LA LUPA SOBRE EL DEPORTE

Una historia de superación: el héroe de la final en el Maracaná

John Kennedy es uno de esos meninos brasileños a los que el éxito les llega demasiado pronto. A punto de perderse por su indisciplina, supo reconducir su vida hasta erigirse ayer en el héroe de la primera Copa Libertadores del Fluminense. En el vestuario lo llaman el niño milagro.

Kennedy (Itaúna, 2002) es un certero delantero y un manojo de nervios difícil de controlar. Un tren siempre a punto de descarrilar que revoluciona los partidos a base de nervio, pero en el que siempre confió su técnico, Fernando Diniz, figura clave para su recuperación.

Lo hizo en las semifinales ante el Inter y ayer lo volvió a hacer. Desatascó un partido que iba por derroteros peligrosos en un escenario mágico como el Maracaná de Río de Janeiro. Este joven de raza negra, de pelo a la moda contemporánea, tintado dorado, ha cambiado la historia del centenario equipo carioca.

Entró desde el banco en el minuto 79 para sustituir a un desdibujado Paulo Henrique Ganso, y desde el primer momento se le vio con ganas de poner su nombre y apellidos en el trofeo de clubes más importante de América.

GOL Y EXPULSION

Su actuación incluyó el gol de la victoria en la prórroga (m.98) y una expulsión, todo en el mismo minuto.

Porque salió con todo y a por todos, casi desesperado por doblegar el arco de Sergio Romero, queriendo marcar antes de chutar. Ese ímpetu rompió la final para bien y para siempre.

 

Aunque antes de tocar el cielo se jugó la roja en un golpe al rostro de Ezequiel Fernández. Recibió apenas amarilla por ese lance.

Después firmaría el gol más importante de la historia del Flu. Entró como una bala de cañón por una bajada de cabeza de Keno, que antes había asistido a Germán Cano en el primer gol, y lanzó un latigazo potente, inapelable para el portero Sergio Romero.

Hizo así honor al apodo que le han puesto algunos de sus compañeros en el vestuario: Milagro.

Lo celebró como si le fuera la vida en ello, tanto, que se fue directo a la tribuna para abrazarse con los miles de aficionados tricolores. El colombiano Wilmar Roldán no le perdonó, le mostró la segunda amarilla y a la calle. Kennedy se bajaba de la nube de un plumazo, una metáfora de sus veintiún años de vida.

CAIDA Y RESURRECCION

Nacido en el estado de Minas Gerais, la tierra donde nació Pelé, y criado en el Fluminense, debutó con el primer equipo en 2021, después de deslumbrar en las categorías inferiores.

Pero en 2022 bajó a los infiernos. Los problemas extradeportivos se le empezaron a acumular. Llegaba tarde o se ausentaba de los entrenamientos. En mayo de ese año, se vio además envuelto en otro escándalo, después de que la Policía confiscara su vehículo, que había prestado a unos amigos, tras encontrar marihuana en su interior. Kennedy no tuvo nada que ver, pero fue una piedra más en el camino.

En medio de esas turbulencias, fue descendido al equipo sub-20 y cedido posteriormente al Ferroviária, un modesto club de São Paulo.

Allí se recicló y volvió a su mejor nivel. Volvió al Fluminense en marzo de este año, apadrinado por Diniz, y ha cumplido con creces.

Sin ser titular, el atlético delantero, de 1,81 metros de altura, ha sido clave en la consecución de la Libertadores, en la que ha marcado cuatro goles y repartido cuatro asistencias en diez partidos.

Diniz siempre confió en el joven goleador, al que calificó de un "gran vencedor" cada vez "más íntegro" y "más bonito". Por las dudas, el mes pasado renovó con el 'Flu' hasta 2026. Su valor de mercado era hasta ayer de 5 millones de dólares.