Páginas de la historia

Una ley no escrita

“La voluntad de triunfar no otorga el triunfo. Pero lo acerca...”

En el atletismo hay una ley “no escrita”, que nos dice, sin decirlo, que la prueba más valiosa como diría -la reina de las competencias- es la de cien metros, que califica, al que los recorre en el menor tiempo, como el hombre más veloz del mundo.
Ningún atleta logró durante muchas décadas, bajar el tiempo de 10 segundos para esa distancia de cien metros.
Hasta que en 1968, un extraordinario velocista norteamericano, logró en México la hazaña: Se llamó Jim Hines y empleó 9 segundos y 95 centésimas en recorrer los 100 metros. Este tiempo significaba que un hombre había podido alcanzar corriendo, casi los 40 km por hora. En las últimas décadas varios atletas fueron bajando ese tiempo, hasta que un 1º de junio de 2008, surgió una nueva estrella de la velocidad.
Empleó para los 100 metros, 9 segundos 72 centésimas, a un promedio de 45 Km por hora, señal inequívoca de lo infinito de las posibilidades del hombre. El atleta, que nació en Jamaica, se llama Usain Bolt. Y dos palabras sobre ese país caribeño de América Central. Su capital es Kingsdom, donde nació Bolt. Jamaica posee unos 3 millones de habitantes.
El Atletismo es el deporte nacional y no por casualidad, allí nació el anterior recordman mundial de los 100 metros llanos: Asafa Powell.
Casi no hay analfabetos en Jamaica, que formó, hace décadas, con otras islas, la fedración de las Antillas Británicas. Hoy es un país independiente. Pero volvamos a Usain Bolt. Tiene 21 años y pesa 76 Kg, que armoniza con su 1,93 metros de altura. Ese récord le significó -sobre todo en EE.UU.- una fortuna en dólares, contratos de publicidad y prestigio.
Entrevistado en Nueva York después de la carrera por docenas de periodistas norteamericanos y de los diarios y canales de TV de todo el mundo, expresó con una sonrisa simultáneamente irónica y triste, palabras que sorprendieron, pero que revelaban su dolor, por injusticias que sin duda había soportado:
“Como me ven soy todavía negro, aunque ya no soy pobre, ni lustro zapatos ni vendo diarios”. Y agregaba: “Quieren ustedes señores periodistas oir mi palabra y me dicen que millones de personas escucharán mis declaraciones”.
Y sumó “Desde esta enorme ciudad norteamericana, querría preguntarles: Señores periodistas, ¿el hecho de correr más rápido que otros hombres, me ha transformado en una persona mejor? Y yo mismo les respondo”, siguió diciendo: “Si yo no hubiera logrado este récord mundial, a muchos de los que me estarán escuchando, especialmente en mi país Jamaica, ni mis palabras, ni siquiera mi persona, les hubiera importado. Gracias”.
Se nublaron sus ojos y no pudo agregar una sola palabra más. Y este desmerecimiento, esta subestimación, absurda a todas luces, la expresan los ciegos mentales contra seres que son simplemente distintos, lo que no significa, de ningún modo, que sean inferiores.
Y un comentario adicional con relación a este logro deportivo. Cada vez que se supera una marca, surge este interrogante ¿se llegó al límite?
La respuesta sería que así como no hay fronteras para el conocimiento humano, tampoco puede haberlas para la superación física.
Y ya que aludimos a superación física, hay otro récord, no menos valioso que el de Usain Bolt, también logrado en atletismo y en 100 metros. Este otro deportista, también norteamericano se llama Marlon Shirley, tenía 24 años. El tiempo de Shirley, obtenido el 22 de julio de 2002 es de 11 segundos 08 centésimas, es decir que registró 1 segundo y algunas centésimas más que Bolt, corriendo a casi 40 km por hora. Y entonces, ¿cuál sería la hazaña? ¿y por qué es récord? Pues porque a Shirley le fue amputada a los cinco años, parte de su pierna izquierda y se ayuda para correr con una prótesis de fibra de vidrio. Participa solamente en competencias para atletas discapacitados.
Ahora se entenderá mejor su logro. Porque pienso que con su impedimento, está, en los 100 metros, apenas a un segundo y centésimas del hombre más veloz del mundo. La de Shirley es una hermosa historia de sacrificio y de voluntad, puesta al servicio de un ideal noble. Y si bien “la voluntad de triunfar, no otorga de por sí el triunfo, no hay duda que lo acerca”. “Porque la necesidad o las circunstancias negativas, no otorgan fuerzas. Pero las descubren…”.