La fantástica historia de Yevgueni Viktorovich Prigozhin, el famoso comandante del Grupo Wagner

Un personaje escapado de una novela de Pushkin (I Parte)


" No me crees... ¡Te pierde el corazón!

¡Qué fe tenés...! ¿No ves que no acertás?

¿Que si jugás a cartas de ilusión,

son de dolor las cartas que se dan?

Del tango "Suerte Loca", por Troilo y Fiorentino.

Lucio V. Mansilla, en sus escritos, hizo dos observaciones importantes. La primera, que no hay un espectáculo mejor para aclararnos nuestras ideas que ver al enemigo acampado en la otra orilla del río. Se goza de una repentina lucidez, una mayor dosis de ingenio, de coordinación y de velocidad mental y física. La segunda observación se refiere a la fama, buena, mala o pésima de cada persona, confrontada contra la realidad.

Mansilla había observado, en sus múltiples viajes, batallas y ocupaciones que, cuando llegaba a conocer a una persona precedida de una excelente fama, nunca estaba a la altura de sus ponderaciones. En cambio, cuando su fama era terrible, o directamente espantosa, el personaje siempre parecía mejor que en el ominoso retrato pintado por sus detractores.

Ambas circunstancias se aplican muy ajustadamente en el caso de Yevgueni Viktorovich Prigozhin, el famoso comandante del Grupo Wagner, integrado en su casi totalidad por mercenarios rusos. Un comandante que, desde la segunda mitad de 2022, contrató miles de presos sacados de las cárceles de toda la Federación Rusa para ayudar en las movilizaciones de tropas forzadas por las derrotas rusas de la primera invasión (del 24 de febrero) en Kiev y en Jarkov, y por su pobre desempeño en el Donbás.

El extraño plan de ataque de Vladimir Vladimirovich Putín incluyó tres grupos militares completamente diferentes entre sí. Por un lado, el Ejército ruso, cuyo jefe militar y político es el teniente general Serguei Shoigú, (quien cumplió 68 años el 21 de Mayo último) a la sazón ministro de Defensa, a quien siguieron en jerarquía, en los últimos ocho meses de 2022, tres jefes de Operaciones Militares en territorio ucraniano, (los generales Aleksandr Dvornikov, Genadi Zhidko y el famoso carnicero Serguei Surovikin).

Una altísima rotación de jefes militares hasta el 11 de enero de 2023, cuando fue nombrado en ese cargo el prestigioso general Valery Gerashimov, (cumplirá 68 años el 8 de septiembre) quien ya era Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa. Estos son los herederos del famoso Ejército Rojo de la Unión Soviética, pero no han estado solamente ellos en esta curiosa operación militar especial. Hay dos grupos independientes más, cuyos jefes también han gozado de gran autonomía.

MUY RARO

El más raro de este tridente de ejércitos comandados por Vladimir Putín corresponde a las tropas chechenas.

Chechenia es una república autónoma que pertenece a la Federación Rusa, pero con la característica de ser un estado musulmán donde rige la sharia, un conjunto de leyes musulmanas que norman el comportamiento de sus habitantes de acuerdo con los códigos, usos y costumbres propias de esta visión islámica. Parafraseando una vieja frase de la provincia de Corrientes, podría decirse que: "Si la Federación Rusa entra en guerra.... Chechenia la ha de ayudar".

Fue exactamente lo ocurrido en Ucrania a partir del 24 de febrero de 2022, día de la criminal invasión rusa... ¡con la ayuda de las tropas chechenas...!
Vale una pequeña digresión: Chechenia tiene un territorio de aproximadamente 11.000 km2 (la mitad de la extensión de Tucumán, o la tercera parte de Misiones) y una población total de aproximadamente un millón doscientos mil habitantes, en su gran mayoría de fe islámica.

