No fueron pocas las veces que las páginas de este matutino recogieron los artículos de Violeta Shinya; durante largos años fue la gran reserva de la memoria de su tío abuelo el escritor Guillermo Enrique Hudson. Había nacido en Buenos Aires el 10 de agosto de 1903, hija de Yoshio Sinhya, un joven japonés que desembarcó en nuestras tierras en setiembre de 1900 al regreso del primer viaje de la fragata Sarmiento y de Laura Delhom Hudson, sobrina del autor de Allá lejos y hace tiempo.
A los cinco años quedó huérfana y quedó al cuidado de su tía Mary Hellen Hudson, la menor de los hermanos del escritor, que tenía 58 años, y había permanecido en aquel rancho en que fuera junto a las inmediaciones la fuente de inspiración de Guillermo en su infancia y que habría de plasmar en su obra. Junto a su tía recibió una esmerada educación, donde la figura del tío y las cartas que enviaba de Inglaterra siempre lo tuvieron presente en el grupo familiar.
Incentivada en ese ambiente familiar, obtuvo el título de maestra y en la Universidad de Buenos Aires de profesora en letras, y fue la primera docente nikkei, descendiente de padres japoneses nacida en la América y la primera universitaria en nuestro país, que ejerció -como bien lo señaló Ana Uaría De Mena-, durante más de tres décadas dejando un afectuoso recuerdo como gran formadora de varias generaciones.
GESTORA CULTURAL
Poseía el dominio de idiomas con fluidez, y se dedicó a traducir algunas de las obras de Hudson, que editaron reconocidas editoriales. Cuando se fundó el Museo y Parque Evocativo Guillermo Enrique Hudson en 1964, su sobrina nieta fue llamada a dirigirlo como no podía ser de otro modo. Durante 27 años estuvo al frente de la institución y contribuyó no sólo a aumentar su patrimonio, sino a crear una magnífica biblioteca. Nadie hablaba entonces de los gestores culturales ni se daban cursos, pero ella lo era en grado sumo por su pasión y entrega; lo hacía naturalmente, lo llevaba en las venas; y las visitas con sus comentarios atraían a los niños, y adultos que recorrían el histórico predio. Como instrumento de apoyo creó la Asociación de Amigos, que desarrolló una encomiable labor.
Por sus vinculaciones familiares, estuvo muy cerca de la Embajada de Japón y llevó a ese país, la obra de Hudson. En tres oportunidades estuvo en Tokio, y difundió la obra de su tío abuelo, en armonía con muchos principios de la cultura de ese país en lo referente a la naturaleza; además de interesar en la traducción de los textos de Hudson; todo ello además del beneficio cultural para ambos pueblos reportó en subsidios que entidades niponas supieron otorgar para solventar muchas de estas iniciativas.
Violeta fue a Estados Unidos e Inglaterra, para gestionar contribuciones que permitieron mejoras en el solar que habitara Hudson. Divulgadores de la obra en grado sumo lo fueron el embajador Masao Tsuda y al artista Taro Takano, que cantaba a Atahualpa Yupanqui y a quien Violeta acompañó al Festival de Cosquín. Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares le expresaron su simpatía y Alicia Jurado la gran estudiosa de Hudson le reconoció su labor; mientras que su nombre a través de programas de radio en los que divulgaba sus conocimientos, adquiría bastante popularidad, como que mencionarlo era suficiente para saber de quien se trataba.
Casi hasta el fin de sus días Violeta, visitó ese lugar entrañable. En la celebración de los cumpleaños de Hudson el 4 de agosto su presencia era infaltable, oportunidad en la que recibía el afecto y la consideración por su obra. Hace dos décadas un 3 de agosto de 2003 su inmenso y generoso corazón se detuvo para siempre, en el día de la Tradición quisimos evocar a una cultora de nuestras costumbres, de nuestro ambiente cuando de ello no se hablaba.
Este año en que estamos celebrando el 125 aniversario de las relaciones entre ambos países, celebración que finalizará en febrero del año próximo, ha sido y será motivo de una serie de eventos organizados por el embajador Hiroshi Yamauchi; Violeta es un claro ejemplo de la vinculación que une a ambos pueblos.
