Urge un Plan Estratégico de Futuro
Por Miguel Angel Troitiño
La ciudadanía argentina le ha dado un extraordinario voto de confianza al Gobierno, y eso es muy bueno para la salud institucional y el futuro que debemos construir para nuestro país, pero requerirá responsabilidad, madurez y mucho ejercicio político.
Es el inicio de una etapa de oportunidades y riesgos. Nos toca, de aquí en más, trabajar con esfuerzo e ingenio para fortalecer el rumbo, consolidando el cambio que necesita el país. Entusiasma pensar que estamos viviendo un momento de oportunidades que debemos aprovechar, aunque también de riesgos que podrían materializarse si nuestra dirigencia no está a la altura del desafío.
Oportunidades, a partir de un escenario geopolítico mundial complejo, marcado por una guerra híbrida librada de manera militar, política y económica, que, con numerosos focos, se concentra en el Hemisferio Norte, demostrando una puja de poder entre las grandes potencias del mundo.
Pertenecer al Hemisferio Sur, alejado de esos conflictos, enmarcado por geografía y cultura a Occidente y aliado a su potencia más importante, que a la vez es del mundo, sin problemas raciales y religiosos, receptor del interés mundial por el potencial que tenemos en recursos para aportarle y en un protagonismo geoestratégico futuro, nos permite aspirar a que Argentina vuelva a ser considerada un actor de peso en un tiempo no muy lejano.
La intervención decidida de los Estados Unidos de Norteamérica sobre nuestra economía, si bien para el New York Times resulta una flagrante “forma descarada de imperialismo financiero”, sin dudas muestra como nunca en su historia un claro interés por preservar la salud económica de Argentina por parte de los Estados Unidos.
No podemos pecar de ingenuos: ningún actor internacional obra por afecto. La interpretación correcta e ineludible, sea quien sea el analista y su orientación ideológica, es que somos importantes para la primera potencia del mundo. Y eso se debe usar a nuestro favor, como otrora supieron hacerlo las potencias europeas y Japón, entre otros.
Pero también somos importantes para China, India o Brasil y muchos otros que deberíamos considerar, en función de satisfacer nuestros intereses. Aspiramos a ser un país serio, y los países serios saben lo que quieren y trascienden sus decisiones estratégicas a las características de los gobiernos de los actores con los que negocia.
El riesgo, vinculado a la imposibilidad de construir un rol trascendente como país, a que nos hundamos en la mediocridad, la ignorancia, la corrupción, al apego al corto plazo sin previsión que nos lleve a una subordinación al poder que nos impongan terceros con visión estratégica y con ello, a la pérdida de soberanía e independencia, también es posible.
Todo es posible. Lo bueno es que depende de nosotros.
CORREGIR ERRORES
Seguimos transitando una etapa en la que se debe "ordenar el desorden" y crear las condiciones que aseguren el genuino despegue de nuestro país.
En ello, se deberían corregir errores que nos hicieron dudar durante este año. Será esencial mejorar la comunicación, construyéndola desprovista de fundamentalismo y agresividad, buscando consenso, empatía y tolerancia, logrando el acuerdo. Crear un ambiente positivo y proactivo de trabajo en equipo derramará resultados que beneficiarán a la Argentina en un todo.
La propuesta de ideas, para sacar al país adelante, para proyectarlo a un futuro mejor, ideas para resolver problemas actuales, con argumentos fundados, tendrían que ser el campo de discusión de nuestra dirigencia. Es en ello en lo que deberían hacerse valer los candidatos que se postulen ante el electorado en el 2027, para definir continuidad de gestión o cambio nuevamente, y no en meras discusiones basadas en proclamas idealistas o ideológicas sin contenido, y en la desacreditación del otro, a través de ocurrentes chicanas.
EL DESPEGUE
El 2026 debería ser el año del “consenso de base para el despegue”, rompiendo las ataduras que nos frenan hace tiempo, logrando hacer realidad la reforma laboral, que permita pasar a los trabajadores del “negro” al “blanco”, promoviendo el trabajo formal y digno; la reforma tributaria, que asegure una mínima presión impositiva; un sistema legal independiente y eficaz, que garantice continuidad y seguridad jurídica; entre otras.
Mientras se logran esas condiciones, se debería proteger de manera eficiente a los más afectados por esta transición. En ello, la Ley de Presupuesto 2026 tendría que minimizar los daños colaterales del proceso, aunque respetando el necesario equilibrio fiscal alcanzado. No pueden existir rehenes de peleas ideológicas sectoriales ni aceptar resultados a cualquier costo.
ESTRATEGIA NACIONAL
Todas estas acciones de corto plazo, en proceso de elaboración junto a otras por parte del Consejo de Mayo, resultarán insuficientes si no se las integra a un plan más amplio, que diseñe y desarrolle la Estrategia Nacional del país.
Resulta entonces fundamental que, al mismo tiempo, se cree un Plan Integral de Futuro, transformándolo en una plataforma permanente que guíe la conducción del país en el mediano y largo plazo.
Su existencia formal debería orientar a los sucesivos gobiernos, sea cual fuere el color político de los mismos, neutralizando nuestros acostumbrados vaivenes y asegurando una continuidad de gestión virtuosa. Sería ideal que ya estuviese vigente al asumir la futura administración, blindando los cambios positivos alcanzados.
Este Plan, que tendría que ser desarrollado bajo control del Congreso de la Nación y basado en acciones de nivel estratégico, debería convocar a los que más saben, para realizar un trabajo exento de banderías políticas o alineaciones ideológicas, sólo respetando nuestra Constitución Nacional y asegurando el bien común de los argentinos.
Hoy China muestra un desarrollo consolidado de sus áreas de libre mercado y la Nueva Ruta de la Seda, lanzadas en 2013, 12 años atrás; el puerto de aguas profundas de Chancay, en Perú, obra extraordinaria que permitirá conectar el flujo comercial entre China y América del Sur, se comenzó a pensar en 2008, 16 años después, se inauguró; en 1992, España inició el desarrollo de la Red de Alta Velocidad (AVE) de ferrocarril que alcanza los 320km/h. 33 años después lleva construído más de 4.000 km de vías, logrando un gran impacto en la economía, el turismo y la conectividad regional.
El milagro del Tigre Celta (Irlanda) logró que desde los ’90, en 30 años, llevase su PBI per cápita de 10.331 euros a 107.316 euros (2024), transformando su economía agrícola y pobre en una basada en la industria del software y electrónica. Irlanda es el segundo país del mundo en inversión tecnológica per cápita y el tercero con mayor número de empresas tecnológicas por habitante.
Éstos son ejemplos de acciones que responden a Políticas de Estado que emanan de Estrategias Nacionales y que tienen continuidad más allá de los avatares políticos de sus países. ¿Cuántos proyectos argentinos hoy se enmarcan en ese nivel y se encuentran en ejecución? Podríamos observar algunos, fundamentalmente energéticos, pero ninguno conectado a un proyecto superior integrador.
Nos corre el tiempo y si no estamos a la altura del desafío perderemos la posibilidad de aprovechar un presente geopolítico favorable para el país, diluyendo la gran oportunidad de ordenarnos y orientarnos hacia un destino trascendente.
Nos corre el tiempo, pero es una carrera en la que no estamos solos. De nuestras acciones dependerá el rol que Argentina adopte ante el mundo que, competitivo y ambicioso, nos exige desarrollar poder. Su construcción demanda coherencia y continuidad en el tiempo.
Nos corre el tiempo. ¡Argentina a trabajar!
