La infancia en el centro de las acciones que buscan destruir a la sociedad

En los últimos días, una campaña publicitaria en España desató una serie de respuestas en redes sociales en diversas partes del mundo. La contingencia permite señalar, hacer visible, una tendencia en el mundo y es la persistente e intensa acción que busca sexualizar a la infancia, asociando eso a otras acciones como las operaciones de cambio de sexo, que tantos desastres están dando por resultado. Pero vamos a ésta, ya que bajo la cubierta de un error no deja de actuar como la propaganda desde las cual se lanzan globos de ensayo, es decir intentos para ver la respuesta y ya luego ir habituando a la población a esto.
Hemos mencionado en varias oportunidades al origen moderno de la propaganda y de la figura del sobrino de Freud, Edward Bernays y cómo sus planteos hace un siglo siguen modelando la forma de instalar ideas en el público. Una de las características que persiste y se ha perfeccionado al día de hoy, es lanzar ideas controvertidas, que transgreden la norma vigente, pero luego en función de la respuesta obtenida, volver atrás en ellas, inclusive cuestionándolas. La idea transgresora ya ha sido “presentada en sociedad” y así de alguna manera ya ha estado instalada. Sin duda, la expresión que las teorías tachadas como conspirativas, anticientíficas, etcétera, son solo la anticipación de la realidad, se cumple. 
Una forma de ello es la programación predictiva, en la cual una idea se instala mucho tiempo antes de ser expuesta plenamente al público y permite ver cómo en diversas áreas temas absolutamente impensados en un momento, pasaron de ser parte de la ficción, de series, y hasta de debates televisivos que en su momento no se entendía la razón de los mismos por el absurdo que representaban, para que luego se instalen como (falso) dilema. Nadie hubiera dudado de sacar del aire una emisión televisiva hace por ejemplo 20 años que planteara la posibilidad de amor entre menores y adultos, hoy eso es un tema ya casi instalado. El camino, sin embargo, comenzó hace varias décadas, como se puede constatar en algunos casos célebres en la década de los años 70/80 en Francia. 
Respecto a la programación predictiva, o más precisamente a la instalación de nuevas normas conceptuales y morales, es interesante una mirada a los sistemas de inteligencia artificial que ante una pregunta que reiteré en varios sistemas o plataformas, respecto a lo que es la programación predictiva responde, por ejemplo:
“…mediante el análisis de datos y la modelización predictiva, los gobiernos y organizaciones pueden identificar cuáles serán los problemas emergentes o las preocupaciones de la ciudadanía en el futuro. Con esta información, pueden adelantarse a los eventos, preparando iniciativas legislativas o campañas de comunicación que coloquen estos temas en el centro de la atención pública”.
O sea, la respuesta es que son temas que se estudian por anticipado para nuestro bien. Ahora bien, ¿eso incluye y responde a la idea de sexualizar a la infancia por ejemplo? Es en este contexto que viene a instalarse el tema del anuncio en la vía pública en España. 
El Ayuntamiento (quizás nosotros lo llamaríamos municipalidad) de Almería, dice haberla lanzado “por error” en el marco de una campaña contra la violencia de género, un anuncio en la que por alguna extraña conexión se vinculaba el sexo con menores y en particular su capacidad de dar consentimiento en una imagen. El cartel venía encabezado con la imagen de un menor y el mensaje “Si dices no, no es sexo, es agresión”.  Es decir, el problema es la agresión, que sumado a los repetidos mensajes de “no es no”, dejan en suspenso de una manera sugestiva implícitamente que el menor puede estar en condiciones psíquicas y emocionales de decir no. Ese es el límite, no el delito del adulto. Si bien se dice que la campaña era destinada a la violencia de género, instala con la imagen de un niño que el mismo puede decir no, y eso supondría que en caso que no diga no, según podemos inferir, tener sexo con un mayor no sería un inconveniente.
