La redes sociales y los peligros para la salud mental en la infancia

Todo elemento, tiene potencialmente la posibilidad de generar aspectos positivos, pero inevitablemente también negativos. Todo dependerá de las condiciones de su uso. Desde hace años se viene mencionando el peligro en el uso de redes sociales en particular en la infancia y adolescencia. A la probabilidad concreta y lamentablemente constatada de ciberdelitos (grooming, por ejemplo) se asocian los riesgos para la salud mental. En estos días un informe de una autoridad en salud pública de los Estados Unidos ha vuelto a poner el tema a la luz de los medios.
 Como sociedad, vamos dependido cada vez más de las plataformas de redes sociales para la comunicación, el intercambio de información y el entretenimiento. Sin embargo, el impacto de esta revolución digital en nuestra salud mental ha generado preocupaciones desde hace tiempo. Los reportes tanto académicos como de otras fuentes, son en la mayoría específicos, apoyados sobre situaciones concretas y no especulativas teóricas. Así, una niña que es captada en redes o un reto viral que ocasiona la muerte de un niño son hechos que conocemos desde hace años. Sin embargo, en los últimos días de mayo y mayormente en base a la difusión que le diera The New York Times del 23 de mayo de 2023, a un informe del Cirujano General ("General Surgeon") de Estados Unidos, el tema ha vuelto a ser objeto de interés. 
El informe periodístico hace referencia a un informe de 25 páginas titulado "Redes sociales y salud mental infanto-juvenil. Las sugerencias del cirujano General" (Social Media and Youth Mental Health The U.S. Surgeon General's Advisory ). Ya en otros artículos ("Trabajo: ¿salud o enfermedad?") hemos mencionado la figura del Dr. Vivek Murthy quien él mismo se expresa muy frecuentemente por redes sociales (@Surgeon_General), entendiendo el valor positivo que tienen. Hemo comentado que relata que al asumir el cargo imaginó epidemias infecciosas como su tema central para encontrarse con epidemias de salud mental, como la de la soledad. En un artículo previo, comentaba cómo en épocas de hiperconexión virtual se alza, de manera quizás lógica, una epidemia de soledad (personas hiperconectadas y cada vez más solas). En cuanto al tema trabajo y salud, publicó previamente "La Salud Mental y el bienestar en el trabajo" (The Surgeon General's Framework for Workplace Mental Health and Well-Being).
Quizás entendió su rol de llevar la atención a los medios y así al gran público temas que si bien están bajo estudio hace años, es necesario colocarlos en la agenda colectiva. Así, en lugar de ocuparse de temas muy específicos y descontextualizados, ha elegido centrarse en los grandes temas que hacen al bienestar: trabajo, soledad, y ahora redes sociales y juventud. En cuanto a la información existente, pero que no llega a la toma de decisiones concretas, refiere un fenómeno similar respecto a la soledad diciendo que le sorprendió la cantidad de información existente , pero sin consecuencias en la acción. Quizás por ello los últimos dos capítulos del informe actual, son ilustrativos del fin buscado. "Temas críticos aun sin respuestas" (Critical Questions Remain Unanswered) y "Debemos actuar. El camino por delante" (We Must Take Action: A Way Forward). Es decir, al igual que en el tema de la soledad no pretende "descubrir" un tema sino colocarlo en el lugar de agenda de la Salud Pública y evidenciar la necesidad de acciones concretas. Esta toma de decisiones y la forma de difundirlas la vimos en un #Tweet reciente de @Surgeon_General, en el que anuncia un plan nacional para luchar contra la epidemia de soledad, por el impacto sobre la salud pública y "el extraordinario poder sanador de nuestras relaciones".
En ese informe insta a una mayor conciencia sobre los efectos de las redes sociales en la salud mental, y señala el papel significativo que éstas desempeñan en la configuración de nuestro bienestar. Busca asimismo crear conciencia sobre las posibles consecuencias negativas del uso excesivo de las redes sociales, subrayando la necesidad de investigación, cambios en las políticas y sin deslindar la responsabilidad individual para mitigar el impacto en la salud mental.
