Gonzalo Demaría escribió y dirige una obra en verso para las infancias, con música del período barroco

Un cuento de terror con acento guaraní

En el particular ámbito del Centro de Experimentación del Teatro Colón presenta ‘El Lobizón, o sea el terror de las Misiones’, dentro del ciclo ‘Tierra de cuentos y leyendas’.

En vacaciones de invierno, el Teatro Colón presenta el ciclo ‘Tierra de cuentos y leyendas’, compuesto por dos obras, una de las cuales pertenece al reconocido dramaturgo Gonzalo Demaría (‘Tarascones’ y ‘Pasta de estrellas’, ambas en cartel). El espectáculo lleva por título ‘El Lobizón, o sea el terror de las Misiones’.

Conversamos con él:

-¿Cómo le llegó la propuesta? ¿Por qué esta temática?

-La propuesta me la acercó el Instituto Superior de Arte del Colón. Yo hice una obra infantil con ellos el año pasado en la sala grande del teatro (‘Teodoro y el robot sin nombre’) y fue un momento hermoso para mí ya que cuando era niño mi abuela paterna tenía palco y me llevaba a ver espectáculos ahí. Como la experiencia fue tan buena, para este año me ofrecieron adaptar para niños una ópera de Henry Purcell, compositor inglés del barroco, pero, a decir verdad, la idea no me estimulaba.

-Hubo entonces una contrapropuesta de su parte.

-Claro, les propuse hacer algo original y mezclar la música de Purcell con alguna leyenda nuestra. Enseguida pensé en la historia del lobizón. En general, a los niños les gustan las historias de terror. El hombre lobo era un terror mío infantil (‘terror’ léase como ‘fascinación’) y me pareció una linda oportunidad para visitar las misiones jesuíticas de la Mesopotamia apelando a una leyenda de esa zona del país.

-¿Cómo influyen las misiones en el universo creativo de ‘El Lobizón…’?

-Recordé a curas ilustres que venían de Italia y Alemania, como Florián Paucke, de quien tomé la idea estética para el espectáculo. Sus dibujos tienen cierta candidez. Este jesuita alemán dibujaba la selva como la veía, la Iglesia, los peces del Paraná, una imaginería muy fantástica que se prestaba súper para esto. También recurrí a la figura del jesuita Falkner, quien fue un gran herborista. Así se fueron sumando aristas al proyecto.

EN VERSO

-¿Qué significa para usted encarar una obra destinada, en primer lugar, a las infancias?

-La idea fue siempre hacer un cuento para niños, que ellos lo pudieran seguir. La obra está escrita en verso y eso hace que tenga su propia musicalidad aunque no se cante. No me gusta subestimar a los niños, entienden más de lo que uno cree. Uno de los recursos teatrales básicos del teatro de comedia es el de la confusión de identidades, y eso es lo que ocurre en esta pieza. A Falkner se lo espera para ocuparse del hombre lobo, pero en cambio llega otro inglés, un explotador, que escuchó hablar del lobizón y lo quiere llevar a un circo. A partir de una peripecia en la trama comienza el juego de hacerse pasar unos por otros, y ahí está el enganche para los chicos.

-La obra se presenta en el Centro de Experimentación, ubicado en el subsuelo del Colón. ¿Desde un primer momento la pensó para ese espacio?

-Me ofrecieron las dos posibilidades porque veníamos de una experiencia muy positiva con ‘Teodoro...’, pero yo preferí el Centro de Experimentación porque aún no había trabajado ahí. Y también porque me pareció adecuado al tema, la estructura cavernosa, lo oscuro, la cueva del lobo. No veía al espectáculo en la sala grande.

-¿Cómo fue trabajar con un equipo compuesto por actores, músicos, alumnos de las carreras de canto y danza del Instituto Superior de Arte del Colón?

-Fue lo más difícil que he hecho hasta ahora en el terreno de la dirección. Siempre dirigí espectáculos donde yo seleccionaba a los actores. En esta oportunidad, si bien tuve la posibilidad de convocar a dos de ellos (José Giménez Zapiola, El Purre, protagonista también del filme ‘Nene revancha’, ópera primera de Demaría, y Joaquín Vázquez), por razones de diseño del espectáculo debí trabajar también con cantantes. Algunos de ellos tienen experiencia como actores y eso facilitó el proceso, pero el desafío fue enseñarles un texto en verso.

COINCIDENCIA

-Sin revelar demasiado, ¿qué nos puede contar sobre el espectáculo?

-Me gusta mucho el barroco inglés y la música de Purcell. Hay un momento en la obra donde suena ‘Music for a While’ y siento que ese es el corazón de la obra. Es realmente muy conmovedor. La letra es de John Dryden, un gran poeta inglés. Es hermoso lo que dice y la música no puede ser más excelsa.

-‘Este no es un cuento silvestre’, de Emiliano Dionisi, también forma parte del ciclo ‘Tierra de cuentos y leyendas’. ¿Cómo dialogan ambos materiales?

-Es muy interesante que lo preguntes porque me das la oportunidad de contar algo tan gracioso como extraordinario. Cuando me llamó el Colón me comentaron que Emiliano iba a hacer también un espectáculo. Me pareció una idea muy buena porque sigo su trabajo desde hace tiempo. Yo no sabía sobre qué iba a trabajar él. Un día me llama y me dice: ‘Tengo algo para contarte, acabo de enterarme que estamos escribiendo lo mismo’

Nos reímos mucho. Estaba preocupadísimo porque no sabía cómo lo iba a tomar yo, que había escrito mi obra antes que él. Del teatro nos dijeron ‘la prioridad la tiene el primero que la propuso’. Pero a mí me resultaba interesante que ambos hiciéramos una obra sobre el mismo tema, aunque después él se disparó para otro lado. De todos modos, nos quedó esta graciosa anécdota como recuerdo.