una eterna sonrisa de pibe travieso instalada en el rostro. Por eso no sufrió la pena de no haber alcanzado el número uno del ranking mundial que su calidad pudo haberle deparado y que muchos avizoraban al verlo en acción. Llegó al tercer puesto en el escalón de la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP). Llegó a ser nada más y nada menos que el Rey David

El cordobés poseía un talento único para jugar al tenis.

Una excursión de pesca con amigos se interrumpió en 2005 con un llamado a último momento para ser suplente en el Torneo de Maestros que le ponía fin a la temporada. Se bajó del certamen el estadounidense Andy Roddick y el cordobés tuvo que entrar en la cancha. Le faltaba ritmo de competencia y llevaba varios días sin empuñar una raqueta, pero salió a escena y avanzó hasta ganarle la final nada más y nada menos que a Federer, ese hombre que simboliza como nadie la perfección en el tenis.

Solo cuatro argentinos ganaron títulos de Grand Slam: Guillermo Vilas (Roland Garros en 1977, el Abierto de los Estados Unidos en 1977 y Australia en 1978 y 1979), Gastón Gaudio (Roland Garros en 2004), Juan Martín del Potro (Estados Unidos en 2009) y Gabriela Sabatini (Estados Unidos en 1990). Nalbandian no aparece en esa lista, pero es el único hombre de nuestro país que fue finalista en Wimbledon (en 2002, con apenas 20 años) y que accedió a semifinales en las cuatro principales citas del circuito.

A pesar de haber nacido en un país en el que sus tenistas se distinguen por su actuación en canchas de polvo de ladrillo, el cordobés mostraba lo mejor de su talento sobre superficies rápidas. Por eso el Masters de Madrid en 2007 aparecía como una gran oportunidad para él, más allá de que en ese momento se ubicaba 25° en el ranking de la ATP, bastante lejos del tercer lugar al que había trepado en marzo de 2006. Por supuesto no estaba en la lista de candidatos en un torneo en el que participaban Federer, Nadal y Djokovic.

El Rey David vivió en Madrid la mejor semana de su carrera.

TRES GRANDES

El tenis alumbró rivalidades históricas. Con la irrupción en el circuito de Federer, Nadal y Djokovic ocurrió algo inesperado: eran tres en discordia. Y esa discordia se prolongó durante muchos años. En el pasado los grandes duelos se daban entre dos. Sí, es verdad que en su momento Jimmy Connors, John McEnroe y Björn Borg construyeron una época excepcional de duelos entre ellos, pero fue durante un período relativamente breve.

Ivan Lendl vs. John McEnroe, Lendl vs. Boris Becker, Becker vs. Stefan Edberg, Andre Agassi vs. Pete Sampras… Quizás en el repaso podría agregarse algún otro clásico, pero pocos han adquirido la dimensión de los partidos que tenían -tienen- al suizo, al español y al serbio en acción.

Federer hoy está retirado. Los amantes del deporte extrañan su presencia en los courts. Muchos aún creen verlo jugar en algunos gestos de tenistas que crecieron admirando su estilo casi perfecto, de sobrehumana sensibilidad, preciosismo y efectividad al mismo tiempo. El suizo marcó una época.

Roger Federer fue, quizás, el jugador que más cerca estuvo de la perfección. 

En su caso sería absurdo postular que los números gobiernan al mundo, pero, si fuera cierto, se podría medir su grandeza con el segundo puesto en cantidad de títulos ganados (103, seis menos que Connors) y en los 20 torneos de Grand Slam obtenidos, lo que lo ubica tercero, detrás de Djokovic (24) y Nadal (22). El césped de Wimbledon es suyo. Esa superficie lo vio vencer en ocho oportunidades. Es uno de los máximos ganadores del US Open, junto con Connors y Sampras, con cinco éxitos.

Nadal todavía intenta dar batalla contra un cuerpo que se atreve a retacearle acompañamiento a su sed de victorias. El español está sufriendo recurrentes lesiones y por eso anticipó que 2024 puede ser su último año como jugador profesional. Durante más dos décadas regó las canchas con su sudor. Sangre y sudor. Su juego es sinónimo de garra, pero con el paso del tiempo evolucionó -los grandes no se conforman- y desarrolló una técnica soberbia que no se vislumbraba cuando parecía solo un prodigio de fortaleza.

