¿Y si el secreto del bienestar estuviera en el intestino?
La ciencia avanza sobre el rol de la microbiota intestinal en funciones clave como la digestión, el metabolismo y hasta el estado de ánimo.
Cada vez más estudios demuestran que el estado de la microbiota intestinal -el conjunto de microorganismos que habitan el aparato digestivo- impacta directamente en la salud física, emocional y cognitiva. “Lo que comemos no solo influye en nuestra energía, sino también en el universo que habita en nuestro intestino”, explica la licenciada en Nutrición Patricia Mariela Chávez, de DIM Centros de Salud.
La ciencia ya reconoce a la microbiota como un órgano funcional, con un papel protagónico en la digestión, el metabolismo, el sistema inmunológico y el estado de ánimo. De hecho, se ha identificado el eje microbiota-intestino-cerebro como un área emergente en la prevención de trastornos mentales y enfermedades crónicas. No es coincidencia que al intestino se lo conozca como el segundo cerebro.
Si bien aún no existe un consenso definitivo sobre qué define una microbiota intestinal sana, cada vez se logra entender más sus señales y marcadores. “Lo que sí es claro es que una alimentación variada, rica en alimentos frescos y de origen vegetal, puede ser uno de los actos más importantes para nutrir no solo el cuerpo, sino también a los microorganismos que lo cuidan desde su interior”, agrega la especialista.
“Una dieta rica en frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y frutos secos favorece la diversidad bacteriana. Una alimentación estilo mediterráneo como una basada en plantas mínimamente procesadas, son aliadas para el equilibrio de la microbiota. En cambio, una alimentación basada en ultraprocesados, azúcares simples y bajo consumo de fibra tiene efectos negativos sobre la microbiota. Estos patrones favorecen el crecimiento de especies bacterianas menos beneficiosas, y se asocian con un mayor riesgo de inflamación intestinal”, señala.
La buena noticia es que la microbiota responde rápido a los cambios. “Existen estudios que muestran variaciones significativas en tan solo dos semanas al adoptar nuevos patrones alimentarios. Esta flexibilidad da una enorme capacidad de intervención para mejorar la salud digestiva, metabólica e incluso inmunológica”, destaca Chávez.
Cuidar la microbiota es una forma integral de cuidar la salud presente y futura. Pequeños cambios sostenidos en el tiempo pueden marcar una gran diferencia: lo que se incorpora a diario al plato también nutre y moldea el delicado ecosistema que habita en el cuerpo.