Su jefe es Ramzam Kadirov, jefe político de la República de Chechenia, quien, con 46 años de edad, es el más joven de los tres jefes de sendos ejércitos rusos que operan en Ucrania en forma notoriamente independiente. Justamente, Kadirof comanda la fuerza más pequeña de las tres, con solamente 7.000 efectivos, llamados kadirovitas, porque son como un ejército personal de este jefe checheno. Tienen su propio uniforme, muy parecido al ruso pero de tonos más oscuros, con signos de identificación chechenos. Son todos musulmanes y se encomiendan a Alá antes de entrar en combate.

Para Putin es muy importante tenerlos de su lado, porque Chechenia mantuvo dos guerras contra la Federación Rusa. En la primera de ellas, esta República se había declarado independiente y pretendía hacer un estado musulmán con territorios vecinos, a los cuales atacó aprovechando que, en la década del 90' del Siglo XX, la Unión Soviética había implosionado y la Federación Rusa liderada por Yeltsin no pudo imponerse sobre las fuerzas chechenas.

Ese triunfo estaba reservado a Putin, quien logró quebrar la resistencia de los separatistas chechenos mediante un tremendo fuego de artillería, bombardeos aéreos y, finalmente, cercando (poco antes de la Navidad de 1999) y tomando, a principios de febrero de 2000, la ciudad de Grozny, capital de Chechenia, la cual quedó reducida a puros escombros.

Finalmente, en junio de 2000, una fracción de los separatistas, liderada por Ajmat Kadirov (padre del actual Ramzan) se pasó al bando ruso y, con el gran apoyo militar de Putin, pudo terminar con la feroz guerra civil en la cual había desembocado Chechenia.

Luego, el presidente de la Federación Rusa reconstruyó y modernizó Grozny. Ajmat murió en 2004, víctima de otros separatistas que lo consideraban un traidor y, en 2007, asumió la jefatura política del país caucásico su hijo Ramzan, quien también sufrió varios atentados, algunos de ellos muy graves. Pero luego la situación se tranquilizó, pues Kadirov tomó el control absoluto de Chechenia, de tal modo que Putin, en esa República Autónoma integrante de la Federación Rusa, siempre sacó más del 90 % de los votos en todas las elecciones. Pero, como contrapartida, la autonomía de esta pequeña región de 11.000 kilómetros cuadrados es altísima. Tanto, que impera la sharia, una normativa islámica que se superpone muchas veces a la Constitución Rusa, sin que nadie levante la voz ni el dedo. Pero, en realidad, más que una sujeción de Chechenia a la Federación Rusa, funciona como un acuerdo personal entre Kadirov y Putin, de imprevisibles consecuencias políticas cuando ambos liderazgos disminuyan o se apaguen.

El ingreso de Ramzan Kadirov a los campos de batalla de Ucrania, asociado a las tropas de la Federación Rusa (de la cual Chechenia es parte) significó un doble espaldarazo: para Putin, porque se aseguraba la lealtad del jefe checheno y, en su momento, sus 3.000 kadirovitas (actualmente son 7.000); y también para Kadirov: porque entraba como general en jefe de una fuerza propia invasora, como socio de la que, se suponía, era la segunda potencia militar de la Tierra. A poco andar, el 28 de marzo de 2022 (cumplido un mes y cuatro días de guerra) Putin le otorgó a Ramzán Kadirov, seguramente para halagarlo, la jerarquía de teniente general.

MERCENARIOS WAGNER

Este extraño tridente político y militar ideado por Vladimir Vladimirovich Putin para su irremediable invasión a Ucrania se completó con el calificado aporte del Grupo de Mercenarios Wagner, cuyo director propietario Yevgueni (Eugenio) Prigozhin cumplió 62 años el jueves 1ª de junio último. Nació en esa fecha, pero de 1961, en Leningrado, como se llamaba por entonces San Petersburgo cuando todavía regía el marxismo leninismo.

