SE CUMPLIERON 50 AÑOS DE LA MUERTE DE FRANCISCO FRANCO

Un militar católico que sabía por qué luchaba

POR SANTIAGO ROSPIDE *

El 20 de noviembre se conmemoraron los cincuenta años de la muerte del Caudillo católico español. Con la estampa de este gran capitán presentamos aquí a un hombre de armas de sobresalientes cualidades personales y profesionales, y cuando nos referimos a personales queremos decir que incluyen estas a sus convicciones católicas. Bien vendría recordar aquellas palabras del Caudillo que luego de recibir de manos del cardenal primado Gomá la espada de la Victoria pronunció lo que sigue:

“Señor que todos los hombres conozcan a Jesús que es Cristo, hijo de Dios vivo”.

Son palabras que no sólo fueron declamadas, sino que fueron practicadas a lo largo de su larga y fecunda dictadura católica. Por eso muy bien definió el papa Juan XXIII al Generalísimo: “Franco da leyes católicas, ayuda a la Iglesia, es un buen católico. ¿Qué más se quiere?”

Tenía razón José Antonio Primo de Rivera cuando en mayo de 1936 le escribía a Franco exhortándolo a jugársela por entero por la España eterna, porque “cuando lo permanente mismo peligra, ya no tenéis derecho a ser neutrales [decía]. Y siempre ha sido así, la última partida es siempre la partida de las armas. A última hora –ha dicho Spengler–, siempre ha sido un pelotón de soldados el que ha salvado la civilización”.

Y tenía razón el fundador de Falange Española porque Franco resolvió jugarse todo por España y gracias a Dios la civilización católica se salvó en la España del Cid y en la de los reyes católicos, la de los conquistadores y los evangelizadores de medio mundo. Porque España es luz de Trento y martillo de herejes, como muy bien la ha definido el gran polígrafo santanderino Menéndez Pelayo, y porque España fue fiel a su destino histórico.

Una República del Frente Popular que representaba la anti–España, que había hecho resurgir toda la porquería –y discúlpesenos la expresión– ideológica que Napoleón había exportado a la fuerza en la península con la anuencia en las sombras de la masonería y de los mismos reyes felones borbones que pactaron con él y facilitaron toda la disgregación espiritual que trajo después con sus leyes y persecuciones denigratorias hacia la fe católica.

REVOLUCIÓN DESATADA

Francisco Franco, cristiano ejemplar, acudirá al llamado de la patria que está herida pero no muerta. La han humillado en sus cimientos, pero sigue altiva y honrosa en sus más preclaros hijos; han derribado y destruido sus templos y asesinado a miles de sus religiosos pero no han podido doblegar la fe de sus padres, la fe en Jesucristo Vencedor y Señor de la Historia.

Allí acude el Caudillo, será su hora más decisiva y junto a él un pueblo que por amor y temor de Dios se alista voluntariamente junto a sus conductores militares que quieren seguir siendo fieles a la fe de sus mayores.

Para estos tiempos en que se invocan eslóganes de Dios, Patria y Familia despojados de su verdadero y profundo significado religioso, será bueno recordar lo que aquello representó para alzarse en armas –cuestión que repudian y les espanta a los mediocres de hoy– cuando la patria peligra. Franco dijo claramente y sin rodeos que la causa del levantamiento militar era –además de una cruzada– una cuestión religiosa:

“A la cruzada patriótica se suman todos. Con nosotros va el bienestar y la paz de España, la familia, la religión, la patria”. Será bueno poner como ejemplo entonces al generalísimo Franco cuando de estas cosas se hable al “pueblo”, porque de no hacerlo estaríamos presenciando a unos verdaderos engañadores seriales porque Dios, la Patria y la Familia son –teológicamente hablando– cuestiones universales. Lo otro, es pura cortina de humo para engañar a los incautos.

UNA CRUZADA

Franco no sólo salvó a la Iglesia católica de su desaparición física como expresáramos. Salvó a España misma del comunismo y le dio a su patria un período de paz y tranquilidad social durante 36 años. Por eso sus enemigos no se lo perdonan, porque le odian y mucho.

Y fue tanto el odio y el furor que se desató contra la fe católica en la España del ´36 que los obispos españoles –aunque algunos hoy tristemente lo oculten y silencien– denominaron a la guerra civil “Cruzada española”, porque en definitiva era eso, una guerra religiosa. Y eso tampoco se le perdona a Franco.

¿Por qué entonces quieren falsificar la historia de Franco? Pues porque Franco hizo lo que no pudieron hacer otros en España. Franco logró unir a los españoles y eso tampoco se le puede perdonar, vaya paradoja.

Tampoco se le perdona a Franco que haya prohibido la sanción de leyes impías, perversas y pornográficas que envenenan hoy el alma de millones de niños y jóvenes españoles. Y porque Franco representó la civilización cristiana en España y fue el culpable de que Rusia y sus epígonos perdieran la guerra civil. Eso tampoco se le perdona.

Y hay que saber también que se prohíbe y se castiga hoy hablar de Franco en España porque el Caudillo recuperó una España que estaba postrada, atrasada, justamente por los enemigos de ayer y de hoy; y porque fue Franco el que colocó a España en el octavo lugar del mundo. Por eso se silencia su obra de gobierno, por eso se lo prohíbe, se lo calumnia obstinadamente y se profana su cuerpo del Valle de los Caídos.

A Franco se lo prohíbe hoy también porque gracias a él, los hijos y los nietos de millones de obreros y trabajadores de entonces pudieron tener ascenso social, casa, salud y educación de excelencia en los establecimientos educativos. Y eso los enfurece.

OTRA ESPAÑA

Pero entonces, si Francisco Franco fue tan buen gobernante, el mejor que ha tenido España en siglos, ¿por qué en España se le prohíbe, se le censura y se le oculta? Pues porque la España que no quiere a Franco no es España, es otra que esta imbuida de extranjerismo y apatridismo. Tristemente la España que derrotó Franco domina hoy casi todos los campos de la cultura española.

Y hay que decir más todavía. Se prohíbe hablar y se censura a Franco porque Franco fue un cristiano ejemplar que defendió como ninguno la Iglesia y la Fe emulando los mejores tiempos de Carlos V y Felipe II. Sancionó leyes –como ya dijimos– que estaban en concordancia con las sanas costumbres, la ley natural y la fe católica; y eso no se le perdona.

Por último, se prohíbe hablar de Franco porque no se le perdona que el Papa Pío XI le haya dicho al cardenal primado: “Dígale a Franco que le bendigo especialmente, lo mismo que a cuantos contribuyen a la obra de la salvación del honor de Dios, de la Iglesia y de España” y eso enfurece a sus enemigos históricos.

Finalmente, en definitiva no se le perdona a Franco y se le prohíbe, porque enseñó lo que hoy no se enseña en muchos lugares de España: que los jóvenes y los niños amen a su patria y defiendan la fe católica. ¡Es escandaloso enseñarlo hoy! Que esto sirva también de ejemplo para nuestra católica Patria Argentina.

Francisco Franco: ¡Presente! ¡Arriba España!

* Coronel Retirado, profesor universitario en Historia. Especialista en Historia Militar contemporánea. Miembro de número del Instituto Argentino de Historia Militar. Autor de ‘El sueño frustrado de San Martín, el militar que no traicionó la fe católica para defender a la patria’; ‘La Revolución francesa: una inspiración demoníaca’, y de reciente aparición: ‘Cuando el Poder viene de Dios: grandes reyes, gobernantes, caudillos y arquetipos católicos ejemplares’ (Milites Dei, 2025).