Viaje al corazón de ‘Ciudad de Dios’

Toda la intimidad del rodaje de la serie inspirada en el filme de 2003, ambientado en el interior de una favela. En San Pablo, y no en Río de Janeiro porque resultaba demasiado riesgoso, un centenar de artistas y técnicos graban a diario en escenarios naturales. Los actores dicen que la situación no cambió en veinte años.

Por Agustín Argento*

‘Ciudad de Dios’ no sólo es la película brasileña más vista en el mundo sino la creadora del género favela film, un registro que demuestra su vigencia con el rodaje de una secuela en forma de serie que por estos días, más de veinte años después y luego de negociaciones con las administraciones de los barrios, lleva a cabo el grupo Warner Bros. Discovery en las calles de San Pablo para su plataforma HBO Max.

A las siete de la mañana el tránsito de San Pablo ya es agotador para alguien que no está acostumbrado. Dicen los paulistas que en hora pico aún es peor. La locación del día es en la favela -o "comunidad", como fueron rebautizadas- Jardim Iporanga, ubicada en el suroeste de la capital financiera de Brasil, a una hora aproximadamente de la coqueta Avenida Freire.
En una cancha de fútbol 5 a la entrada del barrio está dispuesta la zona de comidas para el personal que trabaja en esta serie, de la que también participa, aunque solo como productor, Fernando Meirelles, el director del aclamado filme. De un lado de un gran telón, las mesas, bandejas y el infaltable café; del otro, la zona de maquillaje del elenco.
En una de las mesas, Wellington Pingo, productor ejecutivo de la serie, espera sentado, café en mano, al grupo de seis periodistas latinoamericanos entre los que se encuentra este enviado de la agencia Télam como único medio argentino, para explicar los pormenores de este suceso con el que se intentará conquistar a las audiencias de América latina. "Esta es una película -explica Pingo- que nunca salió del inconsciente del mundo. Vemos chicos que ni habían nacido cuando se estrenó (en 2002), que conocen a todos los personajes".

ESCENARIOS
Pingo es uno de los máximos responsables de esta secuela. El revisó cuadro por cuadro la película de Meirelles para encontrar las locaciones adecuadas para la serie. También estuvo al frente de las conversaciones con los administradores de las favelas para poder filmar. En esta negociación, explica el productor ejecutivo, es necesario hablar con la verdad y puede suceder que sobre la marcha se deba cancelar el acuerdo.
"A Jardim Iporanga llegamos sobre el final, luego de tener que cambiar de comunidad porque justo antes del rodaje nos quisieron cambiar las reglas", señala el cineasta. Pingo explicó que siempre suelen contratar a personas de los barrios para cualquier rubro: desde el catering hasta los técnicos, pasando por actores, seguridad y extras. Por día, son cerca de cien personas abocadas al trabajo. "Somos como un circo ambulante de seis camiones que armamos y desarmamos todos los días", dice sobre esta serie que demandó un año de producción más otro de desarrollo.
Pingo debe regresar al set, pero antes surge la pregunta obligada: ¿Por qué no se filma en Río de Janeiro, donde transcurre la trama? El productor explica que se prioriza la seguridad y que en estos días la ciudad carioca está pasando "por un mal momento". De hecho, la entrevista sucedió dos días después de que las milicias prendieran fuego 35 colectivos en distintos puntos de esa urbe.
En el piso superior de este centro cultural modificado a set de filmación se encuentra en un momento de descanso Aly Muritiba, el director. Hoy le toca filmar una de las escenas finales entre el protagonista Buscapé y Ligia, un personaje ingresado para la serie, en una de las casas alquiladas. El nivel de realismo que buscaron junto a la productora O2 Films obligó a evitar el estudio para reproducir interiores y, por lo tanto, a buscar locaciones reales.
VEINTE AÑOS
Otro de los atractivos serán los flashbacks. El director aclaró que él será el que le dé la impronta estética y que va a diferir un tanto de la que diseñó para la recordada película Meirelles (quien tiene la última palabra), pero para retroceder dos décadas se apoyarán en imágenes inéditas del filme. "Mis referencias estéticas fueron el cine africano de los ‘60 y ‘70. La serie será más colorida, con planos secuencia diferentes", adelanta durante la semana 13 de rodaje, apenas a dos del final.
En concreto, la serie retoma la vida de Buscapé veinte años más tarde. Ya periodista hecho, se fue de la favela y ve la vida con mucha decepción. En ese momento aparece Ligia, una colega de oficio que regresa de España y le pide ayuda para escribir historias sobre la famosa favela carioca.
"Acá -explicó Muritiba- las protagonistas son las mujeres, desde la música con la hija de Buscapé intentando triunfar, como desde la cultura y el deporte. Las mejores practicantes de jiu jitsu son mujeres".
Son apenas las diez de la mañana y pareciera que fueran las seis de la tarde. En los pasillos de la favela ya corretean algunos niños que se entremezclan con la organización de pecheras azules y gorras celestes con la publicidad de la serie. En una terraza convertida en dojo de jiu jitsu aparece con una gran y tímida sonrisa Alexandre Rodrigues, que tantos años después retoma su papel de Buscapé.
"La película dejó parte de la realidad afuera. Yo, que vivo en una favela, me di cuenta de que había cosas que faltaban. Lo que se mostró es una parte de la realidad que no me representa. Me parece que el nuevo punto de vista trae la potencia de la gente que vive y lucha ahí adentro por el bienestar de los demás", dice Rodrigues.

