Un hito: los primeros 40 años de democracia ininterrumpida

­La democracia argentina restaurada definitivamente en 1983 cumple este año sus primeros cuarenta años de continuidad ininterrumpida. Será, pues, el más largo período de continuidad de las instituciones republicanas sin alteraciones de toda nuestra historia. Lo que constituye de por sí un hito histórico e institucional de enorme magnitud.­

Conviene también recordar que hace cuarenta años, recién comenzado el año que- aunque no teníamos aún esa certeza- sería el de la definitiva restauración democrática constitucional comenzó con una pérdida irreparable; el 18 de enero falleció Arturo Umberto Illia, que para entonces ya era un símbolo humano de las virtudes cívicas republicanas, quien merecía el respeto y consideración de la totalidad de sus conciudadanos sin distinciones partidistas.­

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MOMENTO TRAUMATICO­

La Argentina de aquel año vivía un momento traumático, venía de un largo período de violencia e inestabilidad, lacerada por la violencia política de izquierda y de derecha en los años setenta y dos largos períodos dictatoriales (1966/73 y 1976/83) a cargo de las fuerzas armadas que incluyeron la brutal, sangrienta e ilegal represión y una desastrosa derrota militar que fue desenlace de la guerra de las Islas Malvinas y que también operó como revulsivo interno para la descomposición del régimen de facto que inició su retirada y abrió el cauce hacia la normalización democrática en el momento justo en que la sociedad perdía físicamente a un referente insoslayable de la vida política, que luego de haber sido derrocado por los militares en 1966 se fue a su casa en un auto particular y volvió a ejercer su profesión de médico.­

Los propios militares que lo derrocaron descubrieron pocos días después que el gobierno de Illia no había echado mano de los fondos reservados de la Presidencia. Inclusive algunos militares hicieron posteriormente su autocrítica y pidieron perdón públicamente por el acto de lesa institucionalidad que configuró el golpe militar de 1966.­

Aunque no abandonó jamás la militancia política Illia siguió recorriendo el país, visitando y hablando a sus correligionarios y conciudadanos predicando el evangelio de la democracia y la vigencia de la Constitución Nacional, literalmente hasta pocas semanas antes de morir.­

Illia había sido un presidente ejemplar, honesto en lo personal, proclive al diálogo y al respeto por las normas del Estado de derecho y la convivencia democrática además de un auténtico estadista. Su gobierno impulsó un claro proceso de nacionalismo económico (anulación de contratos petroleros lesivos de la soberanía , Ley de Medicamentos, Plan Nacional de Desarrollo), la defensa de los intereses de los sectores populares asalariados (Ley del Salario mínimo, vital y móvil, mayor participación en la distribución de la renta nacional), la mayor inversión presupuestaria en educación, ciencia y tecnología (25% del Presupuesto Nacional) y una política exterior de firme contenido antiimperialista, americanista y de autodeterminación de los pueblos. También logró el máximo éxito diplomático en la causa de las Islas Malvinas a través de la Resolución 2065 de la ONU.­

Su desaparición física en la aurora de nuestra democracia contemporánea privó a la sociedad de su insoslayable referencia. No había entonces demasiados ejemplos de lo que era un expresidente constitucional.­

Sin embargo, la continuidad constitucional a través de cuatro décadas que pronto conmemoraremos, bien puede ser el mas legítimo legado doctrinario de alta política que nos dejó el presidente Arturo Illia que debería ser ejemplo para cualquier gobernante en la actualidad.­