¿La Torre de Tandil?, ¡La Torre de Nueva York!

El baúl de los recuerdos. En 2009 Juan Martín del Potro provocó un impacto en el mundo del tenis. Derrotó al por entonces casi invencible Roger Federer y se quedó con el Abierto de los Estados Unidos.

El Abierto de los Estados Unidos se había transformado en el coto privado de Roger Federer. El suizo de exquisito tenis había acaparado los títulos de 2004 a 2008. Asomaba como el favorito en 2009. Su abrumadora seguidilla en el último Grand Slam de la temporada se interrumpió por culpa de Juan Martín del Potro. El argentino, de 20 años, jugó un partido memorable y se quedó con la victoria por 3-6, 7-6 (5), 4-6, 7-6 (4) y 6-2 en una espectacular final. El 13 de septiembre de 2009, La Torre de Tandil se instaló con todo el esplendor de sus casi dos metros de altura en Nueva York.

Ya todos conocían a Del Potro en ese tiempo. Sabían que su brazo derecho despedía un drive de una velocidad asombrosa. Intuían que más temprano que tarde el argentino iba a ser una de las caras de la renovación del tenis. El antiguamente llamado deporte blanco se movía al compás de la música que interpretaban los maravillosos maestros de la época, Federer, el español Rafael Nadal, el serbio Novak Djokovic y el británico Andy Murray. Delpo llegaba al Abierto estadounidense de ese año en el sexto lugar del ranking.

El tandilense llevaba tres años en el circuito profesional y en 2007 ya había derrotado a un top ten: al español Tommy Robredo, noveno en el ranking. Doce meses más tarde confirmó todo lo bueno que se decía de él con una campaña triunfal que le valió sus primeros títulos. Consecutivamente festejó en Stuttgart, Kitzbühel (los dos sobre polvo de ladrillo), Los Ángeles y Washington (ambos en canchas duras). Se llevó todos los aplausos en julio y agosto de 2008. Por si fuera poco, terminó el año entre los diez mejores jugadores del escalafón mundial. Tenía apenas 19 años.

Delpo irrumpió con una fuerza arrolladora en el mundo del tenis.

En los primeros días de 2009 fue campeón en Auckland y en agosto derrotó a Andy Roddick, otro top ten, en la final de Washington. Ya había dado cuenta del estadounidense en la definición de Los Ángeles del año anterior. Las canchas rápidas les sentaban particularmente bien a dos golpes que manejaba a la perfección: el drive y el saque. Llegaba al US Open dando muestras de una proyección veloz y constante. Por supuesto nadie se atrevía a señalarlo como aspirante al título en un torneo en el que participaba nada más y nada menos que Federer…

EL VENERABLE ROGER

Federer ya era una leyenda del tenis. Lo sigue siendo por más que se haya retirado. Su estilo pleno de elegancia y efectividad no tiene tiempo. Lo venció una y otra vez con hazañas inolvidables. Fue imbatible en césped y en canchas duras. Y, cuando se lo propuso, también en polvo de ladrillo en momentos en los que Nadal dominaba a voluntad sobre esa superficie. Entre febrero de 2004 y agosto de 2008 ocupó el primer puesto del ranking de la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP). Pocas veces el número uno identificó tan bien al mejor.

Acaparaba en esos días 61 títulos en su paso por las canchas. Quince de ellos los había obtenido en las selectas citas de Grand Slam. Tres veces campeón en Australia, seis en Wimbledon, una en Roland Garros y cinco en Estados Unidos… Se antojaban cifras estremecedoras para un jugador que hacía que la perfección tenística tenga nombre y apellido. Quizás resulte exagerado, pero si existe la perfección en un deporte, el suizo es quien más cerca estuvo de personificarla. En 2009 esa sensación fue casi indiscutible, pues ganó las finales de dos de los cuartos torneos grandes.

El camino de Federer hacia su sexta definición consecutiva en Flushing Meadows había servido para ratificar su condición de máximo favorito. Le bastaron tres sets para doblegar al estadounidense Devin Britton en la primera ronda y con idéntica facilidad se libró luego del alemán Simon Greul. El australiano Lleyton Hewitt le ganó un set en la tercera fase, pero no pudo hacer más que eso. Con comodidad dejó en el camino al español Robredo, volvió a ceder un parcial contra el sueco Robin Söderling en cuartos de final y no le tuvo piedad a Djokovic en semifinales.