DESDE CERO
La nueva capa de Buscapé se la agrega Ligia (Eli Ferreira), la periodista que lo busca para poder ingresar a Ciudad de Dios. "Ella le hace recuperar la esencia del foto-periodista investigador. Hace que regrese a la favela, a los amigos y a su propia familia", explicó Rodrigues.
Ferreira es una actriz con un recorrido interesante en series y cine de Brasil, y llegó a esta producción por medio de un casting. Le dieron el papel tres semanas antes de rodar y, a diferencia de Rodrigues, tuvo que armar el personaje desde cero. Consultada por la violenta realidad que vive parte de Brasil, Ferreira se mostró un tanto decepcionada al notar que los temas que trata la serie, ambientada en 2004, hoy son una realidad. "Hace veinte años las milicias apenas empezaban y hoy prendieron fuego 35 micros en Río", reflexiona.
En el mismo dojo de jiu jitsu aparece Thiago Martins, quien le dio vida en la película (y lo hará en la serie) a Bradock, el niño inocente que le da fin al mafioso Ze Pequeño. Ya con una carrera exitosa como músico y actor, Martins reconoce que volver a Bradock lo saca de su zona de confort: "Mi mamá está preocupada (risas). Amigos y familiares están en alerta porque me compenetro mucho en el personaje. Pero bueno, en dos semanas vuelvo a ser Thiago".
"Como residente de una favela -amplió Martins sobre el nuevo punto de vista- veo a la gente que sufre, vive y trabaja con la violencia en la esquina de la casa. Esta serie muestra eso. Y creo que hay que mostrar que las comunidades no son sólo droga y milicias, sino también otra cosa".
Su personaje pasó veinte años en la cárcel por el asesinato del narco y se sirve de la abogada Jerusa (Andreia Horta) para regresar al barrio y recuperar lo que cree que merece.

DOS MUNDOS
Las entrevistas llegan a su fin porque es la hora del almuerzo. Todos, actores y equipos, se reúnen en la cancha de fútbol 5 para almorzar, sin distinción de roles. La escena de la tarde se desarrollará en una casa alquilada a una familia. Pingo explica que el grupo familiar puede quedarse a dormir allí o, si lo prefiere, se le busca un hotel donde alojarse. La filmación se realiza a una cámara, con planos y contraplanos bien trabajados, en una puesta cercana a lo cinematográfico.
Debajo de la favela, San Pablo continúa con su ritmo vertiginoso. Desde lejos se escuchan los ruidos de los cientos de edificios que se construyen por día en esta metrópolis de 22 millones de habitantes. Al interior, algún ladrido de perro interrumpe la filmación, mientras un asistente pide silencio en un pasillo transitado por niños que vuelven del colegio.
(c) Télam.