Un dolor en carne viva

Blanca, la niña que quería volar

Por Benjamín Vicuña

Planeta. 200 páginas

En el prólogo, el psicólogo Gabriel Rolón dice que el duelo es el intento de ponerle palabras a un dolor mudo que lastima. Recalca que no significa olvidar. Y este libro -Blanca, la niña quería volar- fue escrito precisamente con esa idea en la cabeza. También con vísceras y corazón.

Blanca Vicuña falleció en Chile el 8 de septiembre de 2012 cuando tenía apenas 6 años víctima de una neumonía hemorrágica desencadenada por una bacteria desconocida que contrajo durante unas vacaciones en México. Era hija de Benjamín Vicuña -exitoso galán y actor chileno- y de la modelo Carolina Pampita Ardohain. Todo brillaba, “pareja perfecta” -lindos, exitosos, millonarios-, glamour por doquier. Sin embargo, el destino les tenía preparado el peor garrotazo. Y Blanquita, la hermosa Blanquita, falleció.

Ahora, más de diez años después,Vicuña escribe para exorcizar el dolor. Ese increíble dolor que atraviesa cada una de las 200 páginas del texto.

Y le pone palabras al duelo. “Aquí estoy -señala- embarcado en el proceso de escribir un libro, con mis limitaciones, con mi sensibilidad, con mis metáforas y mis carencias. Un libro que intentará sanar a muchas otras personas a las que, como a mí, una fecha les quedó marcada a fuego”.

Advierte, sin embargo, que no tiene ninguna lección para dar, que no es un gurú ni quiere trasformarse en uno. Enfatiza que el duelo es muy personal, que tanto la vida como la muerte son un misterio. Cree en Dios, acude a él, pero también se pelea con él.

La obra recopila bellas cartas o textos que le escribió a Blanquita durante todo este tiempo. Y cada uno de los diez capítulos, o “actos” como los denomina, comienzan con un bello texto dedicado a la niña.

"La pelea con Dios", "Ese maldito día", "Ritos", "La vida después", "Los aniversarios", son algunos de los títulos de los capítulos. Hay frases de poetas y escritores, se incluye un texto de la propia “Pampita” y aparecen algunas ideas de lo que debe y no debe hacerse al acompañar a alguien en duelo.

Difícil no atravesar las páginas sin derramar alguna lágrima: el grado de sensibilidad y de bravura para mostrarse en carne viva que exhibe Vicuña conmueven de principio a fin.