Un gesto del nuevo Papa

Por Juan Francisco Baroffio*

Sin dudas, la elección del cardenal Robert Francis Prevost Martínez nos ha tomado a todos por sorpresa. Es una obviedad decir esto. En los días venideros iremos conociendo más sobre su vida, su ministerio y su pensamiento. El ahora papa León XIV es un hombre joven del que podemos presuponer un largo pontificado y seguramente nos sorprenderá más de una vez.

Pero, en estos primeros instantes posteriores a su elección y presentación ante el mundo, cuando escribo estas líneas, no deja de llamarme la atención un gesto de su vida en el Perú.

En 2015 el entonces Obispo titular de Sufar y Administrador Apostólico de Chiclayo (al noroeste de Perú), obtuvo la ciudadanía peruana. Su vida de misionero agustino estuvo muy vinculada al país trasandino. Más de dos décadas de su vida estuvieron al servicio de la Iglesia en el Perú, en diversos rincones y fue testigo de las realidades humanas más complejas.

Pero, elegir la ciudadanía de un país en el que uno no ha nacido no es nada extraño. Todos los días miles de personas cruzan fronteras en búsqueda de una vida mejor, de prosperidad económica y laboral o, directamente, de una posibilidad de sobrevivir. Pero optar por la ciudadanía de un país con las graves problemáticas latinoamericanas típicas (de las cuales la Argentina también participa aunque no siempre queramos verlo), siendo portador del pasaporte más envidiado del mundo, sí que es emblemático.

En un mundo que retrocede hacia encierros mentales y geopolíticos, que mira con desconfianza y hostilidad a las masas de hombres, mujeres y niños que cruzan fronteras, León XIV se nos presenta como un hito. Esa pretendida pureza simbólica que esgrimen los nacionalismos es mucho más endeble de lo que pretenden. La elección libre de una persona tiene que determinar su futuro y no los eslabones de una pesada cadena nacional o los muros fronterizos o la imposición de un mito patrio. En una Iglesia que quiere salir al encuentro del otro, de recibir con amor al que lo necesita, un gesto humilde de un Papa que elige abrazar otras culturas, otras lenguas y otras realidades humanas y ser parte de ellas, es una luz de esperanza en un mundo que retrocede.

Borges, gran ejemplo de la multiculturalidad y acérrimo enemigo de los nacionalismos (reconocía, por ejemplo, como patrias a Buenos Aires, Ginebra, Texas), escribió en el último poema de su último libro, Los conjurados (1985), que “hombres de diversas estirpes, que profesan diversas religiones y que hablan en diversos idiomas” estaban conspirando y habían tomado “la extraña resolución de ser razonables”. Para Borges esto era el haber resuelto “olvidar sus diferencias y acentuar afinidades”. “Mañana -escribe Borges- serán todo el planeta. Acaso lo que digo no es verdadero, ojalá sea profético”. Parafraseando al gran escritor, acaso León XIV sea uno de esos hombres y ojalá sea profético.


* Escritor y ensayista. Director de Ulrica Revista. www.ulricarevista.com