Rafa es el rey del polvo de ladrillo. Fue 14 veces campeón en Roland Garros. Pero también ganó en cuatro ocasiones en Estados Unidos y suma dos coronas en Australia y otras tantas en Wimbledon.  En el recuento general de títulos aparece quinto con 92. Su legado también excede las cuestiones vinculadas con la aritmética. Siempre que surja un tenista tan dominante en las canchas lentas y con tamaña determinación se pensará en Nadal.

Rafael Nadal es el auténtico rey del polvo de ladrillo. 

Djokovic es estadísticamente el mejor. Nadie ganó tantos torneos de Grand Slam como él. Con 98 festejos en el circuito de la ATP no sería extraño presagiar que más temprano que tarde superará la marca de Connors. También lleva ventajas en el mano a mano con Federer y Nadal. Le pertenece el presente y el futuro a pesar del arribo de las nuevas generaciones representadas por el español Carlos Alcaraz, el italiano Jannik Sinner y el noruego Holger Rune y por las inmediatamente anteriores que tienen en el ruso Daniil Medvedev a su máxima figura.

El serbio no deja al público con la boca abierta por la belleza de su juego. Tampoco conmueve por su insuperable espíritu de lucha. Nole no es Federer ni Nadal. Tiene marca propia: la de la permanencia en los primeros planos con tiros precisos, una férrea mentalidad ganadora y una elasticidad digna de un contorsionista que le permite cubrir todos los rincones de la cancha.

Consiguió diez títulos en Australia, siete en Wimbledon, cuatro en Estados Unidos y tres en Roland Garros. Su capacidad de adaptación a las distintas superficies también lo ubica en un lugar de privilegio.

Novak Djokovic mantiene su vigencia. Hoy las nuevas generaciones intentan ponerle punto final a su supremacía.

En 2007, Federer estaba en el esplendor de su mágico recorrido por las canchas. En cambio, Nadal venía reponiéndose de una lesión y Djokovic recién había terminado de asomarse como protagonista estelar a la puja que hasta ese momento mantenían el suizo y el español para dirimir quién era el mejor tenista del mundo.

Hasta entonces, Federer y Nadal habían estado frente a frente a 13 veces, con ocho triunfos del español y cinco del suizo. Diez de esos enfrentamientos habían correspondido a finales: Rafa registraba victorias en los duelos por el título en 2006 Dubai, en los Masters 1000 de Montecarlo y Roma y en Roland Garros 2006 y 2007; Roger lo había hecho en el Masters 1000 de Miami 2005, en Wimbledon 2006 y 2007 y en el Masters 1000 de Hamburgo 2007.

Federer dominaba a voluntad el mano a mano con Djokovic con cinco éxitos, entre ellos el de la final de US Open 2007. El serbio solo había prevalecido en la definición del Masters 1000 de Canadá ese mismo año. Y Nadal se había encontrado con Nole en siete oportunidades, con cinco triunfos (entre ellos la final de Indian Wells y las semifinales de Roland Garros y Wimbledon en 2007) y dos del balcánico (cuartos de final de Miami y semifinales de Canadá de ese año).

Con estas imágenes, Madrid presentó el torneo. Era la confirmación de que el Big Three tenía a los favoritos para quedarse con el título.

LA GRAN SEMANA DE NALBANDIAN

Cuando Nalbandian llegó a Madrid todas las miradas estaban posadas en el trío Federer-Nadal-Djokovic. Los líderes del ranking mundial integraban el lote de principales candidatos en ese Masters 1000 que por aquellos días se jugaba sobre canchas rápidas y al final de la temporada. El cordobés estaba confiado, pese a que el cuadro no le había deparado buenas noticias al depositar en su camino a los máximos favoritos al título.

Más allá de los designios del destino, el Rey David primero debía afrontar el debut contra el francés Arnaud Clement. El galo había llegado a ser top 20 en los albores del siglo XXI, pero no se intuía que se convirtiera en un rival de cuidado. Así y todo, Nalbandian necesitó poco más de dos horas para imponerse 5-7, 6-2 y 6-4.

Mucho más difícil se presentaba su choque de la segunda ronda con el checo Tomas Berdych, quien era el noveno principal jugador del torneo. El cordobés cayó 4-6 en el primer set, pero reaccionó y se llevó los dos siguientes por 6-4 y 7-6 (2) en otro partido que superó los 120 minutos de duración.

Nalbandian demolió a Nadal en sets corridos.