Un aspecto a destacar es que su padre hombre de vasta cultura, al que nos habremos de referir en algún momento, sin ser un funcionario diplomático no ostentar cargo oficial alguno, supo trasmitir la cultura japonesa en Argentina y Uruguay, lo mismo que en su país. Violeta Shinya además colaboró en Argentin Djijo y en La Plata Hochi, dos medios de la colectividad japonesa. Una placa debiera recordarla en la casa de su tío, como un renovado en este año tan especial.
A los cinco años quedó huérfana y quedó al cuidado de su tía Mary Hellen Hudson, la menor de los hermanos del escritor, que tenía 58 años, y había permanecido en aquel rancho en que fuera junto a las inmediaciones la fuente de inspiración de Guillermo en su infancia y que habría de plasmar en su obra. Junto a su tía recibió una esmerada educación, donde la figura del tío y las cartas que enviaba de Inglaterra siempre lo tuvieron presente en el grupo familiar.
Incentivada en ese ambiente familiar, obtuvo el título de maestra y en la Universidad de Buenos Aires de profesora en letras, y fue la primera docente nikkei, descendiente de padres japoneses nacida en la América y la primera universitaria en nuestro país, que ejerció -como bien lo señaló Ana Uaría De Mena-, durante más de tres décadas dejando un afectuoso recuerdo como gran formadora de varias generaciones.
GESTORA CULTURAL
Poseía el dominio de idiomas con fluidez, y se dedicó a traducir algunas de las obras de Hudson, que editaron reconocidas editoriales. Cuando se fundó el Museo y Parque Evocativo Guillermo Enrique Hudson en 1964, su sobrina nieta fue llamada a dirigirlo como no podía ser de otro modo. Durante 27 años estuvo al frente de la institución y contribuyó no sólo a aumentar su patrimonio, sino a crear una magnífica biblioteca. Nadie hablaba entonces de los gestores culturales ni se daban cursos, pero ella lo era en grado sumo por su pasión y entrega; lo hacía naturalmente, lo llevaba en las venas; y las visitas con sus comentarios atraían a los niños, y adultos que recorrían el histórico predio. Como instrumento de apoyo creó la Asociación de Amigos, que desarrolló una encomiable labor.
Por sus vinculaciones familiares, estuvo muy cerca de la Embajada de Japón y llevó a ese país, la obra de Hudson. En tres oportunidades estuvo en Tokio, y difundió la obra de su tío abuelo, en armonía con muchos principios de la cultura de ese país en lo referente a la naturaleza; además de interesar en la traducción de los textos de Hudson; todo ello además del beneficio cultural para ambos pueblos reportó en subsidios que entidades niponas supieron otorgar para solventar muchas de estas iniciativas.
Violeta fue a Estados Unidos e Inglaterra, para gestionar contribuciones que permitieron mejoras en el solar que habitara Hudson. Divulgadores de la obra en grado sumo lo fueron el embajador Masao Tsuda y al artista Taro Takano, que cantaba a Atahualpa Yupanqui y a quien Violeta acompañó al Festival de Cosquín. Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares le expresaron su simpatía y Alicia Jurado la gran estudiosa de Hudson le reconoció su labor; mientras que su nombre a través de programas de radio en los que divulgaba sus conocimientos, adquiría bastante popularidad, como que mencionarlo era suficiente para saber de quien se trataba.
Casi hasta el fin de sus días Violeta, visitó ese lugar entrañable. En la celebración de los cumpleaños de Hudson el 4 de agosto su presencia era infaltable, oportunidad en la que recibía el afecto y la consideración por su obra. Hace dos décadas un 3 de agosto de 2003 su inmenso y generoso corazón se detuvo para siempre, en el día de la Tradición quisimos evocar a una cultora de nuestras costumbres, de nuestro ambiente cuando de ello no se hablaba.
Este año en que estamos celebrando el 125 aniversario de las relaciones entre ambos países, celebración que finalizará en febrero del año próximo, ha sido y será motivo de una serie de eventos organizados por el embajador Hiroshi Yamauchi; Violeta es un claro ejemplo de la vinculación que une a ambos pueblos.
Un aspecto a destacar es que su padre hombre de vasta cultura, al que nos habremos de referir en algún momento, sin ser un funcionario diplomático no ostentar cargo oficial alguno, supo trasmitir la cultura japonesa en Argentina y Uruguay, lo mismo que en su país. Violeta Shinya además colaboró en Argentin Djijo y en La Plata Hochi, dos medios de la colectividad japonesa. Una placa debiera recordarla en la casa de su tío, como un renovado en este año tan especial.