Silvia Kutika protagoniza ‘Al fin y al cabo es mi vida’, sobre una escultora cuadripléjica que reclama sus derechos

Un tratado sobre la dignidad de morir

La gran actriz regresa al teatro porteño mientras sigue de gira con ‘El cuarto de Verónica’. Dirigida por Mariano Dossena, plantea un debate con múltiples aristas de análisis.


No es un pedido de eutanasia. Eso es lo primero que aclara Silvia Kutika cuando habla de la obra que está protagonizando en el teatro Metropolitan. Su personaje, Clara, es escultora y por culpa de un accidente automovilístico queda cuadripléjica y en vez de aferrarse a la vida -como indican ciertos ‘manuales éticos’- decide pedir que la dejen ir. Por lo pronto, a su casa, y que el hospital no la atienda más. Se sabe, sin cuidados morirá. Pero lo hará con dignidad.

Por supuesto, no todo el mundo acepta la decisión de Clara. Habrá juicio, habrá un dictamen y habrá muchos debates y opiniones. Pero para conocerlos hay que ir al teatro y ver a la actriz.

‘Al fin y al cabo es mi vida’, tal el nombre de la pieza, es un texto del británico Brian Clark, de 1980, que en su versión original en la Argentina fue protagonizada por Duilio Marzio. En la puesta de ahora, el personaje principal está a cargo de una mujer y es la misma que en 2005 se estrenó en Londres con Kim Cattrall (la Samantha Jones de ‘Sex and the City’), quien recibió premios y elogios por el papel.

La dirige Mariano Dossena y cuenta con las actuaciones de Fabio Aste, Mirta Wons, Fernando Cuellar, Luis Porzio, Tania Marioni, Jorge Almada y Morena Prereyra.

EL ENCUENTRO

A Silvia Kutika se la ve feliz por el desafío de interpretar a Clara. La entrevista con La Prensa ocurre durante una tarde soleada de invierno en un bar de su barrio de Chacarita. Café mediante, la actriz -súper reconocida por sus innumerables trabajos televisivos- quiere invitar al teatro, cuenta pormenores, enmarca la obra en una búsqueda reciente relacionada con una mayor proyección teatral -su trabajo en ‘El cuarto de Verónica’, que sigue de gira, fue muy elogiado-.

En pareja con el actor Luis ‘Pipo’ Luque desde hace décadas, Kutika suma a su talento una belleza que se impone al paso del tiempo, mezclada con una calidez innata. Lo primero que llama la atención al verla es la dificultad que tiene para caminar, producto de un reciente accidente doméstico.

-¿Es para estar más a tono con el nuevo personaje?

(Sonríe) -Varios me lo han dicho. Fue una cosa que se mezcló con lumbalgia y tuvimos que suspender funciones en Rosario. Pero ya estoy repuesta y con todas mis energías en ‘Al fin y al cabo es mi vida’.

-Su personaje hace un pedido muy particular, parecido a una especie de eutanasia.

-Sí, pero no es exactamente eutanasia, porque no está pidiendo que le den algo para morir, no es un suicidio. Ella dice: “¿cómo yo no puedo tener derechos y no puedo decidir sobre lo que quiero que suceda con mi cuerpo”. Ella quiere que le den la opción de decidir.

-¿Cómo abordó este personaje?

-Es rarísimo porque primero trato de tener un estado de relajación absoluta porque estoy en una cama, no me puedo mover porque es una mina que quedó así. Entonces, trato de estar muy pegada, casi absorbida, por la cama. Después, es pura cabeza y puras sensaciones. Muchas veces me quiero levantar de la escena y salir corriendo a pedir socorro, no sé, o acogotar a alguno de los otros personajes o abrazarlos, Entonces, es como un despegue. Yo muchas veces me siento como elevada, viendo mi cuerpo ahí postrado y la cabeza que está pensando a mil, que está elucubrando.

-Debe ser complicado no poder moverse en escena.

-Durante una hora y media estoy con las manos y los pies quietos, solo muevo la cabeza. No muevo los hombros, los brazos ni los pies. Es complicado, sí. La que se hizo más es la versión masculina de la obra y hubo muchos actores varones que no aceptaron el desafío.

-¿Por qué le parece que ocurrió eso?

-Seguramente, la energía masculina choca más con esta decisión de Clara. Los hombres deben debatirse más con esto.

‘Al fin y al cabo es mi vida’, dirigida por Mariano Dossena, sale a escena los miércoles a las 19.45 en el Teatro Metropolitan.

-¿Justifica al personaje? ¿Está de acuerdo?

-Sí, completamente. Me ha pasado con mi familia, por ejemplo, con mi vieja. Ella tenía todo muy decidido y dijo: "si a mí me pasa algo el día de mañana, ustedes no me sostengan, no pasen por eso." Y de hecho, murió de cáncer, en mi casa con cuidados paliativos, pero no sostenida de más. En la obra, lo de Clara es también una elección personal. Ella espera que se la respete. No critica a los que quieren seguir. Ella dice: "yo sé que hay mucha gente que está lisiada y que es feliz, pero yo no”.

-¿Por qué cree que ella no es feliz siguiendo? ¿A qué responde?

-Para ella es indigno depender de los demás todo el tiempo. Considera que no es una vida digna esa, que la cambien, que le hagan enema, que la roten. Ella ya no es dueña. Imagínate, encima es escultora.

LOS TIPS DE ‘PIPO’

-¿Y ‘Pipo’ qué dijo sobre el texto? ¿Le gustó?

-Le encantó, le gustó mucho el material. La verdad es que disfrutó mucho también de la pasada que vio. Me dice, "guau, es un temita, son muchos temitas a tratar y ninguno demasiado sencillo, claramente”.

-¿Usted le pregunta? ¿Se dan tips?

-Sí, todo el tiempo.

-¿Se dicen la verdad?

-Toda la verdad. Con amor, pero nos decimos todo. ¿Para qué sirve que te digan que está todo bárbaro y todo es horrible? Porque justamente podés ir corrigiendo. Vamos viendo esto, lo otro y uno va creciendo. Incluso se pueden ir trabajando cosas que no están dadas en el texto. Entonces, es muy nutritivo el intercambio. Y acá en ‘Al fin y al cabo es mi vida’ hay muchas oportunidades de ir creciendo y plantearnos aspectos tanto de actuación como de debate.

-¿Qué la moviliza finalmente del material?

-Es muy interesante todo. Habla, por ejemplo, sobre la cosificación del paciente. Uno entiende a los médicos o a los enfermeros que a lo mejor no pueden ponerse con cada uno y sufrir lo que sufre cada paciente. Pero empiezan a hacer cosas terribles. Hay una escena en la que yo estoy como siempre en la cama y se ponen un médico de un lado y otro del otro, y empiezan a hablar de mí, de lo que está funcionando bien o no, como si yo no tuviese. Entonces, Clara va a decir, “esperate, ustedes están hablando de mí, yo estoy acá. No hablen delante mío porque yo los estoy escuchando." Esta cosa de perder la dignidad pasa mucho. Y es uno de los grandes temas de los que trata la obra y que a mí me movilizan.