Un manifiesto antiliberal a la sombra del mordaz Aristófanes

La compañía catalana La Calòrica presenta su versión de 'Las aves' en Buenos Aires.


‘Las aves’. Dirección: Israel Solà. Dramaturgia: Joan Yago. Escenografía, vestuario e iluminación: Albert Pascual. Espacio sonoro: Guillem Rodríguez (con la colaboración de Arnau Vallvé). Caracterización: Anna Rosillo. Técnico en gira: Pere Sánchez. Actores: Xavi Francés, Aitor Galisteo-Rocher, Esther López, Marc Rius. En la Sala Casacuberta del Teatro San Martín.


 

“Aristófanes le dio por hablar de pájaros. Era un experto; los apuntaba con el índice en el que fulguraba yo: ¡un mirlo!, ¡un cuclillo!, ¡una torcaz…!, y allá…allá…¡una alondra! Riendo el comediógrafo produjo unas tabletas y un estilete y, sin detenerse, se puso a escribir. Los pájaros -exclamó-. Una obra que se titule así: ‘Los pájaros’… con un coro de aves cantando (…). Y un pájaro con un penacho similar al de ese héroe de batallas con quien acabamos de cruzarnos, que charle y charle…que dispute…en una ciudad que los pájaros construyan, entre Atenas y el Olimpo…y que se llamará…¡Nefeloccigia!, ¡la ciudad de las nubes y de los cuclillos, de los cucús!”

Con este párrafo, Manuel Mujica Laínez noveló en ‘El escarabajo’ (1982) el origen de la obra que inspiró a la compañía barcelonesa La Calòrica, cuya versión colectiva -con dramaturgia de Joan Yago- presentaron en Buenos Aires por sólo cuatro funciones.

La puesta en escena de ‘Las aves’, estrenada en 2018, se presentó como una obra con posturas críticas hacia la democracia, el liberalismo y el capitalismo, tal como se señala en el programa de mano. Por ello, la atención se centró en cómo se abordaría la representación artística de este enfoque que relata la historia de dos atenienses, Pistetero y Evélpides, quienes deciden abandonar su ciudad en busca de un lugar mejor.

Ambos personajes están hartos de la democracia, representada como una mujer vieja y achacada que camina a duras penas arrastrando un andador, a la que supuestamente han herido. Muertos de hambre y desesperados, Evélpides (uno de los personajes que representó Esther López) lleva una vieja escopeta y sin piedad le dispara a una abubilla parlanchina, la misma que apareció en escena y abrió el espectáculo para contar la importancia que tuvieron los pájaros a lo largo de la Historia.

 

EL PLAN

Evélpides, que encarna los valores de una burguesía descreída y escéptica, no duda en usar su arma y disparar contra el pajarraco para comérselo. No sabe cómo levantarlo, ni cómo cocinarlo. En medio de los cabildeos de la pareja; el pájaro, después de un rato de hacerse el muerto, se levanta provocándoles un enorme susto. Allí se entabla un diálogo disparatado que termina brindando una supuesta solución: armar un plan para crear junto con las aves una civilización en las nubes con el fin de escapar de los humanos que se alimentan de ellas. Pistetero las persuade con promesas populistas de derecha y la asamblea de aves da pie a situaciones cómicas e interacciones con el público.

Aceptamos que los pájaros hablen y creen ciudades celestes, mientras vemos cómo la vida de las aves se degrada al aplicar principios capitalistas a la democracia, ejemplificados en una familia de palomos con problemas económicos, quizás uno de los momento más elocuentes del espectáculo.

Personajes como políticos, jueces, sacerdotes y militares desfilan en esta adaptación libre de ‘Las aves’. Es aquí donde advertimos algunas falencias creativas, por ejemplo, el identificar la figura del juez con Hitler o el sacerdote que con mohines amanerados toma en solfa el abuso sexual de niños.

Aristófanes en sus obras repartió críticas a diestra y siniestra. ¿El Comunismo o el Anarquismo no merecían alguna? ¿Declamar el fracaso de la democracia y del capitalismo no es jugar con fuego? Cuidado: con esos argumentos se llevó a su máximo esplendor al totalitarismo nazi durante los años ‘20 durante el siglo pasado.

 

AGIL Y PROFUNDO

Más allá de estas observaciones, La Calòrica ofreció un teatro festivo, con humor y una apariencia informal, que incorpora elementos de intención política y artística. El elenco sólido logró una sátira ágil y profunda a la vez. El vestuario, iluminación y escenografía, creados por Albert Pascual, contribuyeron junto con la inteligencia del director Israel Solà a brindar una fiesta del disparate y el absurdo.

 

Calificación: Buena.