EL JARDIN-HOMENAJE SURGIO DE LA IMAGINACION DE UN DIPLOMATICO INGLES

Viaje al laberinto de Borges

La Prensa visitó la finca de San Rafael donde el genial escritor argentino formó una entrañable relación con su dueña, Susana Bombal. Gracias a fortuitos sucesos del destino, hoy es una atracción turística de la ciudad.

­Pasaron 36 años de la muerte de Jorge Luis Borges, ocurrida el 14 de junio de 1986 en Ginebra, Suiza, un país alejado de su patria pero en el que eligió pasar sus últimos días rodeado de la más absoluta intimidad.

Uno de los mejores escritores argentinos de todos los tiempos presentía que su deceso se acercaba, y de hecho lo comprobó su amigo Adolfo Bioy Casares en una última comunicación telefónica, donde le confió: "no voy a volver nunca más''.

A partir de allí, como sucede con las leyendas, comenzaron los homenajes y reconocimientos (a excepción del Nobel, que la Academia sueca nunca le otorgó). Entre ellos se encuentra el laberinto mendocino de la Finca Los Alamos, en San Rafael, lugar de descanso del autor de El Aleph y donde conoció a Susana Bombal, dueña del establecimiento y con quien formaría a la postre una entrañable relación.

"Este lugar lo colonizó de alguna manera Domingo Bombal Ugarte, que fue el pionero de estas tierras y formó aquí su familia. Una de sus nietas, Susana Bombal, heredó la propiedad y tiempo después, al frecuentar el mundo artístico en Buenos Aires, conoció a Jorge Luis, con quien comienza a forjar una amistad. Esa relación fue creciendo y se volvió más profunda, más íntima, por eso vienen a este predio en San Rafael a pasar sus días de verano'', señala a La Prensa Mara López, guía y una de las encargadas del lugar.

-Años más tarde esa amistad desembocaría en este jardín, ¿cierto?

-Claro, y fue muy raro cómo se dio todo. En la vida de Susana, que también tenía familia en Inglaterra como Borges, aparece el diplomático Randoll Coate, que en sus ratos libres se dedicaba a diseñar laberintos (NdR: creó más de 50 para casas y castillos en Gran Bretaña). Resulta que Randoll (1909-2005) era un gran admirador de la literatura borgeana y se lo comenta a Susana. Entonces ella le dice que se venga para la Argentina que los quería presentar. A estos tres personajes los une una cadena de eventos que posteriormente van a dar forma a este proyecto del laberinto.

UN SUEÑO

-Randoll finalmente viene a la Argentina...

-Sí, y cuando vio a Borges dijo que era la persona más particular y especial que había conocido en su vida. Pero pasarían muchos años luego de ese encuentro para que se materializase el proyecto del laberinto. Fue recién en 1979 cuando Randoll tuvo un sueño: en él se vio a sí mismo diseñando un laberinto en su homenaje y junto a Borges y Susana recorriéndolo. Esto lo parafraseo, pero cuando se despierta traduce el sueño en una carta a Susana y le dice que creía pronto el deceso del escritor. Para él, era importantísimo que en algún momento pudiese ser recordado con algo que esté siempre vivo y particular. No quería una estatua o un mausoleo, consideraba que Borges era diferente. 

-Y justamente el laberinto era algo que lo identificaba...

-Exacto. Y es increíble cómo se fueron acomodando las cosas y estos personajes se conocen. Para Borges, en su literatura los laberintos son claves, son uno de los elementos que más aparecen en sus escritos, como los caminos que se bifurcan.

-¿Qué se tomó en cuenta para su diseño?

-Más que nada toda la simbología de la literatura borgeana. Por ejemplo, el bastón que lo acompañó durante casi toda su vida, también el signo de interrogación, un infinito, dos relojes de arena... todos ellos elementos que lo caracterizaron. Además están los nombres Jorge Luis Borges, las iniciales M y K (que se agregaron posteriormente por María Kodama), y el borde del laberinto representa un libro abierto al Universo, que era justamente una de las ideas principales de sus libros. Entre todos los laberintos que creó Randoll, este fue el más complejo del mundo.

EL IMPULSOR

El sueño de Coate hubiese quedado en el olvido si no fuera por Camilo Aldao, uno de los 5 sobrinos de Susana Bombal, quien al morir en 1991 le dejó como herencia todas sus pertenencias. Entre ellas, la famosa carta del embajador británico, algo que tomó por sorpresa al heredero pero también como un "mensaje místico": el proyecto debía realizarse.

Con esa maravilla entre sus manos, Aldao tomó la decisión de viajar a Londres para conocer personalmente a Coate, quien le entregó el diseño original con la esperanza de que se concretara. Tiempo después también se contactó con María Kodama, a quien le donó el croquis del proyecto. Y como si fuera poco, a este equipo se sumó Carlos Thays (nieto). Entre los tres intentaron construir el laberinto en algún lugar de la Ciudad de Buenos Aires, pero sin éxito. Sin embargo, al volver a San Rafael comprendió realmente el papel de su tía en el manuscrito: el laberinto debía construirse allí, en la finca donde conoció a Borges.

ATRACCION

San Rafael es sin duda uno de los destinos predilectos de Mendoza. Pese a ello, Mara López entiende que el surgimiento del laberinto de Borges provocó una explosión de turistas.

"Hoy en día estamos posicionados en un lugar espectacular, porque tanto en los comentarios de Google como de TripAdvisor hemos crecido un montón en visitas. Tenemos un público inmenso, muy amplio. Sin ir más lejos el año pasado tuvimos un promedio de 1.500 personas diarias, a las cuales queremos agradecer infinitamente porque son el sustento y permiten que esto siga evolucionando. Gracias a eso tenemos el laberinto, la torre Mirador, el restaurant, la cafetería. Y todo es un gran esfuerzo de Ignacio Aldao, que es uno de los herederos de parte de Susana y quien hoy lleva adelante todo este proyecto".

-¿Tienen pensado expandirlo?

-Totalmente. De hecho, Ignacio está todo el tiempo proyectando lo que quiere para el predio. La idea es ampliar la cafetería y la cocina, que ya está en un plano industrializado por la cantidad de comensales, tanto de día como de noche. Otro de los proyectos -que esperemos se concrete de acá a un par de años- es tener una bodega. La idea es tener una presentación espectacular con un fin más de la sommellerie y no tanto de la elaboración del vino, para que cada cliente pueda experimentar lo que cada copa nos dice.