Tras hilvanar cinco títulos consecutivos en Flushing Meadows, Roger Federer sucumbió ante Del Potro.

Su rival en la finalísima era Del Potro, quien había doblegado a su compatriota Juan Pico Mónaco y al austríaco Jürgen Melzer en sets corridos en las primeras etapas del torneo. El argentino debió trabajar más de la cuenta contra el austríaco Daniel Köllerer -conocido por su poco apego a las normas de la buena conducta en el deporte- y más tarde se lució contra el español Juan Carlos Ferrero. En los cuartos de final desbordó al croata Marin Cilic y en la instancia siguiente barrió por un triple 6-2 a Nadal, víctima de algunas molestias físicas, pero siempre aguerrido y tenaz.

UNA FINAL ESPECTACULAR

La lluvia había hecho de las suyas en la segunda semana del Abierto estadounidense. Tanto es así que la final prevista para el domingo 12 de septiembre pasó para el lunes 13. El duelo estaba planteado entre el hombre que se abrazaba a la posibilidad de sumar su sexto título y así dejar atrás el récord de cinco títulos que compartía con el estadounidense Jimmy Connors en la era abierta y el joven que irrumpía a palazos para demostrar que todo lo bueno que se decía de él tenía fundamento.

El estadio Arthur Ashe, cubierto por 23.219 espectadores, albergó una final espectacular. Fue larga, cuatro horas y seis minutos, y apasionante, con dos grandes tenistas apelando a sus mejores armas para quedarse con la victoria y luchando contra el destino cuando el partido se les hizo cuesta arriba. Federer dio una de sus clásicas funciones de gala en el primer set. Su exquisito drive, complementado con pelotas bajas que complicaban al argentino y le abrían paso para resolver en la red lo llevaron a quedarse con ese parcial por 6-3 en 40 minutos de acción casi celestial.

El suizo y el argentino protagonizaron una final fantástica.

Los nervios le jugaban una mala pasada a La Torre de Tandil. El suizo estaba a punto de sacar una ventaja que se intuía imposible de reducir, pero Del Potro reaccionó. Estaba perdiendo 5-4 y 30-15 con el saque de Federer. Luego de una mala respuesta del número uno del mundo a un globo, el tandilense apeló a furiosos passings paralelos para quebrar el servicio de su rival. Llevó el parcial a tie break y lo ganó 7-5. Una hora y nueve minutos se extendió ese pasaje que permitió entender que Delpo no estaba dispuesto a rendirse fácilmente.

Con un set por lado, el partido ya tenía un cierre abierto. La majestuosidad de Federer contra la potencia de Del Potro. Una batalla de estilos. Se quebraron mutuamente el servicio y el argentino tuvo una oportunidad para escaparse, pero dos doble faltas lo relegaron y al cabo de 40 minutos el suizo volvió a sacar ventaja con un triunfo por 6-4. Aunque estaba al frente, el desarrollo del juego era muy exigente, dado que su rival se mostraba cada vez más confiado y hasta se permitía festejar con el público instalado a la vera de la cancha.

Los derechazos del argentino se asemejaban a misiles que devastaban la siempre prolija tarea defensiva del líder del ranking. Además de sus condiciones técnicas, Delpo sacó a relucir una insaciable sed de triunfo y se repuso de momentos difíciles en los que Federer parecía encaminarse al éxito. Por eso extendió el set a otro tie break y terminó quedándose con él por 7-4. Fueron 62 minutos de lucha que sirvieron para poner en evidencia que el reinado del suizo pendía de un hilo. El quíntuple campeón del US Open estaba obligado a resistir e imponer sus condiciones. Un doble desafío.

La alegría de Delpo explota en el estadio Arthur Ashe.

No resistió. Y las condiciones las impuso ese Del Potro voraz que a fuerza de palazos y algunas sutilezas fue arrinconándolo. Se quedó con su saque en el amanecer del último set y no dejó de pegar. A Federer no le daba resultado su variedad de golpes para mantenerse a salvo de los demoledores drives del argentino. El tandilense siempre encontraba espacio para sacar un derechazo. Con el marcador 5-2 y tres match points a favor, atacó el segundo saque de Federer, cuya réplica se fue larga. Del Potro se desplomó sobre el cemento estadounidense. Más que desplomarse, La Torre de Tandil se había instalado para siempre en Nueva York.