El análisis del día

Una conspiración contra los consensos

Con la segunda vuelta electoral a tres domingos de distancia, la sociedad no se pregunta solo por el nombre del futuro Presidente sino también por los balances y capacidades de un sistema político que se está reconfigurando y que, con las rajaduras que afectan a Juntos por el Cambio, deja golpeado a su centro y crea dificultades suplementarias para una política de consensos.

CHASMAN Y CHIROLITA
“Milei no tiene estructura, es fácilmente infiltrable”, había advertido Muricio Macri en Lomas de Zamora, el día de cierre de campaña de la fórmula Patricia Billrich-Luis Petri. En ese momento se trataba de una descripción crítica, un intento de última hora del expresidente de mostrar cercanía con su candidata a la que sólo había respaldado esporádicamente entre ausencias para jugar un campeonato de bridge o cumplir compromisos exóticos con la FIFA.
Bullrich, que había sido el ariete de Macri para abatir la candidatura de Horacio Rodríguez Larreta, ya en la campaña además de un aliento anémico del ex número uno del Pro, tuvo que soportar su apuesta paralela por Javier Milei, a quien elogiaba como si fuera su candidato secreto. Señalado críticamente por ese notorio doble juego, Macri embolsó los reclamos de Bullrich y decidió acercarse a ella en el crepúsculo de su campaña. Así fue que pintó a Milei como “fácilmente infiltrable”.
Tan pronto como los votos de la ciudadanía cancelaron las chances presidenciales de la candidata de su partido, Macri decidió convertir su diagnóstico en una ventaja práctica. Había perdido a Bullrich, pero Milei seguía en carrera y –pagando errores, desórdenes y delirios de su campaña- estaba aún más débil (“infiltrable”) que unos días antes. El libertario había proclamado durante la campaña que ganaría directamente en la primera vuelta y, en cambio, se había encontrado con el chasco de un segundo puesto a siete puntos del Sergio Massa y con un porcentaje de votos idéntico al que había obtenido en las PASO.
Así surgió lo que ha dado en llamarse el Pacto de Acassuso: la puesta en escena de un perdón recíproco entre Milei y Bullrich por las enormidades e imputaciones que se habían prodigado hasta 48 horas antes, el acuerdo pampa que Milei describió como “apoyo incondicionado” de sus interlocutores, la hegemonía de facto que el macrismo pasó a ejercer sobre la campaña de Milei (incluyendo la marginación de algunos de sus cuadros centrales) mientras la mayoría de los socios de Juntos por el Cambio (UCR, Coalición Cívica, la fuerza federal que lidera Miguel Pichetto y corrientes menores, además de un amplio sector del Pro y los gobernadores electos ligados a la coalición) tomaban distancia de la jugada de Macri (y de Bullrich, como su satélie indispensable).

POR LA VUELTA

Macri, que no había podido ser candidato de Juntos porque su alicaída imagen lo desaconsejaba y su figura era resistida al interior de la coalición, después de haberse desembarazado de los dos líderes del Pro que disputaban la jefatura (Larreta y Bullrich) pasó a convertirse en director de orquesta de los libertarios.
En la última semana se observó el espectáculo extraño de un Milei casi clandestino (con spots electorales que no muestran su figura, sólo se oye su voz en off o, en el único en el que se exhibe su vera effigies, se lo ve leyendo monótamente un texto sobre educación y salud que nada tiene que ver con el programa que los libertarios enarbolaron hasta aquí y parece más bien material de rezago de la campaña de la fórmula que llegó tercera el domingo 22 de octubre).
Esa virtual desaparición de Milei se produjo en paralelo con una sobredosis de Macri y el macrismo en los canales y las radios, con un mensaje que trataba de probar que la suma Milei + macrismo, además de reunir al antiperonismo para cancelar de una vez por todas “al populismo, ese fenómeno mundial que nació en la Argentina”, tenía la virtud de educar, contener y “normalizar” al candidato. Quizás para sobredimensionar su participación y su propuesta, Macri admitió en una entrevista que votar por el libertario era “como tirarte de un auto que va a 100 kilómetros por hora. Podés salvarte o no, pero tenés una chance”. Comparaba con la posibilidad de chocar contra una gran pared, metáfora para ilustrar su mirada sobre el peronismo.
Si en las filas de Juntos por el Cambio el Pacto de Acassuso (y especialmente el hecho consumado, el modo inopinado de concretarlo) había desatado un gran revuelo, las aguas no se veían mucho más calmas en el círculo más reducido de La Libertad Avanza. Los cuadros que se preparaban para, si las urnas acompañaban, ocupar sitios calificados en una administración de Milei sintieron rápidamente que avanzaban sobre el terreno aliados muy ambiciosos, Una figura muy caracterizada en las proximidades del libertario, Carlos Kikuchi, armador partidario, se enteró de la reconciliación con el macrismo por los diarios: Milei no lo llevó a Acassuso, donde sí estuvo su hermana Karina (La Jefa) y un recién llegado, Guillermo Francos, que acaba de renunciar al puesto que ocupaba en el Banco Interamericano de Desarrollo donde llegó nombrado por Alberto Fernández.

