Versos doloridos para recordar a un amigo

Campos porteños

Por Jorge Raúl Encina

Enigma Editores. 64 páginas

Un llanto sin lágrimas, confundido con la lluvia tenue, rítmica, que cae en la ciudad, es una hermosa figura presente en los versos iniciales de esta obra de Jorge Raúl Encina, que de algún modo anticipa el tono melancólico de todo el poemario. El libro está dedicado a evocar a un amigo, Mario Dante Gamarra, fotógrafo y compañero de aventuras, y esa melancolía, contenida, deja ver un agradecimiento por el pasado.

Campos porteños se titula, en alusión a una geografía que excede el actual marco de la ciudad para derramarse por la llanura bonaerense, tal como se hablaba de esas tierras "según un hábito ancestral". Esos campos "henchidos de mieses, de res y de miel", fueron testigos de numerosas andanzas de estos dos “humildes viajeros” cuya amistad hoy perdura en el dolor.

Pero este dolor apenas se puede atisbar en las palabras de Encina, quien además de poeta y profesor de Filosofía es traductor de inglés y de francés, y cuyos poemas suelen aparecer en este diario.

Los versos reflejan la nostalgia de otros tiempos y otros ritmos, expresan una triste soledad, pero también el grato recuerdo de las cosas encantadoras de la vida. A veces pequeñas, como un viejo almacén con sus "rincones sacros", y a veces más grandes, como la felicidad de las horas compartidas.

En un recorrido por el tiempo y el espacio, donde se cuelan hasta recuerdos de la adolescencia, el autor nos lleva desde las chacras de Poblet hasta los campos de Tapalqué, desde el río Colon y su reflejo de una luna que brilla con fulgor hasta las naranjas amargas de Areco, y desde la plaza de Las Heras hasta el “coqueto” Lobos o la laguna de Monte. Paisajes y figuras casi anónimas, instantes capturados amorosamente con la lente de uno y la escritura del otro, a lo largo de las travesías que ambos emprendían los sábados, siguiendo por momentos las vías del ferrocarril y sus estaciones olvidadas.

De la sensibilidad de la mirada del autor habla con singular hondura "Forget me nots", un llamado a no olvidar la belleza de los atardeceres vividos, las calles de un pueblo novedoso, la misión que uno tiene en la vida.

En la presentación de estos versos, ilustrados con las fotos de Gamarra, Zoraida González Artili habla de una poética del silencio que se muestra en la síntesis, la brevedad, la elusión. Encina, con ese modo suave, dolorido, vibrante de expresar sus estados de ánimo, que allí se le atribuye con acierto, logra que el lector sea partícipe de esas emociones.