Mirador político

Un factor clave: el manejo de las expectativas

El Javier Milei de segunda generación que nació el 19 del mes pasado ha puesto al tope de sus prioridades el problema de la  deuda en llamas que le deja el kirchnerismo: la denominada “bola de Leliqs”. Pero su principal problema no es financiero, sino político: cómo manejar las expectativas en su primer año de gestión.

Debe sin duda resolver la falta de reservas, la deuda del Banco Central, la inflación que navega a más del 10% mensual y la pobreza catastrófica, pero al mismo tiempo debe convertirse en un fuerte motivador político para que la oposición y los medios no comiencen a desgastarlo prematuramente como le ocurrió a Mauricio Macri en 2016, cuando apenas instalado en la Casa Rosada debió pedir a los impacientes que esperaran al  famoso segundo semestre.

La situación de entones era paradójica: mientras los que lo habían votado se mantenían en silencio y cruzaban los dedos para que la economía arrancara, los peronistas le reclamaban el cumplimiento instantáneo de promesas que le había hecho a otros.

Pero parece que eso Milei lo tiene claro. Se anticipa que dará un breve mensaje el domingo para los legisladores en el recinto y otro desde las escalinatas del Congreso para quienes lo votaron. Este último será para ciudadanos de a pie, no para la “casta” cuya razón de ser quedó en duda después de que un político amateur le pegó una paliza electoral memorable.

Una de las paradojas de la gestión que viene se da precisamente en el Legislativo, poder en el cual el presidente libertario se encuentra en minoría. Mauricio Macri le ofreció un acuerdo de gobernabilidad con el “paquete” de legisladores de JxC, pero no lo aceptó. Optó por incorporar dirigentes en forma individual como Bullrich y Petri.

Acertó al rechazar las burocracias partidarias. Lo ocurrido en el balotaje demostró que los políticos cada vez están más alejados de sus representados. Viven encapsulados en su propio mundo al que la miseria no llega diciéndole a los pobres cuánto les preocupa su situación.

Por otra parte Milei ya no es el que en campaña prometía anarcocapitalismo. En dos semanas dio un fuerte giro pragmático. Por lo tanto no habrá dolarización, ni motosierra con los planes de los piqueteros, ni venta de órganos, ni portación libre de armas, ni ñoquis de la Cámpora buscando trabajo.

Insiste, en cambio, con el ajuste fiscal ortodoxo, pero condicionado por su impacto social. Empezó, además, a armar un gabinete en el que las corporaciones tienen una porción no pequeña. Esa no es precisamente una garantía de cambio.

El homenaje  del libertario al principio de realidad incluyó además la advertencia de que habrá estanflación en el primer tramo de su gobierno. Tan ominosa predicción forma parte de una estrategia opuesta a la del marketing político tradicional que aconseja evitar las malas noticias.

De todas maneras y, aun cuando esa estrategia tuviera éxito, con curarse en salud no alcanza; deberá convertirse en un fuerte motivador político para mantener las expectativas que generó entre sus votantes, una tarea no menos compleja y necesaria que la de desactivar la bomba de Leliqs.