Una mujer en busca de sus propios bordes

Volátil

Por Valentina Vidal

Tusquets. 213 páginas.

 

Atrapan siempre las historias con pliegues, las novelas donde se dosifica una buena cantidad de morbo. Relatos que dejan en claro que la vida ni es lineal ni predecible y que, por el contrario, puede ser un temporal permanente, una tormenta que nunca amaina.

La existencia de Lucía está atravesada por sinsabores diversos. No puede, no quiere o no se anima a tomar decisiones de fondo, a cortar por lo sano. Su andar cotidiano tiene un movimiento pendular que va del trabajo para subsistir a la relación tóxica con Mario, su pareja que la engaña, la golpea, la somete.

Lucía lucha, rema contra una correntada que la arrastra. Tiene dónde cobijarse aunque muchos de sus días pareciera que transcurren a la intemperie, expuesta. Su amiga Nico -con la cual hay una fuerte tensión sexual- es un puerto adonde buscar refugio. Casi siempre allí lo encuentra.

Empleada administrativa pero maquilladora de vocación, corre de un evento al otro y choca contra violentos contrastes que la llevan a cuestionarse. Lucía busca una identidad propia, la suya, pero también una identificación colectiva.

En el desarrollo de la trama narrativa de Volátil una extraña voz la interpela. Lucía dialoga, tal vez con su consciencia, tal vez con un ser imaginario. ¿Hay allí un desdoblamiento de la personalidad, rasgos de esquizofrenia? La voz la guía, la aconseja y también la reprende.

El relato es una constante vorágine hacia adelante pero en algún punto de esta historia Lucía tira un ancla en el pasado y reconstruye pasajes de su vida vinculados a su familia, la dictadura, la represión, la necesidad de esconderse y sobrevivir.

Se trata, al fin y al cabo, de una historia con relaciones que se desgastan, se parten, se fragmentan como un trozo de roca; que se moldean una y otra vez, como una masa. Elige Lucía peligrosas, dañinas zonas de confort. ¿Podrá salir de ellas cuando se lo proponga?