POR MIGUEL ÁNGEL TROITIÑO
Las grabaciones que expresarían corrupción en la dirigencia del país, expuestas a la sociedad argentina y al mundo, y todo lo que está desencadenando, descubren la peor de las adicciones que puede tener una Nación libre y soberana: la capacidad de autodestruirse una y otra vez, reduciéndose a una constante mediocridad y a un destino incierto.
Honestamente, luego de tantos hechos de corrupción que han involucrado y siguen involucrando a personas a las que les hemos confiado nuestra vida como ciudadanos de un país, luego de tantas promesas incumplidas y de ver el sentido de la responsabilidad y de la moral hechos añicos, resulta difícil creer en alguien y en algo.
Una vez más, somos espectadores obligados a ver una obra patética e inmoral que a los argentinos de bien no nos representa, pero la padecemos porque nos lastima, lacerando nuestra amor por la Patria. Una vez más vemos ocupado nuestro tiempo en atender el contubernio mal oliente de una nueva campaña electoral de bajísimo nivel, llena de carpetazos, amenazas, venganzas, odios y falsos amores, propia de una pelea de brutos pujando por el poder, el dinero y nada más.
¿Quién habla de la Argentina? ¿Quién esboza una idea de solución al presente y desarrollo del futuro para un país y su gente, que esperan largamente salir de esta tristeza sin destino? Sólo el Presidente de la Nación nos habla de querer hacer de Argentina un país mejor. Y si el proceso económico, a partir de una inminente estabilidad macroeconómica, nos ilusiona, la realidad del día a día, atravesada y convulsionada por las próximas elecciones y los posibles hechos de corrupción, hacen pensar que no alcanza y que se está perdiendo el tiempo.
SHOW MEDIATICO
Escucho los medios de comunicación y todo se potencia. Claro, es parte de la obra: los hechos abonan al show mediático, se alaba a los que se apoya y se difama y condena a los rivales, en una puja sin cuartel por vencer. Los candidatos buscan que le reconozcan su valía a partir de destruir a su rival. Así se está queriendo ganar el beneplácito del electorado, espectadores obligados a la obra patética del espectáculo político argento.
No hay ningún debate de ideas. La obra parece ser del género de terror. Asusta el grado de espanto que genera y, para aquellos que aún deseamos un gran país, una sensación de temor por nunca poder lograr ver, siquiera, el inicio del nacimiento de un proyecto de futuro.
Los argentinos de bien, que queremos a nuestra Patria, aquellos que día a día dedicamos nuestro tiempo al trabajo honrado, a esforzarnos para llevar el pan bien ganado a nuestras casa, para crecer y tener una vida digna y educar a nuestros hijos, merecemos un presente mejor, que nos permita creer en un futuro próspero para la Argentina.
El Poder Judicial sabe que es parte del problema y que es clave para el país lograr sanearse, purgando inescrupulosos, cobardes, coimeros y otros. Hace años que necesita fortalecerse con reformas de los códigos y cubrimiento de cientos de vacantes eternamente pendientes de completarse. Es notorio el silencio de las autoridades máximas jurídicas del país al respecto, pese a que algunos tienen tiempo de expresar sus ideas políticas. Sin dudas hay muchos hombres de leyes que son de valor y que tienen que crecer y liderar un cambio genuino de este Poder de la República.
INCONSISTENCIA LEGISLATIVA
El Poder Legislativo navega en la inconsistencia del que no tiene identidad. Es una suma desordenada de voluntades ideológicas, y en ese río revuelto, como dice la expresión, ganancia de pescadores. Pases de factura, fractura de bloques, insultos, agravios, falta de decoro e idoneidad para los cargos para los cuales fueron elegidos por el pueblo. Ausencia de Ficha Limpia.
¿Quién piensa en Argentina? Los hay, pero quedan diluidos, intrascendentes, en el medio de una marea de obsecuentes del poder y de los intereses particulares.
La Constitución Nacional les asigna a ambos poderes de la República responsabilidades trascendentes. Sin embargo, sus pobres producciones limitan sensiblemente la posibilidad de sacar a un país empantanado.
Al Poder Ejecutivo, sinceramente lo veo honesto en sus ideas, al punto de ilusionar a la mayoría de los argentinos y darles renovadas esperanzas, empeñado en resolver el desastre que tenemos. Pero también lo observo frágil, sin estructura sólida, lo cual lo ha hecho incorporar a personas de dudosa valía, con el riesgo y consecuencias que no se pueden ocultar y que están haciendo daño. Cuando uno viene a cambiar algo que se denuncia corrupto y lo peor que ha sufrido el país en su historia, tiene que demostrar ser mucho mejor en todo. Con la economía, no basta, y con insultos menos.
No se puede seguir perdiendo el tiempo. Nada de lo que hacemos es gratis y anecdótico para el país. Lo vemos en un riesgo país que no baja, inversiones internacionales que no llegan, justicia extranjera que nos acecha, nuestro prestigio vulnerado ante el mundo en cada hecho de corrupción que surge.
EL MUNDO MIRA
El país está detenido en la puja por las elecciones de medio término, y el mundo sigue esperando ver qué pasa con nosotros. Seguridad jurídica, legislación laboral, un plan que oriente el futuro del país, para nosotros y para aquellos que quieran invertir en él, son temas que ya sabemos que son indispensables, pero siguen esperando. Siempre hay otras prioridades que anteponer.
Lo que tiene que entender la dirigencia política es que, mientras unos se dedican a la pelea electoral, a las disputas personales y a buscar fama para sus ambiciones particulares, otros pueden trabajar en el futuro del país al mismo tiempo.
Trabajar en el diseño del mediano y largo plazo de Argentina debería convivir con la atención del corto plazo, al cual debe responder la administración de turno, a través de sus políticas de gobierno.
Créanme que no somos pocos los que pensamos así y el país tiene personas muy valiosas que pueden dar su aporte.
En tal sentido, desafío al Poder Ejecutivo, al Poder Legislativo y al Poder Judicial, como instituciones de la República responsables de conducir los destinos de Argentina, a crear las condiciones para llevar a cabo esta tarea.
¡Yo me anoto!