DETRAS DE LAS NOTICIAS

Un éxito electoral sin dueños visibles

El resultado de las recientes elecciones celebradas en esta ciudad arrojó un triunfo claro. El de quienes repudiaron a toda la clase política, no concurriendo a votar. Ellos arañaron el 47% del padrón.

Lo que pone al ausentismo en lo alto del podio: obtuvo 17 puntos por sobre el candidato más votado, Adorni.

El manifiesto desdén del electorado no ha sido motivo del análisis al que su contundencia lo hace acreedor. Se ha prestado más atención a la victoria del Gobierno sobre el peronismo, por haberlo logrado sin aliarse al PRO, el cual alcanzó la tercera colocación.

Por cierto, siempre ha habido un margen de inasistencia en toda elección. En las últimas en el orden nacional, alcanzó al 20%. Esto resalta el hecho de que, en la Capital de la Nación, ese promedio suba al 47%. Casi la mitad del padrón dio la espalda a todos los partidos.

Erróneamente, el sistema electoral vigente no toma en cuenta ni el ausentismo ni los votos en blanco. Sólo otorga bancas a la legislatura en proporción a los sufragios emitidos. Por nuestra parte, creemos que al adjudicarlas debería hacerlo teniendo en cuenta el número de sufragantes que figura en el padrón. Habría menos legisladores, con ahorro de las arcas públicas -en el caso las de nuestra ciudad – y ello constituiría un serio llamado de atención a los políticos del más diverso cuño.

Súmese a ello que, legalmente, el voto es obligatorio. Con lo cual se coarta una libertad constitucional, porque nadie debe ser compelido a votar si ningún partido le ofrece un programa que considere conveniente para la República. De modo que, de no existir esa obligación, el ausentismo sería aún mayor. Se da razón así al dicho popular de que los políticos, puestos en las listas por los dedos partidarios, no representan a nadie. (Por si el lector no lo recuerda, en la lista de LLA figuró un guardaespaldas de Karina Milei. Y las otras no fueron más transparentes).

¿QUE DESEAN?

¿Qué es aquello a lo aspiraría esa gran masa de ausentes? Siendo imposible precisarlo, podemos, sí, internarnos en el terreno de lo probable. Lo primero es descartar a quienes hacen de la militancia una obediencia. Seguramente quienes siguen al espectro K -lo de espectro, nunca mejor empleado- han asistido disciplinadamente a emitir su voto. No busquemos por allí al ausente.

Fuera de ese sextante del padrón, es detectable otro sector de la ciudadanía que, habiéndose opuesto a los K, dista de estar satisfecho con el actual gobierno nacional. Son electores que creen en el orden republicano y que éste excluye los insultos y las bufonadas que emanan de las magistraturas más altas y de quienes medran a su alrededor -por raras amistades o por parentesco- ocupando cargos para los cuales su incapacidad es ostensible. Por allí puede andar buena parte de los ausentes. También se los puede buscar entre quienes rechazan que quien ocupa la Presidencia de la Nación se preste a promover una criptomoneda que se derrumbó en minutos, dejando un tendal de damnificados. Y entre aquellos que repudian que dos senadores -que con máscara peronista responden al gobierno- tumben el proyecto de ley de ficha limpia. Gente que cree, también, que algo inconfesable hubo en promover a un sujeto como Lijo para integrar la Corte Suprema.

Es gente que cree positivo frenar la inflación, que comparte el respeto por la propiedad privada y que está en contra de que ésta sea ahogada por el Estado cuando éste se inmiscuye en un terreno que le es naturalmente ajeno.

Si aceptamos los parámetros habituales, podemos ubicar al electorado ausente en el espectro del centroderecha. Pero una cosa es la derecha que exige seriedad y capacidad en la función pública, respeto a la tradición histórica y religiosa de nuestra patria, que defiende las libertades individuales y que exige que cese el ignominioso trato judicial que se ha dispensado a las Fuerzas Armadas. Y que también reclama que cese el saqueo del erario público por parte de quienes, justamente, deberían ser sus custodios. En breve es algo totalmente distinto de una cacareada nueva derecha, cuyos horizontes éticos y políticos están delimitados por los horizontes de una mesa de dinero.

El mudo electorado al que hoy aludimos también es partidario de la libertad de prensa, que, insólitamente es hoy agredida por un gobierno constitucional, tal como supo serlo por los que sólo lo eran de facto. Coincidamos en esto con Jünger: “La tentación de la arbitrariedad será tanto más fuerte cuanto más enmudezca la crítica”.

La derecha que aludimos, leyó libros. No limita su cultura a lo que twitea el gordo Dan. Ahora bien, si no encuentra cauce dentro del actual tablado político, debe procurarse su propio canal de representación. Si no lo lograra, el perjuicio no será sólo de ella. Será también el de un país abrumado por la mediocridad y la indecencia. Que clama por otra cosa. Cuya realización puede ser trabajosa, pero es perfectamente factible.