‘La lengua es un músculo, pero el lenguaje es un virus’, en el Picadilly
Un humor inteligente con las palabras como protagonistas
‘La lengua es un músculo, pero el lenguaje es un virus’. Dramaturgia: Diego Carreño. Dirección: Leandro Aíta. Diseño de arte: Analía Cristina Morales. Diseño sonoro: Marcelo Ceraolo. Realización de escenografia: M. Aquistapace. Realización de vestuario: M. Paz. Música original: Pablo Bronzini. Diseño de iIuminación: Víctor Chacón. Intérprete: Diego Carreño. Voces en off: Nazareno Casero, Edda Diaz, Diego Gentile. En el teatro Picadilly, los domingos a las 20.30.
En el escenario prima el desorden: papeles en el piso, libros apilados, una pizarra atiborrada de notas manuscritas; no obstante, según Bergson, estaríamos en presencia de un orden vital. El habitante de ese pequeño universo es un tesista que hace veinticuatro años está tratando de demostrar que “el lenguaje es un virus”, tal como lo definió su admirado inspirador y supuesto tutor, que resulta ser nada menos que el escritor norteamericano Wiliam Burroughs (1914-1997).
El retrato de esta figura central de los movimientos contraculturales de la segunda mitad del siglo XX, líder intelectual de los beat en los ‘50, hippies de los ‘60 y ‘70, y los ciberpunks de los ‘90, está presente y perdido entre tantas palabras escritas en el panel que oficia de telón de fondo. Su presencia puede decir mucho y paradójicamente a la vez nada.
Diego Carreño interpreta a Esperanto, un misántropo que vive en la cima de un cerro, alejado del mundo y de toda civilización durante la última hora en la que afirma que finalizará la investigación que lo hará acreedor del título de filólogo u hombre de letras.
La acción transcurre mientras escribe en una máquina portátil una carta a sus padres para comunicárselo. A medida que va golpeando las teclas recuerda distintos momentos de su vida: historias pueriles, recuerdos infantiles que dejaron marcas y chistes absurdos.
Con todo ese material va urdiendo un espectáculo con humor inteligente, original, que realmente sorprende, donde las palabras son las protagonistas. Aforismos, paronomasias, cacofonías, equívocos y metáforas. El lenguaje es un juego reflexivo que lo lleva a analizar su sentido más profundo al extremo de filosofar sobre las canciones infantiles.
EN EL DESVAN
Según lo expresado por Carreño, este unipersonal surgió de las publicaciones con juegos de palabras que hacía el Macoco Gabriel Wolf -uno de sus maestros y mentor- en las redes sociales. Encontró allí la materia prima para escribir esta obra de teatro.
El espacio escénico es un desván donde han quedado abandonados objetos que ya no se usan. Quizás el mismo personaje lo sea para su familia, que siempre buscó alejarlo de su seno vaya a saber por qué motivos.
Allí Carreño despliega sus recursos humorísticos, mantiene el ritmo con naturalidad y ofrece un abanico de matices que hacen aún más contundente su verborragia imparable, silencios y cambios de estados anímicos. Veinticuatro años en soledad hacen que hable con las fotografías. No hay diálogos en esa vida, sólo monólogos encubiertos. Con naturalidad dibuja en escena el perfil de un académico obsesivo y pedante que busca el término exacto, la definición perfectamente memorizada, y que saborea como un manjar cada palabra antes de expresarla.
Este arsenal creativo se ve ligeramente empañado por el recurso apolillado de pretender hacer humor a costa de ministros y dogmas de la Iglesia Católica. Más allá de esta objeción, vale destacar los aciertos en la escenografía, iluminación, música y vestuario, que armonizan una puesta minimalista y contundente.
Deja al descubierto la obra “la antítesis sobre una tesis acerca del lenguaje” . Como afirmaba Burroughs, “el lenguaje es un virus del espacio exterior” porque no ha sido creado por el hombre sino que lo ha invadido y vive en él como un parásito; y es un virus -y no una bacteria u otro organismo- porque es algo no viviente que, al introducirse en un ser vivo, usurpa las características de la vida: puede reproducir sus cadenas informativas dentro del organismo y luego infectar a otros; puede incluso matar (y quién duda de que el lenguaje mata: después de todo qué es lo que lleva al cuerdo a volverse loco y a ambos al suicidio sino una serie de frases que giran interminablemente en la cabeza y no dejan vivir).”
UNIPERSONALES
El año pasado recordaba en una de mis últimas crónicas el número notable de espectáculos unipersonales que había comentado en estas páginas. Aclaro que vi aún muchos más y no deja de sorprenderme la creatividad de nuestros artistas para desplegar las temáticas y las puestas más diversas. El trabajo de Diego Carreño, dirigido por Gabriel Wolf (2022/2023) y ahora por Leandro Aita, lo ha reconfirmado.
Calificación: Muy bueno