La recuperación del argentino era una buena señal para el futuro inmediato, que le deparaba vérselas con Juan Martín del Potro. Delpo era un joven de 19 años que prometía asumir un rol protagónico en el mundo del tenis. Justamente por esa razón, el tandilense, 53° del ranking, había recibido una invitación especial para jugar en Madrid. Venía de dejar fuera de carrera al español Tommy Robredo -octavo cabeza de serie-, pero nada pudo hacer con un potente Nalbandian que ganó 6-2 y 6-4.

En los cuartos de final se topó con el primer integrante del Big Three. Estar cara a cara con Nadal significaba entregarse a una lucha extensa y agotadora. No fue el caso. Nalbandian despachó al español en apenas una hora y 11 minutos por un claro 6-1 y 6-2. Es verdad que Rafa estaba algo fuera de ritmo y que la superficie del Madrid de ese entonces no lo ayudaba, pero pocos habrían apostado por una victoria tan contundente del cordobés.

Se trataba del primer triunfo del Rey David en su historial personal con el español. Pocos días después sumó su segundo y último halago contra Nadal en la final del Masters 1000 de París. Ese dato demuestra que el 2007 de Nalbandian fue impresionante. Ganó dos torneos importantes y terminó el año otra vez entre los diez mejores del escalafón de la ATP.

Djokovic tampoco pudo con la contundencia del cordobés.

Djokovic se interponía entre Nalbandian y la final. El serbio se había quedado con el único antecedente entre ambos en los octavos de final del Masters 1000 de Canadá de 2007. Ese año había sido el del afianzamiento definitivo de Nole. Además de los títulos en Adelaida, Estoril y Viena, había embolsado los primeros Masters 1000 de su carrera (Miami y Canadá).

El serbio constituía un obstáculo inmenso para las aspiraciones del argentino, pero Nalbandian jugó un partido impresionante y lo resolvió en sets corridos: 6-4 y 7-6 (4). El resultado no hacía más que ratificar el estado de gracia del Rey David. Estaba en un nivel fantástico y sus actuaciones reflejaban esa situación con nitidez. En la finalísima lo aguardaba Federer…

Increíble pero real, Nalbandian había derrotado al suizo en los primeros cinco cruces que tuvieron. De hecho, la paridad dominó el historial entre ambos: 11 partidos fueron ganados por el europeo y ocho por el cordobés. Federer nació apenas unos meses antes que el argentino (el helvético es del 8 de agosto de 1981 y David del 1 de enero de 1982) y por eso transitaron las etapas iniciales de sus carreras prácticamente de la mano. En los tiempos de juniors habían definido el US Open de 1998, cuyo título quedó en poder del futuro Rey David por 6-3 y 7-5.

El Rey David se repuso de una dura caída en el primer parcial y consiguió derrotar a Federer, el número uno del mundo.

Nalbandian se había lucido con un fabuloso 6-7(4), 6-7(11), 6-2, 6-1 y 7-6 (3) en la final del Torneo de Maestros de 2005. Federer se había desquitado en las semifinales de Roland Garros de 2006 y en la misma instancia de los Masters 1000 de Roma y Madrid de ese año. El choque por el título se daba con el suizo en lo más alto del ranking y con el cordobés en franco ascenso.

El suizo había emprendido un camino sin demasiados apremios hasta la definición del torneo madrileño. Se deshizo 7-6 (2) y 6-4 del estadounidense Robert Ginepri, 6-0 y 6-3 del argentino Guillermo Cañas, 7-6 (4) y 6-4 del español Feliciano López y, ya en semifinales, del alemán Nicolas Kiefer por un doble 6-4. No se había topado con los principales tenistas del circuito y el poco desgaste acumulado agigantaba su condición de favorito.

Federer refrendó esa idea con un cómodo triunfo por 6-1 en el set inicial. Se antojaba imposible que Nalbandian se pusiera de pie luego de haber sido derribado de tal manera por el número uno del mundo. El cordobés se levantó y sacó a relucir lo mejor de ese repertorio técnico que tantos admiraban el circuito. Tejió un doble 6-3 inapelable que le valió el primer Masters 1000 de su vida.

Era el cierre adecuado para la semana perfecta del Rey David, el único jugador que puede darse el lujo de golpearse el pecho y gritar con orgullo a los cuatro vientos que tuvo al Big Three rendido a sus pies.

La postal final: Nalbandian campeón luego de imponerse al venerable Federer.