Parece un personaje escapado de una novela de Pushkin, como el líder rebelde Pogachov, recordado antihéroe de su notable novela épica La hija del capitán. Su padre murió cuando Eugenio era un niño y su madre se casó por segunda vez con un reputado instructor de esquí de fondo, quien anotó al joven Eugenio en un instituto de Educación Física de excelencia, de donde surgieron numerosos atletas olímpicos. Pero el deporte no era el fuerte de Prigozhin. Por lo contrario, ya egresado de este importante colegio secundario, comenzó una carrera delictiva mediante robos, estafas, fraudes y asociación ilícita.

Graduado en 1977, en noviembre de 1979 recibió una condena por robo. En 1981 fue sentenciado a 13 años de prisión por los cargos de robo, fraude y participación de adolescentes en actividades ilícitas. Fue indultado en 1988 y liberado en 1990. En total, pasó nueve años en prisión.

Cuando salió de la cárcel comenzó a vender panchos en las calles de San Petersburgo, en una cadena de puestos callejeros propiedad de su padrastro. Luego se asoció con alguien para explotar un supermercado y, finalmente, en 1996, con otro socio, abrió su célebre restaurante Antiguas Costumbres, destinado a la incipiente élite rusa de San Petersburgo, elevada sobre las ruinas de la ex Unión Soviética. Era una época donde se desguazaban enormes emporios estatales e iba surgiendo un nuevo tipo de capitalistas, asociados con los negocios del Estado. En 1991, Vladimir Vladimirovich Putin también tuvo que comenzar de nuevo. Ya no existía su empleador (la Unión Soviética) ni su puesto en Alemania Oriental pues, caído el Muro de Berlín, las dos Alemanias se habían reunificado.

La década del 90' del siglo pasado fue, para la Federación Rusa y su zona de influencia, absolutamente traumática. Algunos pocos se hacían muy ricos, y otros muchos... muy pobres. Había necesidades de todo tipo y una colosal incertidumbre, pero muchos rusos no confiaban en el capitalismo y la economía de mercado como soluciones eficaces. Entre ellos, Putin, quien encaró una solución intermedia: no podía volver al monopolio absoluto del Estado, ni tampoco lanzarse en los brazos de un capitalismo que le parecía salvaje. Lo expresó en una famosa frase: "Quienes no añoran los tiempos de la Unión Soviética, no tienen corazón pero, quienes quisieran volver a esos tiempos... no tienen cerebro".

Boris Yeltsin, absolutamente desgastado por ese tremendo quiebre institucional, social, económico y militar, presentó inopinadamente su renuncia a la Presidencia el último día de 1999 y le pasó el cargo, en forma interina, a Vladimir Putin. Este no era, seguramente, pese a ser su delfín, su personaje político preferido pero, a esa altura de la soirée, tampoco podía hacer otra cosa. Habían nacido los siróvikis y el capitalismo de amigos.

PARA ARRIBA

El cambio de fortuna de Prigozhin se inició por el lado gastronómico, con su espectacular restaurante Viejas Costumbres primero y, luego, con la creación del New Island, el primer restaurante flotante de San Petersburgo, sobre las aguas del Río Neva, las cuales la conectan con el Mar Báltico.
Quien comenzó a navegar junto con la élite rusa fue claramente el dueño de ambos restaurantes, con un asiduo invitado de lujo: Vladimir Putin, acompañado incluso por mandatarios extranjeros a quienes quería agasajar informalmente. Por supuesto, el encargado de servir personalmente al premier ruso y a estas celebridades era Prigozhin.

Pronto fue contratado para encargarse del servicio gastronómico del Kremlin, comenzando por los fastos de gala y luego, con el resto de las necesidades de comida y bebida. El catering completo para el centro de poder de la Federación Rusa. Una vez obtenida la confianza de Putin, nuestro personaje se adjudicó los concursos para dotar de alimentos y bebidas a todas las escuelas y, de más en más, se convirtió en el proveedor gastronómico de las Fuerzas Armadas rusas. Sus ingresos y su influencia junto al poder ascendieron astronómicamente.

