Una mirada a las mujeres de Malvinas

Dos propuestas teatrales indagan en qué pasó con ellas durante el conflicto bélico, dentro y fuera de las islas. Con el convencimiento de que aún existen personas invisibilizadas que se vieron transformadas por los hechos del ’82, Pablo Iglesias y Francisco Civit aportan sus impresiones.

Pasaron más de cuarenta años de la Guerra de Malvinas; sin embargo, para muchos la sensación es que aún no se dijo lo suficiente. Hemos visto en el teatro varias obras que pusieron el foco en el conflicto bélico y en el después de los ex combatientes, pero no hubo tantas sobre las otras voces, quienes se quedaron acá o participaron desde otro lugar que no fuera el campo de batalla propiamente dicho.

Hoy hay en cartel dos propuestas que ponen la mirada en las mujeres: ‘Desde la luna’ y ‘Voces de Malvinas’. Por un lado, esos amores que los combatientes dejaron cuando viajaron a las islas, y por el otro, aquellas mujeres que habitaron esas tierras o asistieron a los soldados.


EL RELATO
En ‘Desde la luna’, la pieza que mañana a las 17.30 se despide de Espacio Callejón (aunque volverá a escena en enero), se habla sobre el poder de la reparación. “El halo que circula alrededor de la obra tiene que ver con eso, con sensaciones que pasan de la sonrisa a la lágrima. Una atmósfera de intriga y desconcierto al principio, y finalmente el alivio que trae la verdad por más pesada que esta sea”, dice Pablo Iglesias, su autor y director.

En la obra, protagonizada por Gisele Amantegui y Héctor Segura, César espera reencontrarse con La Colo, su antiguo amor, a quien no volvió a ver desde que regresó de la guerra, pero quien llega en su lugar es una extrovertida joven que de a poco le irá haciendo entender el padecimiento que también sufrieron las mujeres de los combatientes durante y después del conflicto bélico. Se trata de la tercera obra que Iglesias escribe sobre esta temática. La primera fue ‘El baile del pollito’ (2005) y la segunda, ‘Imaginaria’ (2019). La idea surgió este vez por su “necesidad de empatizar con los más silenciados, los combatientes en primer lugar, y luego sus familias”.


MEMORIA AFECTIVA
Siguiendo esa línea de darles espacio a aquellos que estuvieron silenciados, ‘Voces de Malvinas’ se presenta los viernes a las 20.30 en El Crisol Teatro (Malabia 611).

Canciones, cartas, testimonios, documentos y relatos, desde 1829 hasta el presente, construyen una memoria afectiva sobre las Islas Malvinas, en la que criadas y enfermeras toman visibilidad. Actúan Rosario Albornoz, Natalia Olabe y Marta Pomponio.

“‘Voces de Malvinas’ nace de la compañía Republiquetas, que en realidad es una compañía que se especializa en hacer divulgación histórica a través del teatro. Hacemos un puente entre lo que es la academia, investigaciones que están saliendo en papers, y cómo divulgarlas con el público. Tarea bastante difícil si existe porque tiene que ser un espectáculo, tiene que ser entretenida, potente, y llamar a la reflexión. Es algo que venimos trabajando ya hace varios años, desde 2016 específicamente, y ‘Voces de Malvinas’ es nuestro tercer espectáculo largo”, explica Francisco Civit, el director.

En este caso, la pieza que cuenta con dramaturgia de Lucía Laragione no habla sólo sobre las mujeres sino que le da lugar a todos aquellos personajes y hechos poco visibilizados en la historia de las Islas.


TRABAJO COLECTIVO
-¿Por qué deciden hablar de las mujeres de Malvinas?
(Pablo Iglesias) -Necesitaba plantar esta vez el rol de la mujer desde un lugar de reparación y decidir hacerlo hoy significa también intentar que la obra dialogue con temas coyunturales como el feminismo y la mirada de los jóvenes de hoy sobre la guerra.

(Francisco Civit) -Lo hago porque es necesario. Indispensable diría. No podemos entendernos a nosotros mismos si no entendemos el lugar que cada una de las personas ocupan en la historia; no hay forma de entender quiénes somos si no entendemos que nuestra historia está plagada de personas con caras de bronce, porque nos llegan esos retratos, pero también de la participación del bajo pueblo, de las mujeres, de la gente común que se entregó a un ideal, a una promesa, a un futuro mejor. Es un trabajo colectivo.

-¿De qué manera les afectó a las mujeres que estaban acá el conflicto?
(PI) -El personaje de Angie en un momento de la obra dice: “Tal vez no pueda entender todo lo que sufriste pero soy mujer y puedo entender el sufrimiento de otra mujer. Vos te hacés el medalla de oro por haber tirado tiros, pero La Colo, y andá a saber cuántas mujeres más, se deben haber quedado solas, impotentes, sufriendo en silencio por sus seres queridos y sin reconocimiento”. El silencio, la indiferencia, la falta de empatía, y sobre todo la incertidumbre sobre el paradero de sus hijos, hermanos, parientes debe haber sido un infierno, otro infierno, una guerra personal. Por supuesto que hubo mujeres que estuvieron de servicio y cumplieron funciones en el conflicto bélico también.

-¿Creen que hablar de los hombres durante el conflicto ya está muy trillado?
(PI) -No, no lo creo para nada. Las estadísticas marcan que hubo más muertes de excombatientes por suicidio posguerra que por combate. El año pasado se cumplieron cuarenta años de la guerra y si bien es un dato duro, el número redondo es demoledor, pasó mucho tiempo y todavía no se dijo lo suficiente. Después, en el arte existen los puntos de vista, los lugares desde donde uno se para y decide contar. Insisto con el concepto de trilogía, ya hablé de los combatientes, de la familia, y ahora de las mujeres/amores de los combatientes. Y a pesar de eso siento que no alcanza, que nunca es suficiente, que hay que seguir contando.

(FC) -Yo tampoco creo que sea trillado. Creo que hay muchas historias femeninas como masculinas que fueron invisibilizadas u olvidadas o corridas a un costado. Tomar a las mujeres es una forma de sacudir un poco el tablero y decir “che, acá hay mucho más para investigar”. Es invitar justamente a esa investigación, a esa reflexión, a leer, a ver documentales, a informarnos, a tratar de entender qué es aquello que se reclama y cómo se constituye ese reclamo. Y no sólo el reclamo, porque el reclamo es algo justo, pero más allá están la importancia y el impacto que eso tiene en el cotidiano.