‘LA IGLESIA DE LOS PADRES’, DE SAN JOHN HENRY NEWMAN

Una amable introducción a los primeros siglos cristianos

“Este es un mundo de conflicto y de vicisitudes en medio del conflicto –afirma san John Henry Newman en la Introducción de La Iglesia de los Padres–. La Iglesia es siempre militante; algunas veces gana, a veces pierde; y más a menudo gana y pierde a la vez en diferentes partes de su territorio. ¿Qué es la historia eclesiástica sino un registro de la siempre dudosa fortuna de la batalla, aunque su resultado no es dudoso? Apenas cantamos el Te Deum cuando tenemos que volvernos a nuestros Misereres; apenas estamos en paz cuando nos encontramos en persecución; apenas obtenemos un triunfo cuando nos viene un escándalo. En verdad, progresamos por medio de contramarchas; nuestras aflicciones son nuestras consolaciones; perdemos a Esteban para ganar a san Pablo, y Matías reemplaza al traidor Judas” (Newman, J. H., La Iglesia de los Padres, Buenos Aires, Ágape, 2019, p. 31).

La reflexión de Newman viene a cuento a propósito de las semblanzas que ofrece en La Iglesia de los Padres, un libro que tiene su historia y, de alguna manera, también sus vicisitudes. Observa Mons. Fernando María Cavaller en el Prólogo, que “en el marco del fervor patrístico de Newman, propio también del Movimiento de Oxford, comenzó en 1835 la publicación de La Iglesia de los Padres, como una serie de artículos en el British Magazine”. Nótese que, todavía entonces, Newman era anglicano. “El editor, Hugh Rose, dándose cuenta de lo polémico del material, no lo publicó en la sección principal sino en la de correspondencia, bajo el título «Cartas sobre la Iglesia de los Padres»”.

En 1840 Newman las publicó en formato de libro. Una vez convertido en 1845, sale la tercera edición en 1857. Newman ya era sacerdote católico. En 1868 se publicó la cuarta edición. “En estas ediciones posteriores a su entrada en la Iglesia Católica cambió, naturalmente, el ángulo de visión, y en vez del énfasis puesto en defender a la Iglesia Anglicana de la intromisión del Estado quería acentuar sólo la diferencia entre la Iglesia primitiva y la Iglesia Anglicana o el protestantismo”, observa Mons. Cavaller. La edición definitiva de La Iglesia de los Padres es la de 1873.

El índice del volumen incluye: I. Pruebas de Basilio; II. Trabajos de Basilio; III. Basilio y Gregorio; IV. Ascenso y caída de Gregorio; V. Antonio en conflicto; VI. Antonio en calma; VII. Agustín y los vándalos; VIII. Conversión de San Agustín; IX. Demetrias y X. Martín y Máximo.

VIDA MONASTICA

Hay un tema que aparece constantemente a lo largo de las semblanzas patrísticas. Es el de la vida monástica. Las semblanzas que Newman hace sobre san Antonio son un buen ejemplo de reflexión sobre este estilo de vida inspirado en el Evangelio. Observa Newman que el monaquismo “al consistir no en la soledad pero sí en austeridades, plegarias, retiro y obediencia, no contenía en sí, por cierto, sino aquello que es perfectamente cristiano y, bajo ciertas circunstancias, aun ejemplar; especialmente cuando se lo contempla en su conexión con los deberes relativos a él, lo que pronto le fueron atribuidos: ser limosneros de los pobres, educar al clero y defender la fe”.

Respecto de la educación del clero, es interesante recordar dos ejemplos concretos que hablan de la excelencia de la vida monástica. El primero está vinculado a San Agustín. Siendo recientemente ordenado presbítero, el obispo de Hipona, Valerius, le proporcionó un jardín para construir un monasterio. De allí “salieron varias ramas de la propia comunidad de Agustín, quien además se ocupó de crear una escuela o seminario para la Iglesia. En adelante, las iglesias africanas requerían sacerdotes allí formados. Possidius, su discípulo y amigo, menciona a menos diez obispos que provenían de la escuela de Agustín”. El segundo ejemplo está relacionado con la vida de San Martín de Tours. Una vez consagrado obispo, San Martín “aunque no era un intelectual, puso su instituto monástico al servicio de la teología. Su monasterio de Marmoutier se hizo famoso, y adoptó más tarde la Regla de San Benito”.

La Iglesia de los Padres de san John Henry Newman es una amable invitación para introducirse en el mundo de los Padres de la Iglesia y de otros escritores o santos de los primeros siglos cristianos. El tono polémico, aunque mesurado, que puede tener el volumen se explica por el contexto en el que escribe el autor inglés. Mediante las abundantes citas de los Padres, busca que el lector se sumerja en sus escritos completos.

De esta manera, Newman se convierte en un auténtico apóstol de la pluma para que sus lectores deseen beber de la misma fuente.