¿Usted votaría por un loco?

Señor director:

En principio caben dos preguntas. ¿Primero, qué es un loco? ¿Segundo, como se sabe que alguien está loco?

Hoy está de moda utilizar el argumento de la pregunta para negarle el voto a uno de los candidatos a Presidente. Esto corre como pólvora en una sociedad en que el Rivotril y otros fármacos similares se venden como caramelos y en que la marihuana y la cocaína aumentan su consumo de una manera alarmante. Cuando me preguntan sobre mi voto yo les preguntaría: ¿En que condiciones psicológicas se encuentra usted al hacerme está pregunta?

También es interesante reflexionar acerca de que está pregunta no se realiza en un experimento de indagación psicosocial sino durante una reñida contienda electoral en la que el otro candidato no ha dudado de emplear cualquier artimaña para ser presidente. Si es signo de locura la contradicción en el accionar y el pensamiento tendríamos en él un candidato firme al Borda!

El argumento tiene sin embargo un aval en la literatura. Un médico y político llamado José Ramos Mexia escribió en 1895 un libro titulado ‘La neurosis en los grandes hombres de la Argentina’ y dos tomos en que trata ‘La locura en la historia’ en los que extiende está curiosa teoría a todos los acontecimientos mundiales por el conocidos.

Esa locura (la de la tesis de Ramos Mexia) ya fue considerada por grupos como los del ERP y Montoneros que proclamaban que un grupo de jóvenes poseedores de la sagrada locura y de un armamento considerable ocupando un terreno selvático inaccesible podrían llegar a tomar el poder en un país sin que se den otras condiciones de que existieran "situaciones injustas". Lograron probarlo intentándolo: no se puede.

Su numen intelectual, un francesito llamado Regis Debray logro salvarse de la matanza porque prefirió ser ministro del gobierno francés de Fracoise Mitterrand (el mismo que había sido ministro del Interior cuando Francia asesino argelinos que peleaban por su independencia) y dedicarse a locuras más del Primer Mundo.

Estás argumentaciones prenden mucho en personas de escasa politización porque les evitan trabajos engorrosos como meterse en problemas de economía, de historia o de conflictos sociales. La culpa la tiene (o la tendrá) el loco.

Recuerdo que un amigo se reía porque el argumento que utilizaba un polemista para explicar al peronismo y a los acontecimientos de esas épocas en la sociedad consistía en decir que Perón había hecho "todo eso" porque no había podido tener hijos.

Un periodista (¡la prensa!) le pregunto recientemente al psicólogo José Abadi si era posible detectar problemas sicológicos en un candidato a través de su accionar. Le respondió que  es imposible hacer diagnósticos serios a la distancia y sin aplicar métodos de evaluación.

Nos queda entonces el examen sicológico que propuso Massa, él mismo un caso clavado de doble personalidad, ya que es Ministro de Economía del gobierno actual y está dispuesto a cambiar sus propias medidas si llega a ser presidente.

¿A quien habría que tomar el examen? ¿A los candidatos? ¿A los actuales funcionarios? ¿O, ya que nosotros los elegimos, a cada votante que llegue a la urna.? Porque si votamos de nuevo a la gente que nos hundió en la pobreza, nos robó en la cara e hizo retroceder la Argentina a épocas que creíamos superadas, nos cabe la reflexión de un gallego ante un matrimonio borrascoso que se volvía a juntar después de diez años de separación : "¡Querido, un caso típico de sado masoquismo!

Carlos Alberto Falcone