CUIDATE DE LOS MODERADOS
Francos adquirió además, junto a la economista Diana Mondino el rol de vocero de la campaña libertaria. Macri reclamó voceros moderados para Milei, que no ofendan con motosierras o frases destempladas que después lo obligan al expresidente a dar explicaciones defensivas a sus amigos del bridge.
Diana Mondino es, efectivamente, una mujer moderada y de modales sutiles. Irónicamente, fue ella la que volvió a mentar un tema tabú, que forma parte del ideario de Milei pero que, a los ojos del macrismo, debería reservarse durante la campaña: la compra y venta de órganos. Para Mondino, el de órganos “es un mercado más. Por qué tiene que estar regulando el Estado?”.
No es improbable que esa definición, que desafía una cláusula del protocolo presentado por Bullrich para el Pacto de Acassuso, haya sido una manifestación de fastidio del mileísmo ante la ofensiva desmedida de las huestes de Macri.
La presión de sus cuadros está seguramente detrás de la declaración del candidato (miércoles 2) en la que refirma que “la dolarización y el cierre del Banco Central son pilares centrales de nuestra visión del Estado”; también defendió la privatización de la obra pública pero, aunque no renegó de la compra y venta de órganos, puntualizó que el tema no está incluido en su plataforma.
Estos movimientos parecen responder a encuestas y focus groups en los que se observan reticencias hacia el acuerdo de los libertarios con el macrismo o, al menos, a la operación de dominio del expresidente sobre la campaña libertaria y el perfil del candidato.
El domingo 22 de octubre, Milei explicó a quienes le preguntaban por el segundo puesto que le había deparado la elección que, si se observa con objetividad, los libertarios venían protagonizando un gran triunfo pues en solo dos años habían ingresado al balotaje. Ahora Milei y sus amigos se preguntan si vale la pena arriesgar ese capital propio cambiando de perfil para satisfacer a un aliado circunstancial que no pudo ser candidato y conduce una fuerza que, aun estando unida, salió tercera.
Si bien se mira, transcurrido el primer momento de vértigo, cuando tuvo que procesar su desconcierto ante los resultados y se sintió muy solo, Milei ha podido comprobar que su fuerza no vendrá de las presuntas ayudas externas, sino que deriva de la lógica misma del balotaje: la polarización.
En rigor, Macri y el círculo que lo acompaña ya han dado pasos irreparables y no pueden retroceder de su respaldo a Milei, acepte este sus condiciones o las deje de lado: Macri ya produjo la ruptura de Juntos (un quiebre que hace daño, entre otros, a su primo Jorge, que necesite actuar con sentido del equilibrio para no dañar la gobernabilidad de la Ciudad Autónoma) y quedaría muy mal parado, sin el pan y sin las tortas, si Milei pierde. Está forzado a trabajar por Milei como este lo anunció: incondicionalmente (aunque eso choque contra sus ansias hegemónicas). Eso incluye ayudarlo a encontrar financiamiento y fiscales.
Si Milei triunfara, Macri podría encontrarse dentro de una coalición de derecha que gobernaría y podría desde ese posicionamiento operar como mediador con la coalición que viene de romper y, eventualmente, recuperar algunos elementos que hoy resisten su postura. En cambio, si Milei pierde, las fuerzas que hoy siguen a Macri se desperdigarán: algunos seguirán los actuales consejos del expresidente y se unirán a los libertarios, otros volverán a acercarse a Juntos por el Cambio (que a esa altura habrá cambiado de nombre) y otros, en fin, volverán a actividades anteriores o se convertirán en panelistas de la tele. Macri salteó a sus aliados deliberadamente porque se vio forzado por las circunstancias que contribuyó a generar. Como en su imagen sobre el auto a 100 por hora, nadie puede asegurar que tirarse equivalga a salvarse.
El Pacto de Acassuso por ahora y hasta el 19 de noviembre es una UTE (unión transitoria de empresas) donde se notan tensiones en la alta gerencia. Su destino ulterior depende del resultado.