Xi Jinping promete que China nunca buscará ejercer una hegemonía global

El año 2018 se cierra con un ambiente lleno de preocupación. Es el generado por la guerra comercial abierta entre China y Estados Unidos, las dos principales potencias del mundo. El conflicto no ha sido resuelto, pese a que las dos partes están ahora hablando y tratando cansinamente de resolver el diferendo que las separa. Y no estamos frente a un tema que se pueda resolverse sólo con conversaciones. 

Lo que debería ocurrir es que se logre un cambio real de conductas, principalmente del lado de China, que ha venido dejando de lado -con toda suerte de picardías- las normas comerciales internacionales, que debió respetar. Por esto, el empeño hoy apunta a reformular la Organización Internacional del Comercio, de modo que ella pueda ordenar efectivamente el intercambio comercial de las naciones. La tarea no es simple. Ni puede hacerse velozmente. Pero es indispensable. 

Por esto, la importancia de lo dicho por el presidente chino Xi Jinping con motivo de cumplirse 40 años de que China pasara de ser una economía cerrada y casi misteriosa, a ser una exitosa, que externamente es tan abierta y pujante que ya es uno de los dos actores principales del comercio internacional.

TONO ORGULLOSO

Xi, con tono orgulloso, comenzó por dejar en claro, de inicio y una vez más, que China "no aceptará que nadie le diga que es lo que tiene que hacer". El mensaje referido responde al perfil nacionalista del actual líder chino, que con Mao y Deng Xiaoping es ya uno de los personajes más importantes de la historia china contemporánea. A lo que agregó, con ánimo más bien conciliador, que China "no se desarrollará a expensas de otras naciones". Lo cierto es que ya es la segunda economía del mundo y en su marcha ha naturalmente dejado atrás a otras naciones.

En su alocución, el presidente Xi agregó que China nunca pretenderá ejercer una hegemonía global. Menos mal. El mensaje se lanza cuando su economía pareciera estar disminuyendo el vertiginoso ritmo de crecimiento que la impulsara permanentemente a lo largo de las últimas décadas. Pero curiosamente, como para evitar toda suerte de ulterioridades en un ambiente internacional que se ha vuelto tenso, Xi no tocó, para nada, lo relativo a la dañina disputa comercial que su país mantiene con los EEUU.

China tiene sus propias ambiciones que, más allá de los discursos pretendidamente tranquilizadores, no deja de exhibir al mundo al tiempo de, por ejemplo, dominar el espacio que contiene al Mar del Sur de China con múltiples y modernas instalaciones militares que están siendo construidas con una impresionante velocidad y con toda prolijidad. En lo que es, quiérase o no, una señal de ambición de ser la potencia regional indiscutida en sus zonas inmediatas de influencia.
Para Xi, lo que China ha hecho en materia de desarrollo conforma "resultados épicos que han conmovido a cielo y tierra". Y tiene mucha razón, el milagro del desarrollo chino es tan asombroso como claro y, es más, es también indiscutible.

TRES ROLES

Para Xi, su país hoy juega tres roles centrales. 

a) El de promotor de la paz mundial.
b) El de defensor del orden internacional existente, que ciertamente la ha favorecido.
c) El de ser el líder en los esfuerzos que tienen que ver con el delicado tema del cambio climático.
 

No es poco. Ello es consecuencia de las reformas impulsadas por Den Xiaoping en 1978. Y del programa económico de apertura que se pusiera en marcha en diciembre del mismo año y fuera luego constantemente ratificado y sostenido. Con un éxito constante, desde entonces. Pese a que esa estrategia significó un cambio modernizador y radical de rumbo respecto del emprendido en su momento, en tiempos de Mao Zedong. Para el actual líder chino se trata, nada menos, que del orgullo de haber construido un socialismo distinto, con características chinas. Unico, entonces.
Aunque lo cierto sea que, políticamente, China sigue siendo un país no democrático y absolutamente rígido en materia política y claramente autoritario.

Pero lo cierto es que la influencia de Xi es histórica. Sus palabras, como las de Mao, están ya incluidas, cual evangelio sagrado, en la propia Constitución del inmenso país asiático. Esta notable estatura le permite a Xi ser implacable en su lucha contra la corrupción, caiga quien caiga. Lo que es fundamental cuando de conducir con mano firme el enorme país se trata. Por esto puede ser duro con los disidentes y con todos aquellos de los que, con o sin razón, su gobierno desconfía. Como sucede hoy con algunas sectas cristianas, que están siendo objeto de persecuciones, por desconfianza y razones de seguridad, esencialmente.

EL INGENIERO

Ajedrecista consumado y de profesión ingeniero al igual que Mauricio Macri, Xi es además de andar enigmático, difícil de leer. Pero su fortaleza política es notable. Nacido en 1953, es hijo de uno de los más tempranos revolucionarios comunistas y está casado con una mujer muy bonita: Peng Liyuan, casi más popular que él, desde que es una de las cantantes chinas más famosas de todos los tiempos, que mantiene un perfil discreto o, más bien, prudentemente bajo. Aunque acompaña devotamente a su esposo en su constantes viajes, a lo largo y ancho del mundo.

Xi sabe bien, por experiencia propia, lo que es ser perseguido. Ocurre que su padre fue purgado en 1962 y enviado a la cárcel. Como tantos en esos tiempos, con todo lo duro que esto seguramente significó para su entorno familiar. Xi sabe entonces que el poder tiene límites, que deben ser respetados en su ejercicio. ƒl mismo fue entonces re-educado cuando tenía apenas quince años de edad y cumplió castigos con trabajos físicos forzados en la localidad de Liangjiahe, durante siete largos, y presumiblemente amargos, años. Tiene una hija, Xi Mingze, que cursó estudios en Estados Unidos, en la privilegiada Universidad de Harvard.

Luego de esos tormentos Xi ingresó, pese a todo, en las filas del Partido Comunista Chino y trepó velozmente hasta ser designado como su cabeza política en Shangai, la segunda ciudad china y el centro financiero más importante del milenario país. En el 2012, fue elegido presidente.

Los líderes chinos tradicionalmente designaban discretamente a sus herederos, antes de dejar el gobierno. Xi no lo ha hecho y transmite la sensación de que no quiere estar sujeto a límites temporales de ningún tipo en el ejercicio de la presidencia de China. Sólo quien se sabe dominador indiscutido del escenario político chino puede adoptar una actitud de esta naturaleza, casi desafiante respecto de sus correligionarios. Una vez retirados, los líderes chinos suelen pasar a vivir una vida bastante discreta y alejada de las luminarias del poder. Cual regla no escrita.

Como sucede con Mao y con Deng Xioping, también el notable Xi ya tiene sus párrafos y oraciones insertos en el texto de la propia Constitución de su país. A la manera de un reconocido y verdadero padre de la patria. Queda visto que Xi es excepcional, más allá de las coincidencias o disidencias que se puedan, o no, tener con sus propuestas, ideas, visiones o conductas.

* Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.