El rincón de los sensatos

Una nueva unión democrática se está organizando en torno al peronismo

La historia nos da sorpresas inesperadas. En el pasado, hace ochenta años, nacía un novedoso ordenador de la política.

El enfrentamiento entre radicales y conservadores se acababa y aparecía la Unión Democrática y el Peronismo. Por un lado la izquierda y centroizquierda y por el otro la derecha y centroderecha. Ya lo veremos. Ese abismo se cerró cuando los que echaron a Perón se dieron cuenta de que “aquí nos equivocamos todos”. Lo dijo Aramburu, lo observó Balbín y a regañadientes Rodolfo Ghioldi. Fin. Un posterior paso en esa dirección lo dio Menem al abrazarse con el Almirante Rojas. Después, a partir de los noventa aparecieron nuevas contradicciones y conflictos que nos traen hasta ahora.

Lo novedoso de estos días es que ese meridiano de 1946, que partió aguas, resurge con otros personajes. Muy distintos. En un país absolutamente diferente. Los roles han variado, pero los hemisferios están intactos.

EN EL ORIGEN: EL PERONISMO

En 1945 para enfrentar al Coronel Perón, que había surgido dos años antes de la nada, se constituyó la Unión Democrática, emblema de la “casta” política de aquellos años a los que Perón descalificaba como un rejunte de vivillos, “genuina expresión de la oligarquía criolla económica y política”.

La U.D. aseguraba que el Coronel era la mímesis del nazi-fascismo derrotado en la segunda guerra. Un Führer criollo. Las potencias occidentales triunfantes aseguraban lo mismo. Los principales diarios de los Estados Unidos el New York Times, el Washington Post y el Economist británico marcaban el ritmo del ataque. Aún hoy continúa el mismo verso. Para decirlo claro, al ser Perón la síntesis del nazi-fascismo criollo no era otra cosa que la ultraderecha. Así estuvieron planteados aquellos comicios iniciáticos.

La U.D. estaba conformada por la izquierda, la centroizquierda y los ecuánimes: Tamborini y Mosca. Dos vejetes salidos de la arcadia brumosa de un pasado irrevocable. Perón era lo impetuoso, lo ardiente, lo arrojado. Era lo contario de los políticos progresistas. Incluso la antípoda de los ecuánimes.

La U.D. estaba sostenida por la Embajada de Estados Unidos. A través de su representante Spruille Braden, su secretario Gustavo Durán, miembro del Partido Comunista Español y combatiente republicano, con el grado de oficial, en la Guerra Civil Española y el agregado cultural Griffith en contacto permanente con el Partido Comunista argentino. De modo que en 1946 la disputa electoral estuvo dada como ya lo hemos dicho, entre izquierda y derecha. Claro, a los actuales peronistas, todos autopercibidos, esto les parece un disparate porque frente a Perón estaba el Imperio y según FORJA y el leninismo si el Imperio estaba en frente, el antiimperialismo caía en el hemisferio izquierdo.

EL IMPERIO

Braden formaba parte de la izquierda del Partido Demócrata cuya cabeza visible era el vicepresidente Henry Wallace quien concurrió a las elecciones de 1948 al frente del Partido Progresista contando con el apoyo del comunismo norteamericano.

Wallace afirmaba en 1947, luego del manifiesto Truman que dio inicio a la Guarra Fría: “Hoy la democracia es una ambición universal. El gobierno soviético no se enorgullece ya de constituir una dictadura del proletariado y su comunismo es una forma más elevada de democracia”.

¡Tomá mate! La izquierda norteamericana defendía a la URSS y combatía en todo el mundo a la derecha, sea ésta nazi-fascista o republicana, para lo progresía era lo mismo.

La intelectualidad política argentina, infestada de ingenuidad, entendió, o quiso entender, el conflicto con los Estados Unidos en pentagrama antiimperialista. ¡Un disparate! Fue un enfrentamiento de la izquierda norteamericana con la derecha argentina, anatematizada como nazi. Es lo que el historiador Ernest Nolte caracterizó como La Guerra Civil Europea, pero, en este caso, en América. La Argentina tradicional se acomodó detrás de la izquierda yankee.

Braden y Roosevelt fueron muy claros. El primero afirmaba en la Cámara de Comercio Británica de la argentina: “Hay que eliminar los restos de nazismo en el mundo. Los nazis y sus representantes no han desaparecido. Mientras quede alguno de ellos en cualquier parte del mundo tenemos que seguir luchando hasta eliminarlos”.

