Una puesta que crece al ritmo de una precisa máquina literaria

‘Ortopedia Sánchez’. Versión libre de ‘Los derechos de la salud’, de Florencio Sánchez. Dramaturgia y dirección: Andrés Mangone. Diseño sonoro: Antonella Pais. Intérpretes: Daniel Begino, Alejandro Benavides, María Laura Calí, Antonella Pais, Valeria Roldán. Los sábados a las 22.30 en el teatro El Grito (Costa Rica 5459).

Hace ciento cincuenta años nació Florencio Sánchez, un acontecimiento apenas recordado. Solamente lo evocó la Academia Argentina de Letras a través de su Seminario de Historia del Teatro Argentino, con la colaboración del Instituto de Artes del Espectáculo Dr. Raúl H. Castagnino, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, y con la participación especial de la Academia Nacional de Letras de Uruguay, en un Congreso Internacional que sesionó durante una semana a finales de julio.
Este tipo de eventos suele reunir a especialistas, similar a otras profesiones como la medicina. Lamentablemente, los medios no distinguen entre un encuentro académico sobre Derecho o Biología y uno dedicado a un escritor que marcó la modernidad teatral rioplatense. Antes, estos saberes formaban parte de la llamada cultura general, fruto de un aprendizaje constante fuera de colegios o universidades. ¿Quién no conocía a Florencio Sánchez?
El escenario como siempre se toma la revancha y muestra con creatividad, como en este caso, la labor de un autor bastante olvidado. “Señor Florencio, señor Florencio, soy yo Roberto. ¿Me escucha? Roberto, siempre Roberto. El marido de Luisa…¿Me escucha? No se preocupe, yo entiendo su silencio, su distancia con todo lo que ha engendrado (…) Gracias a usted, Ortopedia Sánchez crece y se expande como una máquina literaria”. Estas palabras pronunciadas por Daniel Begino provocan una ruptura escénica. El actor busca respuestas primero y agradece gentilmente después, y con razón. ¿Sin ‘Los derechos de la salud’ hubiese sido posible la relectura y puesta en escena de esta obra?

UN POCO DE HISTORIA
Florencio Sánchez padeció tuberculosis pulmonar durante años, probablemente desde su juventud y antes de casarse. La negación y la depresión pudieron haber influido en el avance lento pero constante de la enfermedad, deteriorando gradualmente su salud.
La tuberculosis que causó su muerte en Milán, probablemente, no surgió durante el viaje a Europa sino que la padecía desde antes. Es posible que no buscara ayuda médica o que el diagnóstico recibido no fuera correcto. No lo sabemos.
La enfermedad, sin cura radical hasta los antibióticos de los años ‘40, aparece en varias obras. En ‘Los derechos de la salud’, se retrata cómo la tuberculosis afecta a una madre de familia burguesa, su búsqueda de tratamiento a través de viajes y cambios de ambiente, y el distanciamiento familiar. Se destaca la mención de un novedoso suero antituberculoso anunciado en un periódico, creado por Berniger, galardonado con el Nobel en 1901.
Florencio Sánchez abordó el tema de la tuberculosis en varias de sus obras teatrales reflejando su relevancia social en esa época. En ‘Barranca abajo’, una de las hijas de los protagonistas muere de tisis sin cumplir sus sueños. En ‘Los derechos de la salud’, la obra trata la evolución hacia la muerte de la protagonista y muestra las relaciones familiares y el tratamiento disponible para los sectores medios y altos, como viajes a Córdoba y el estigma social asociado a la enfermedad.

VERSION DE MANGONE
Para Andrés Mangone, don Florencio es un viejo conocido. En 2019 codirigió con el hoy popularísimo Pompeyo Audibert ‘Trastorno’ -versión libre de ‘El pasado’, de F. Sánchez-. Después de la pandemia, con Antonella Pais, le dio fuerza a un espacio experimental denominado Teatro La Forma. De allí surgieron ‘Residencia Auesberguer’ -inspirada en la novela ‘Tala’, de Thomas Bernhard-, ‘Piedra infinita de la Grotesca conspirativa’ (2024) -una versión muy particular del ‘Julio César’ de Shakespeare. Y ahora presentó este viejo proyecto alejado de las efemérides, que ni se mencionan en el programa.
En esta versión de ‘Los derechos de la salud’ toma el eje clasista del ácrata Florencio y lleva a escena “a una sociedad enferma de prejuicios y vanidades”, como escribiera Joaquín Sánchez, el primo y dueño de la estancia donde el autor escribió esta pieza en tres febriles días. La obra tiene muchas capas y hay distintas lecturas para cada espectador.
Por lo pronto, Mangone ubica la acción en un “cascarón macabro de La Recoleta”, como denomina a la mansión de una familia patricia donde Luisa, la protagonista, es atropellada física y mentalmente en todos sus derechos por su familia. Es lo que se ve. El director le aporta una cuota de crueldad aun mayor; lo que hacen los parientes es un proceso sanitario realizado de manera consciente, motivado por las relaciones de apego y los intereses sociales de la familia. En este contexto, es posible que el cuerpo de la actriz sea ofrecido simbólicamente a quienes participan en esta obra con el objetivo de obtener apoyo estatal ante una situación de crisis.

LA PUESTA
En la puesta no deja de estar siempre presente la impronta rioplatense que se encadena con la vieja escuela del sainete, el grotesco y la comedia costumbrista. Por momentos, Luisa, la dueña de casa, recuerda al supuesto loco de ‘Enrique IV’ de Pirandello. Todos creen que la engañan, pero parece que ella lo sabe todo.
Pero el mayor acierto y aporte de la pieza es adentrarse en un mundo de representaciones. Mangone pretende demostrar la diferencia del camarero, por ejemplo, que termina su papel al quitarse el delantal, y el aristócrata que interpreta su rol incluso mientras duerme. Su identidad está tan ligada a su educación y entorno que no puede separar la representación de la realidad. Crecer en este ambiente dificulta distinguir entre el papel y la persona, generando una confusión constante entre ficción y vida.
La actuación como falsedad, como mentira y artificio. ¿Son obreros disfrazados para desenmascarar a sus patrones? Son muchas las preguntas que no tienen respuesta. Lo cierto es que el director logró consolidar un elenco muy sólido y planteó el desafío de amalgamar actores que provienen de distintas tradiciones teatrales. Todos logran armonizar una puesta difícil, dinámica, por momentos dramática, pero donde siempre sobrevuela el humor negro y corrosivo.
‘Ortopedia Sánchez’ es una caja de sorpresas donde todas son suposiciones, no hay certezas. Es, en definitiva. el producto de “una época -como le dice Roberto a Florencio Sánchez- en la que impera la total falta de compromisos y el relajo espiritual. Nuestro amor es un teatro desesperado injerto en la vertiente de sombras…”.

Calificación: Muy buena