Pero eso fue solamente el comienzo, porque encontró la manera de ser útil a Putin en muchas otras tareas, algunas delicadas, otras clandestinas y, las más importantes, secretas.

Resulta muy curioso que Putin se mantenga siempre impasible ante los duros cuestionamientos del jefe de los mercenarios contra las fuerzas regulares rusas.

En una breve síntesis, fundó su Agencia de Investigaciones en Internet, donde formó un ejército de trolls para influir en la opinión pública a través de las redes de comunicación más modernas y conocidas. Incluso fue acusado por el FBI de haber influido en las elecciones norteamericanas de 2016 y 2018, cargo que negó durante años, hasta que finalmente los admitió en febrero de 2023. Posee también varias agencias de noticias, tan importantes que podrían rivalizar con la TASS, la agencia de información estatal de la Federación Rusa.

Todas estas actividades estuvieron siempre muy vinculadas con los servicios secretos rusos, tanto en el campo de la opinión pública interna como en materia internacional. Y, por supuesto, en absoluta sintonía con Putin.

UNA FUERTE APUESTA

Según los sociólogos, las instituciones son hijas dilectas de las crisis sociales, institucionales y políticas. En este caso, significó el nacimiento del Grupo de Mercenarios Wagner, propiedad de Eugenio Prigozhin, pero con el absoluto auspicio y protección de Vladimir Putin.

Nació en forma clandestina, con un degradé muy prolijo y sigiloso en sus primeros pasos. El 19 y 20 de febrero de 2014, el presidente ucraniano prorruso dio la orden de tirar a matar contra los manifestantes que pedían la firma del acuerdo con la Unión Europea, o su renuncia al cargo. Hubo un centenar de muertos y centenares de heridos. El presidente Víctor Yanucovich huyó a Moscú.

Caos en Kiev. Aparecen unos hombrecitos verdes, armados, en la Península de Crimea. Aparentemente, no pertenecen a ningún ejército, no tienen jinetas, ni la menor identificación, ni personal, ni de pertenencia a un cuerpo o regimiento determinado, ni tampoco dicen de dónde provienen. Pero muchos comienzan a sospechar que responden al Kremlin. Pronto ocuparon todos los lugares clave de Crimea.

En Sebastopol estaban los rusos, porque era el puerto madre de la Flota Rusa en el Mar Negro. Pero, en todo lo demás, se hacían presentes los hombrecitos verdes.

Había nacido el Grupo Mercenario Wagner, donde los soldados de Prigozhin estaban acompañados por muchos agentes secretos rusos. Eso sí, todos vestidos con idénticos uniformes de un extraño color verde, sin jinetas y sin identificaciones. Habían copado la Península de Crimea sin disparar un tiro. Poco después llegaron tropas regulares del Ejército ruso y la guerra asimétrica iniciada hacía años por la Federación Rusa, fue transformada por Putin en una guerra convencional contra Ucrania.

La creación de una fuerza militar de mercenarios supuso un desafío enorme para Prigozhin. En primer lugar, porque la Constitución Rusa prohíbe expresamente la contratación de soldados de fortuna (así también se les llamaba, desde el Siglo de Oro español) Por lo tanto, podrían ser consideradas fuerzas armadas fuera de la ley. De alguna manera, están fuera de la Constitución y de las leyes, por lo menos en la Federación Rusa. Pero eso no fue óbice para que el Grupo Wagner haya crecido notablemente en los últimos quince años, con operaciones en muchos países de África, de Oriente Medio, y ahora también de Europa.

MATANZA EN BAJMUT

En la invasión de Ucrania se hizo presente el Grupo Wagner con unos 50.000 soldados mercenarios, muchos de ellos improvisados, contratados en las cárceles con el señuelo de una posible condonación de penas, sueldo, y una ficha limpia para el futuro. Siempre que lograsen salir vivos, desde ya, de esas espantosas masacres que caracterizan las guerras en localidades, o de trincheras, en el Donbás.