Roosevelt, por su lado: “He venido siguiendo de cerca y con creciente preocupación el desarrollo de la situación argentina, en los últimos meses. Esta situación ofrece la extraordinaria paradoja de una creciente influencia nazi-fascista en un país de este hemisferio en el propio momento en que estas fuerzas de opresión y agresión se aproximan a la hora de su juicio y derrota final en Europa y en el resto del mundo”.

El asunto resultaba prístino, tan prístino como ahora, cuando el peronismo travestido de progre advierte sobre los peligros del triunfo de la derecha en coro con sus antiguos enemigos. ¡Se viene la derecha!, pontifican. Lo gritaban antes de la PASO ubicando en ese hemisferio a Patricia y a Milei.

No están solos, importantes grupos empresarios han manifestado preocupación por el corrimiento a la derecha del escenario político, especialmente de la ultraderecha. Porque hay que saber que, en la Argentina, la derecha siempre es ultra.

Ya han salido tres colectivos políticos-culturales advirtiendo sobre este peligro. Los principales matutinos abren sus páginas a sesudos intelectuales que atrasan. El Washington Post, el New York Times y el Economist, hablan otra vez.

Ahora mismo Patricia Bullrich, un halcón, se desdibujó porque perdió esa esquina a manos de Milei. ¡Siempre hay alguien peor! Pero además porque los radicales que tiene adentro, especialmente el presidente del partido, es progre y ya arregló con Massa la nueva U.D.

El jefe de la izquierda bien pensante latinoamericana, Lula Da Silva, en conversaciones amistosas y cómplices con el presidente Biden le advirtió sobre el peligro de la democracia en el mundo por el avance de la ultraderecha, mencionando a la Argentina como un claro ejemplo de ello.

No podría estar más de acuerdo con usted le espetó Biden. Aunque Cristina no cree en el crecimiento de la derecha. Es viva, la corre, no existe. No sea cosa que Massa se tiente. Ni en el 46, ni ahora el conflicto ha sido metrópolis-colonia. El antiimperialismo fue un espantajo. Biden, Ocasio Cortez, Sanders y el inefable Noam Chomsky lo revelan con sus posiciones en contra de Kast, Bolsonaro, Meloni, Orban, Vox y ahora Milei.

El peronismo no fue nazi-fascismo, el primer canto en las movilizaciones fue ni nazis ni fascistas, peronistas. Perón podía haber vuelto y recuperar todos sus cargos luego del 17 de octubre como le plantearon muchos de sus camaradas de armas. Desoyó ese pedido y arriesgó en un acto electoral impecable. Fue derecha, sí, pero popular y republicana. Lo más republicana posible en aquellos años dislocados.

EL LOCO

Por las dudas que el lector sospeche intereses personales, aclaro: no conozco a Milei, no lo he votado y por ahora no me interesa. Sus destratos no son de mi agrado. Lo cierto es que los ataques sobre él vienen con envoltura sicológica. ¡Es que no tiene control emocional! afirman.

Ahora, Massa que manotea dinero de todos lados, sin ningún tipo de reparos, generando una gravísima crisis a futuro, que rompe acuerdos, que traiciona sistemáticamente, que es inconfiable, ¿es acaso más cuerdo que Milei? Para los ecuánimes es así.

Pasa que para el racionalismo la traición es cerebral de modo que esta en el territorio de la normalidad. Milei es impredecible porque en él y en la gente juegan las emociones. Patricia está perdiendo esa esquina que ganó al vencer a Larreta. Debe alejarse de los ecuánimes.

Finalmente y en el caso que Milei sea Presidente comento que también hemos tenido un Presidente con graves problemas emocionales, que no desarrollaré por el momento. Algunas cositas sí. A Sarmiento se le escapaba la chaveta a menudo. Tan es así, y con esto me detengo pues el artículo se hace extenso.

Resulta que el sanjuanino había decidido amigarse con Urquiza y marchó a Entre Ríos. Mientras tanto aquí en Buenos Aires un grupo de mitristas planifican acciones contra él descriptas en una carta que hallé en el Archivo Urquiza: “Si el Presidente busca la alianza de las provincias…debían ponerse todos los medio necesarios para evitarlo. Al regreso de Sarmiento con cualquier pretexto se lo declara loco, y previo reconocimiento de médicos, se lo encerrará en el Hospicio de San Buenaventura”.

Manuel Gálvez en su biografía sobre Sarmiento asegura que el sanjuanino era bipolar. No dicho en esos términos pues no se usaban en esos años pero si maníaco depresivo con picos de euforia. Le decían Don Yo, y el Loco. Fue un buen Presidente.