Por supuesto, luego de la respuesta pública de rechazo a semejante dislate, el ayuntamiento, aduce un error del cual nadie parece ser responsable, aun cuando el anuncio portaba el logotipo no solo del ayuntamiento de Almería, sino que el del Gobierno de España, y la campaña se había sufragado con fondos del Ministerio de Igualdad en el marco del Pacto de Estado contra la Violencia de Género. 
En los términos de estudios poblacionales, el supuesto error de alguna manera sirvió de compulsa para ver el estado de la población respecto a un concepto/producto, al igual que se fueron instalando otras tantas imágenes primero de manera transgresora, como licencia artística o por error, para luego ser casi la norma. De hecho, la respuesta posterior a la crítica a nivel mundial fue mantener la campaña para, según señalaron, “concienciar y sensibilizar a la población almeriense sobre conceptos básicos de educación sexual para prevenir diferentes tipos de abusos sexuales”. 
En varias notas en La Prensa se han señalado los intentos de sexualizar a la infancia, las doctrinas transgénero así como las operaciones mutilantes y los “arrepentidos” (de lo  cual se habla poco), quienes al adquirir cierta madurez intentan volver para atrás una decisión que fue tomada a una edad que no podían tomarla. En muchos casos esa determinación es apoyada por el estado, aun interviniendo contra la opinión de los padres.
En nuestro medio muchas veces se ha jugado con la idea del consentimiento del menor, instalando una idea que no resiste el menor análisis. Ese es el éxito de lo publicitario, no apelar a la razón, ya que plantearía un debate imposible en ese terreno, sino a la consigna ideologizada y completamente descontextualizada. En realidad, ese menor que sabemos desde la perspectiva psicoevolutiva no está en condiciones de dar un si o un no en determinadas áreas, menos frente a la presión de un adulto, se transforma en rehén, en víctima de un mercado humano: el mercado de la infancia que rinde unos extraordinarios beneficios.
La campaña internacional en favor de desproteger y exponer a los menores, bajo la idea de darles el poder de decisión, se extiende a todos los ámbitos no solo el de la pedofilia que avanza a pasos agigantados. En los últimos tiempos empieza a ser evidente cómo esos menores también son no solo producto a consumir en su inocencia, sino que son consumidores, como vemos en el auge de las apuestas en la infancia, en la cual cada vez más inmediatas plataformas virtuales facilitan el juego llevando al inicio de comportamientos adictivos y a la traslación de los mismos a otros dominios que pueden significar, en la necesidad de procurarse fondos para esas apuestas, el ingreso en el mundo del delito.
Quizás tenga que ser muy claro en que la infancia no solo está en peligro, sino que está siendo desde hace mucho tiempo el objetivo principal de ciertas acciones que tienden a la destrucción de la sociedad, ya que el acoso a esos niños que serán pronto adultos los dejará en un mismo estado de indefensión y fácil presa de cualquier acción de control.
Lamentablemente, todo esto no es una novela distópica sino lo que ocurre, pero hay una intensa campaña que acompaña a la de dominación y control de la infancia y es la de instalar que cualquier intento de demostrar esto es parte de una especie de delirio conspirativo. Una de ellas es que un niño puede estar en condiciones de ser capaz de consentir.
Un hecho ocurrido en estos días demuestra que no lo es y no necesitamos esperar el futuro, solo basta mirar para atrás unos años, ver qué cosas creímos y ver cuáles se nos imponen ahora. El Parlamento alemán decide descriminalizar, reduciendo significativamente las penas, en caso de pornografía infantil. Esto quizás exima de todo comentario y resuma la famosa predicción de Orwell que, si no hacíamos algo ante el estado que él anunciaba en sus obras, el futuro era una bota sobre nuestras cabezas. Evidentemente se refería a la bota concreta, pero especialmente a nuestras mentes aplastadas ante nuevos paradigmas totalitarios.