Una mano lava la otra y juntas lavan la cara

Javier Milei intenta que sus ideas concuerden con los hechos, pero se le está haciendo difícil. La fe en la libertad, de eso se trata cuando hablamos de liberalismo, no puede ser objeto de cinismo, de la boca para afuera, la oposición republicana debe ayudar a iniciar el nuevo rumbo, comprender lo que se viene, una ruptura total con la época kirchnerista.

Se necesita que la libertad se afiance, conserve y difunda, sobre todo se comprenda para que sea la estrella fija de quienes desean un progreso persistente.

¿Por qué Javier Milei tiene aceptación en un gran sector de la población llevando adelante un durísimo ajuste? Muchos argentinos aun ignorando qué les reserva el futuro, luego de años de impotencia y desaliento, de desorden económico y corrupción, atisban un futuro que parece entrañar la promesa de una vida mejor si aceptan la carga que, temporalmente, deben soportar sobre los hombros.

Milei es un individualista riguroso. Terminará, si se lo permiten, con todas las trabas que se oponen al progreso de los argentinos. Proyecta sacar adelante a un país saturado de cadenas, genera esperanza, quiere salvaguardar las normas constitucionales.

El estudio de la historia debe ayudarnos a no repetir situaciones que atrasan. La vergüenza del presente es obra de décadas de adherir a la misma política intervencionista y estatista. La fascinación por el Estado de Bienestar nos hizo errar, acabar en repetidas crisis, olvidarnos del goce de la libertad. El amor por el país, la fe en la democracia y la República, el deseo de armonía, debería inspirar a todos los políticos. Si la ley fuera igual para todos, no se cerraría el camino a las ambiciones individuales.

 

LIBERTAD

Este gobierno, más allá de los errores que comete, exalta al individuo y sus oportunidades, sabe que el dinamismo del sistema capitalista y la liberación de energía inmensa que produce es una puerta abierta a una actividad incesante, sin límites.

Por eso el presidente se refiere asiduamente al pasado glorioso de la Argentina, el que comenzó con el puntapié inicial que dio la Constitución de 1853, por la cual se nos concedió derechos iguales a todos, se abrió la economía y mejoró prodigiosamente el nivel de vida.

El motor que lo hizo posible fueron ideas liberales, brindaron un influjo bienhechor. El Gobierno desea que se enseñe a apreciarlas para volver a ser una nación pujante y moderna donde reine la paz, el orden y la prosperidad. Pero no desea anclarse en la referencia al pasado de glorias legendarias, ambiciona encarar un futuro donde se vea la realidad política y económica de frente, dejar atrás este presente pálido y desteñido, propone ir contra la marea de ideas que no encajan con la realidad.

Como bien dijo Benjamín Constant, el comercio es el instrumento de la civilización moderna. No se puede seguir luchando contra el espíritu comercial de Occidente. Los argentinos deberían temblar de pies a cabeza con sólo pensar en que vuelvan gobernantes con el pensamiento e intenciones similares a las kirchneristas.

Son esclavizantes, llevan al autoritarismo por medio de un Estado controlador. Axel Kicillof cree, como todos ellos, que las políticas que nos empobrecieron son inherentes al carácter e historia nacionales. No sale del tremendo error de subestimar al sistema capitalista.

La herencia que nos dejaron no debe apartarnos del dominio paciente de la realidad para sumirla en sueños imposibles, cantos de sirena. Debemos estar atentos, conocer los peligros del nacionalismo y la identificación de ese sentimiento con el amor a la patria.

Pensemos en la URSS o en Alemania nacionalsocialista, allí el Estado se identificó demasiado estrechamente con una nacionalidad y una clase determinada, se convirtió en absoluto. La diversidad es un correctivo a la intolerancia. Ningún gobierno ni de derecha o izquierda debe ser el guía intelectual de la Nación, ni el promotor de la riqueza, ni el maestro del saber, tampoco el custodio de la moral, quienes tienen esas intenciones, a veces sin saberlo, atraen como un imán al totalitarismo.

 

REPUBLICA

Tenemos que amar la República, tener fe en la libertad, tal como lo pregona el presidente. En eso no se equivoca. Podrá ser gritón y malhumorado, pero las transformaciones estructurales que propone van detrás de mejorar las condiciones de vida de los argentinos.

La orientación intelectual y social del país, con Javier Milei, ya no se centra en sí mismo ni contra Occidente, es un avance democratizador enorme. Argentina hoy pretende formar parte del progreso occidental común, desarraigar ideas locas y debilitar a sus mentores, achicar a nivel manejable el Estado.

Pero debe existir la moderación, la tolerancia, las relaciones entre políticos no están exentas de cambios. No convienen enfrentamientos y opiniones que no puedan acomodarse el día de mañana, el tiempo y las circunstancias enfrían las opiniones.

Por su parte, la oposición debe ampliar su visión más allá del propio país y de su tiempo. El progreso humano ha sido alcanzado con la colaboración de muchas personas y países, cada uno se beneficia de los esfuerzos de los demás. Hay que restaurar la cooperación dentro del país y elevar las relaciones internacionales a un plano más alto que el del gobierno anterior.

Algunos creen todavía en la dirección desde arriba, en la eficiencia y el orden racional, terminan no siendo servidores del Estado sino considerándose sus dueños, son los que no entienden que la civilización es una sola, tienen poco respeto por la naturaleza del hombre, con arrogancia pretenden dominar su esencia.

El gobierno anterior amordazó al individuo, lo despojó de la libre intervención en sus asuntos, anuló en la práctica los principios constitucionales, esto dio por resultado muchos años de letargo comercial. Ahora nos toca ser diferentes de lo que ellos deseaban que fuéramos, volver a ver la libertad como un bien superior, por el cual se debe luchar para conservar, buscar ser dirigidos por gente juiciosa y razonable, que no pretendan sacrificar nuestros propios intereses en nombre del interés general.

En resumen, que no inmolen, una vez más, los imprescriptibles derechos formulados en la Constitución en aras de la colectividad.

El aplauso a Milei depende de que triunfe, de que la suerte no lo abandone, que no decepcione. Quiere una Argentina distinta donde se respete la dignidad de las personas y quede a salvo la libertad de todos. A su gobierno le toca también dar lugar a la discusión y a la libre cooperación, preocuparse por moldear a la opinión pública.

Para ello no debería considerar a la oposición como desorden, ni por la ineludible lentitud de la democracia preferir las decisiones rápidas como las que se toman en tiempo de guerra. No pensar en la unanimidad de la opinión. Si creyera que se pueden enfrentar todos los problemas sin consenso, se encaramaría por encima de la ley, como si tuviera una misión histórica. No es el caso.

La razón debe restablecer la armonía entre gobierno y gobernadores en vez de generalizar las desavenencias en una pelea destructiva, dejándose llevar por la impaciencia y la violencia.

La moderación debe dirigir la vida política. Un país es realmente libre cuando se respetan las minorías si son respetuosas de la convivencia social. La libertad no es un medio, es el más elevado fin político. El Estado sólo debe ayudar, indirectamente, en la lucha por la vida. ¡Vamos por ello!

 

* Miembro de Número de la Academia Argentina de la Historia. Miembro del Instituto de Economía de la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Premio a la Libertad 2013 (Fundación Atlas). Autora de “El Crepúsculo Argentino” (Ed. Lumiere, 2006).