Mirador político

Una batalla desigual sobre hielo muy fino

Bastó con que el flamante presidente quisiera meter mano a los fondos fiduciarios que son cajas políticas para que la Ley Ómnibus fuera hundida en el Congreso. Bastó que interviniera el manejo de la asistencia social a través de comedores populares que el gobierno anterior cedió a las organizaciones piqueteras, para que estallaran las protestas sobre el “hambre” del pueblo y centenares de militantes se movilizaran.

En ese punto también entró a jugar a favor de las “organizaciones” el obispado, que tiene buenas relaciones con algunas de ellas, como la de Juan Grabois, amigo del Papa. A través de Caritas le advirtió a la ministra Sandra Pettovello que pretendía recuperar la asistencia social para el Estado: “Nadie puede asumir la complejidad del trabajo social de manera individual … integren a todos”. Es decir, no toquen la intermediación.

En cualquier terreno en el que Javier Milei intenta hacer una reforma tropieza con la oposición de intereses que ofrecen resistencia a cara descubierta. Así ocurrió en la Cámara de Diputados en la que kirchneristas, peronistas, fuerzas provinciales, “lilitos” y radicales demoraron primero y derrumbaron después una norma indispensable para transformaciones de más largo aliento. Actuaron en bloque sin necesidad de ser coordinados porque los unen intereses privados que se han asentado en las instituciones. Las fuerzas de la contrarreforma son muy superiores a la de la reforma y a las del cielo. Controlan el Congreso y buena parte de la Justicia.

El presidente actuó, mientras tanto, sobre la situación fiscal y financiera para lo que contaba con medidas que los políticos no podían trabar. En lo fiscal, paró la obra pública en un 70% y las transferencias no automáticas a provincias en un 85%. Usó la inflación a favor del ajuste del gasto y alcanzó el equilibrio fiscal en enero.

En lo financiero, desarmó la denominada “bomba de las leliqs”. Bajó la tasa de interés con lo que desarmó la deuda en pesos. Tomó deuda en dólares que vence a más largo plazo y sacó pesos de la calle. Por eso los dólares libres se mantuvieron medianamente bajo control.

La combinación de la motosierra con la muñeca financiera del ministro del área frenó transitoriamente la amenaza de la hiperinflación, pero no resuelve los problemas estructurales que llevaron a la economía por enésima vez al borde del abismo. A lo que hay que agregar los problemas políticos, entre los que se cuentan no sólo el obstruccionismo parlamentario, sino especialmente la inmediata reacción de los grupos de activistas sindicales, piqueteros y de partidos de izquierda que ya iniciaron la agitación en la calle a la espera de una víctima fatal para deslegitimar al gobierno.

En síntesis, un trance riesgoso en el que el impulso reformista del gobierno se ha topado con el duro conservadurismo de los grupos de poder y libra una batalla desigual sobre hielo muy fino.