EL RINCON DE LOS SENSATOS

Un triángulo de dos (o dos en el sube y baja)

Lo del título es un absurdo geométrico. El subtítulo, lo tomamos de una gran obra de teatro de William Gibson (que también llegó al cine de la mano de Robert Wise).  Y una y otra cosa, el absurdo y lo escenográfico, sirven para esbozar el frágil esquema del poder que mal lleva las riendas del gobierno. 

El triángulo se constituyó cuando la presidente de hecho, Cristina, y quien formalmente ocupa el cargo, Alberto, acordaron en llamar a un superministro que viniera a sacarnos adelante: Sergio Massa. Cuando éste llegó, la tensa relación entre Cristina y Alberto, hacía que todo siguiera en punto muerto, cuando no, marcha atrás. 

La historia enseña que los triunviratos son precarios, pero éste aceleró el paso: fue efímero. Porque el ya deteriorado Alberto pasó, en cuestión de días, a desempeñar un rol apenas protocolar, como el que cumplen los presidentes en los sistemas parlamentarios. Si antes incurrió en el absurdo constitucional de guardar obediencia hacia su vice, desde que llegó Massa sólo rubrica decisiones ajenas. Del triángulo nos van quedando dos.

Los cuales tensan, uno de cada extremo, una soga bastante gastada. De modo tal, que el equilibrio de cada uno de ellos depende del que conserve el otro. Hasta el día de hoy, Massa dista de ser el superministro anunciado, como lo fue, por ejemplo, Cavallo en el gobierno de Menem.  

Ahora bien, si Cavallo pudo desempeñar ese papel fue, ante todo, por la completa delegación que Menem hizo en él de toda decisión económica. Cavallo proponía, Menem y el Congreso asentían. Y no es éste el caso de Massa, a quien ya Cristina ha salido varias veces a marcarle la cancha, secundada de inmediato por sus distintos voceros. 

Las críticas de la vice abrieron las compuertas para que otros sectores de la coalición oficialista asuman el disfraz de opositores. El gremial entre ellos. Y el piquetero, que se esconde tras la carátula de organizaciones sociales todas las cuales viven de las arcas estatales. Todos ellos critican al Gobierno como si no lo integraran. Así lo hicieron en los distintos actos del 17 de octubre que, justamente por ser distintos, retratan el estado de división del Frente de Todos.  

¿Afectan a Fernández esas críticas? No, en sus mejillas no caben más bofetadas. Cuando desde ese Frente se critica al gobierno, se está hablando de Massa. No sea que éste vaya a acertar con alguna medida que desregule la vida económica –aunque hasta hoy no marcha en esa dirección- y se produzca un rebrote con “recetas neoliberales".  

SUEÑOS DE 2023

De los dos que nos quedan, parecería ser que Massa sueña con 2023. Que palpita que puede ser el candidato al que deban recurrir aun aquellos que lo critican en la coalición gobernante. Razón por la cual, hasta el momento, no ha tomado ninguna medida diametralmente opuesta a las que están ahogando la actividad económica. Tal vez siga intentando navegar entrambas aguas.  

Por el lado de Cristina, aunque critique al gobierno –es decir, a Massa– ella sabe que no le conviene serruchar la única rama que la sostiene. Porque la caída de este ministro provocaría tal terremoto que también la arrastraría. 

Desde Juntos por el Cambio suele decirse que Massa vino solamente a demorar el momento de la explosión, como para que ésta tenga lugar con el próximo gobierno. Es posible, pero, de ser así, por una parte, no sería el ministro salvador y, además, de ser electo debería enfrentar una segura catástrofe.  

A él no le conviene demorar algunas medidas drásticas en materia de economía. Pero ella no quiere que las tome. Y si él las tomara, ¿serrucharía Cristina la rama en la cual se sostiene? Porque un nuevo cambio de gabinete –de un gabinete puramente K- lo único que lograría sería detonar ya mismo la bomba 

Así estamos: con dos en el sube y baja del poder sin que ninguno lo asuma del todo. Ello, mientras el país pende de un hilo.