Gonzalo Heredia estrena ‘El sabor del silencio’, por Flow y junto a Violeta Urtizberea

Verdades y secretos que queman

Alejado de los papeles de galán que lo llevaron a la fama hace más de quince años, el actor protagoniza esta historia que indaga sobre la justicia por mano propia.

“¿Dónde me siento? ¿Estoy bien acá?” Es lo primero que dice Gonzalo Heredia al cruzar al puerta de la sala donde lo esperan varios periodistas. Desde temprano está haciendo notas para promocionar su nueva serie: ‘El sabor del silencio’.

Se ubica en una suerte de sala de estar con mesa redonda que esconde un poco de la atmósfera de la ficción que llegará mañana al servicio on demand de Flow, y al rato de comenzar a hablar entenderemos el porqué. En ese hotel de cinco habitaciones ubicado en el Tigre fue donde se grabó parte de la serie escrita por Mariano Hueter, en la que el actor comparte protagonismo con Violeta Urtizberea. 

En la historia, Heredia es Vicente Olivar, un chef argentino de larga carrera en Europa, que abre su propio restaurante secreto, atendido por él y su esposa Juana (Urtizberea). A partir de algo que sucede allí dentro, él se ve envuelto en un crimen complejo que lo conectará con su lado más oscuro. “El descubre un costado visceral que creo que siempre anidó dentro suyo, pero que comienza a aflorar y a relacionarse con eso”, explica el actor.

“La cocina tiene algo muy vertiginoso, muy voraz, detallista, y obsesivo. También hay herramientas y peligros constantes. Creo que resume mucho la historia por completo”, dice sobre el lugar en el que se desarrolla la trama de esta serie de ocho capítulos de la que también forman parte Luciano Castro, Cesar Bordón, Juan Leyrado, Cande Molfese, Valentina Bassi, Agustín Sullivan y Sebastián Presta, entre otros.

ESTETICA NORDICA

-¿Qué lo llevó a aceptar la propuesta?

-Cuando me pasaron los primeros dos o tres libros y me dijeron que era un thriller, que es un género que para mí era desconocido en el sentido de que nunca había formado parte de uno ni de una serie, me parecieron muy interesante dos cosas: primero, la atmósfera que se iba a construir, y segundo, el hecho de que se hablara de la justicia por mano propia, pero que no marcara los personajes que eran buenos y los que eran malos. Creo que eso hace que los personajes sean humanos, y también esto de emparentarlo con que cualquiera de nosotros si vive una situación así también podría conocer una parte totalmente oscura dentro suyo. Por otro lado, en la serie hay un mundo de la política, un poco más corrupto y de negociados, con un lenguaje diferente al cotidiano que tiene Vicente y conviven esos dos mundos. Es una historia de personas, eso creo que construye a los humanos y conecta mucho con cualquiera, da mucha identificación y en ese sentido me parecía lo interesante de la historia. Y después, hay algo de lo breve, de la nueva forma de ficción y del arco narrativo de que sabés cómo empieza un personaje y dónde termina. Me pareció muy interesante.

-¿Tuvo que aprender a manejar los utensilios de cocina?

-No, yo sé cocinar (risas). Había un doble de chef, pero se usó poco. Yo hice bastantes más cosas y muchos se sorprendieron también. 

-¿Cuánto hay de Vicente en usted?

-¿Sabés lo que hace el personaje? (risas) Sí tenemos algún punto de contacto que es quizás el aplomo o lo pensante. Creo que lo puedo relacionar con eso, con la obsesión quizás. Con lo visceral también, pero ahora quizás estoy en una etapa más racional y eso me da como cierto aplomo. Mis hijos me obligaron a tener más paciencia, a no ser tan visceral, pero sobre todo a no ser mal ejemplo (risas). Creo que en ese sentido puedo tener algún punto de unión con el personaje, pero me parece que es uno de los pocos papeles en los que no tengo tanto en común. Bueno, dejando de lado al hombre lobo, claro (risas).

INSTINTO DE VENGANZA

-¿Cómo trabaja la ira su personaje?

-Hay dos respuestas a eso. Primero, cómo se maneja la violencia a lo largo de toda la serie. Creo que eso lo puedo relacionar mucho con lo que estamos viviendo hoy como sociedad. Hay una violencia que está por debajo, como si fuera una especie de agua podrida que pasa por debajo de la ciudad. Todos sentimos el olor y decimos “en algún momento va a explotar”. La ira, la violencia en toda la historia se cuenta de esa forma, como algo que pasa por debajo. En lo que respecta a mi personaje particularmente, tiene dos respuestas: la primera es cómo empieza en relación a esa violencia, porque no te imaginás lo que puede llegar a hacer. Y después, cuando tocan a su familia lo que puede llegar a hacer. Es una parte violenta adentro suya que era desconocida hasta ese momento. 

-Fue su primera experiencia para una plataforma, ¿cómo le resultó?

-Divina porque eran pocos capítulos, algo muy breve, de dos meses. Y también es algo que uno deja, como cuando escribe algo. Lo terminamos de grabar el año pasado y pasaron un montón de cosas en el medio, y la historia toma otro grosor, otro decir y eso me parece muy interesante. Están buenas las nuevas formas de contar ficción, que son breves, concisas, y a uno lo ponen, tanto con la actuación como con la escritura, en un nuevo desafío de tener que contar algo corto pero que sea impactante. Es un desafío que está bueno.

-En el último tiempo se estrenaron muchas series con temática culinaria, ¿vio alguna?

-No vi ninguna. No soy mucho de mirar a ver qué hicieron otros. No sigo la carrera de los actores porque, además, eso de “me inspiré en tal” es un arma de doble filo. Trato, con mis herramientas, pocas o muchas, de construir algo, confiar mucho en lo que está escrito, en el personaje, en la mirada del director, en mis compañeros, y construir una historia.

-¿Cuál es su opinión respecto a lo que está pasando con la industria del cine nacional?

-La verdad es que me da mucha pena y mucha incertidumbre también porque es un mercado que ha tardado mucho en construirse. No solo el mercado sino la identidad cultural argentina. No es que de la noche a la mañana el mercado argentino llegó a todas partes del mundo y se tomó de la manera que se está tomando ahora. Hay una construcción de mucho tiempo, de mucho esfuerzo, de muchas personas y de mucho talento, que la verdad que es una pena que se cierre por completo. Cuando digo que se cierre por completo me refiero a todo: a Télam, al Incaa, a todo. Sí, también pienso que había muchas cosas que estaban mal hechas y mal estructuradas, y así como no existe la persona que es completamente buena o completamente mala, creo que como en cualquier institución, había cosas buenas y malas, pero cortar de raíz es cortar la identidad de un pueblo.