En el caso de la Batalla por Bajmut, según declaraciones del propietario del Grupo Wagner, los mercenarios, por ejemplo, tuvieron un total de 20.000 bajas, de los cuales la mitad (10.000) fueron ex convictos.

En un video se ve a Prigozhin, rodeado por una importante montaña de cadáveres envueltos en bolsas negras de plástico, donde les dice, con una expresión muy extraña: "El contrato terminó, muchachos, buen viaje."

Algunos lo han calificado de cínico, pero no opino igual. A lo sumo, cínico en el sentido filosófico, como utilizan esta palabra los ingleses. La escuela de los cínicos está muy cercana a la de los estoicos, aquellos capaces de aceptar la vida como viene, sin buscar vanas justificaciones .

El triunfo pírrico de Bajmut, después de ocho meses de combate, con miles de muertos por bando, de las cuales muchísimas son propia tropa, le han revuelto las tripas a Prigozhin, y ahora las verdades afloran a sus labios sin poderlas contener, ni silenciar.

Nunca van dirigidas contra Putin, jamás, pero hacen un blanco brutal sobre los altos mandos del Ejército ruso porque, prácticamente, los insulta cada vez peor.

Es evidente que Vladimir Vladimirovich Putin no confía enteramente en sus soldados, actitud típica de los líderes autoritarios, quienes siempre se guardan unas cuantas bazas por las dudas.

Muchos analistas militares ven que, de los 900.000 efectivos que figuran en el Orden de Batalla de la Federación Rusa, solamente 600.000 dependen directamente del Ministerio de Defensa y de los Jefes de sus Estados Mayores. Otros 300.000 dependen directamente de Putin, son su Guardia Personal.

Una situación no exactamente igual, pero parecida, ocurre en Cuba pues, después de la muerte del presidente rumano Ceacescu a manos de sus propios soldados, Fidel Castro dividió las Fuerzas Armadas en tres Ejércitos: el de Occidente, el del Centro y el del Oriente, con escalafones cerrados, bloqueados para los otros dos Ejércitos. De manera que, si alguno de los ejércitos se rebelaba, contaba con los otros dos para sofocar dicha rebelión.

Una especie de seguro. Ya no está Fidel Castro, es cierto, pero ni su hermano Raúl Castro ni Díaz Canel han cambiado para nada esa división tripartita.
No es para justificar a Putin, pero cada uno sabe dónde le aprieta el zapato y dónde prefiere colocar sus temores. En ese sentido, tanto Eugenio Prigozhin como Ramsan Kadirov, saben que no dependen exactamente del ministro de Defensa Serguéi Shoigú, ni del Jefe del Estado Mayor del Ejército ruso, Valery Gerasimov. Tal vez Kadirov no lo tenga tan claro porque, además, es veinte años menor que ambos generales rusos, pues nació en 1976, mientras que ambos generales rusos habían nacido unos veinte años antes, en 1955.

En cambio, Eugenio Prigozhin, con 62 años de edad cumplidos el jueves 1ro. de junio de 2023, menos lindos, profiere todo tipo de agravios contra ambos militares rusos y sus adláteres. Hace pocos días, inclusive, los trató directamente de "payasos".

Resulta muy curioso que Vladimir Putin se mantenga siempre impasible ante los permanentes cuestionamientos y críticas del jefe de los mercenarios contra las fuerzas militares regulares de la Federación Rusa.

Quien calla otorga, dice el refrán, y no se equivoca por lo cual el silencio de Putin le ha otorgado un bill de inmunidad a Prigozhin, quien se puede despachar como quiera contra las Fuerzas Armadas rusas. No es la primera vez y, seguramente, tampoco será la última, en la cual los contratados, mercenarios, o soldados de fortuna, como se prefiera llamarlos, critican a los militares de carrera.