Enfatiza en su primer capítulo que, si bien las plataformas de redes sociales ofrecen innumerables oportunidades potenciales positivas para la conexión, la expresión personal y el intercambio de conocimientos, a su vez hay efectos potencialmente perjudiciales para la salud mental. El surgimiento de las redes sociales ha transformado indudablemente la forma en que interactuamos, accedemos a información y percibimos el mundo. Sin embargo, numerosos estudios han destacado las posibles asociaciones entre el uso de las redes sociales y problemas de salud mental como la depresión, la ansiedad, la soledad y la baja autoestima. 
Posteriormente aborda dos temas a veces no considerados y son el impacto del tiempo de exposición, pero también del tipo de contenido y las etapas madurativas. Destaca el papel de los algoritmos y el marketing digital en el agravamiento de los efectos negativos de las redes sociales. Estos algoritmos, diseñados para maximizar la participación de los usuarios, a menudo priorizan el contenido que genera fuertes respuestas emocionales. La búsqueda de provocar una respuesta emocional es sabido como elemento central del marketing, de la propaganda desde Bernays hace 100 años. Como resultado, los usuarios son más propensos a encontrar contenido divisivo, polarizador y emocionalmente cargado, lo que contribuye a un aumento del estrés, la ansiedad e incluso la radicalización de posturas. Las prácticas de marketing digital también desempeñan un papel importante en la promoción de hábitos poco saludables y el refuerzo de percepciones negativas sobre uno mismo. La publicidad dirigida, que explota las vulnerabilidades de los usuarios y promueve estándares de belleza poco realistas, puede tener efectos perjudiciales en la imagen corporal y la autoestima, especialmente entre los jóvenes. Un factor clave que contribuye a estos resultados negativos es la naturaleza omnipresente de las redes sociales, que a menudo crea una percepción distorsionada de la realidad. Los usuarios están bombardeados con contenido cuidadosamente seleccionado, que a menudo presenta una versión idealizada de la vida de los demás. Esto puede llevar a sentimientos de inadecuación, comparación social y una percepción distorsionada de la propia valía. Además, la exposición constante al ciberacoso, los comentarios ofensivos y el acoso en línea puede tener implicaciones psicológicas profundas, exacerbando aún más los problemas de salud mental.
Finalmente plantea qué se puede hacer desde los diferentes ámbitos o roles, la política, las empresas tecnológicas, las familias, los investigadores, sin deslindar lo que los propios implicados, los niños, adolescentes y jóvenes pueden hacer. Es interesante este capítulo por lo que mencionaba antes, venimos trabajando, investigando y exponiendo desde hace años en particular sobre las situaciones extremas. En nuestro país hasta llegaron a la ley Micaela (Grooming), pero de alguna manera como todas las otras áreas que hacen a la salud mental son esfuerzos aislados y en muchos casos solo ligados a grupos, por ejemplo, académicos o investigadores, que quedan autolimitados. El informe e interesantemente la respuesta de la prensa, sugieren la necesidad de un trabajo conjunto en todos los frentes. 
Las estrategias propuestas son:
*Aumento de la investigación: se requieren investigaciones científicas rigurosas para comprender mejor la relación compleja entre el uso de las redes sociales y la salud mental. Esta investigación puede respaldar intervenciones basadas en evidencia.
*Alfabetización digital y educación: promover la alfabetización digital y educar especialmente a los jóvenes, sobre el uso responsable de las redes sociales y el pensamiento crítico, para navegar por el panorama digital de manera más consciente.
*Cambios en las políticas: los responsables de la formulación de políticas deben colaborar con las compañías de redes sociales para desarrollar y hacer cumplir regulaciones que protejan la salud mental de los usuarios. Estas medidas pueden incluir algoritmos transparentes, mecanismos de verificación de edad y mejores prácticas de moderación de contenido.
*Responsabilidad individual: las personas deben asumir un papel activo en el manejo de su consumo de redes sociales y establecer límites para mantener un equilibrio saludable entre las actividades en línea y fuera de línea. Practicar el autocuidado, fomentar las relaciones en la vida real y buscar apoyo cuando sea necesario son pasos esenciales para proteger el bienestar mental.
En conclusión, si bien las redes sociales indudablemente ofrecen enormes beneficios, debemos reconocer y mitigar colectivamente sus posibles consecuencias negativas. Al fomentar un enfoque integral que involucre la investigación, los cambios en las políticas y la responsabilidad individual, podemos aspirar a un futuro digital más saludable en el que las redes sociales convivan armoniosamente con nuestro bienestar mental.