
La imagen se traslada a la infancia, a pocos kilómetros de la capital en cualquier viaje en tren (lo digo por la altura que daba para contemplar el paisaje) se abría el campo, emblemática en la zona sur La Martona de Vicente Casares con sus famosos silos de ladrillos, que eran como campanarios en la pampa. El color era verde de un verde muy especial por los alfalfares, por eso el título de esta nota.
Emiliano Tagle, es un investigador de nuestra historia, lector voraz de cuanto llega a sus manos, especialmente en materia campo, sabe encontrar junto a la novedad editorial, alguna vieja obra perdida en papeles amarillentos, que trata de esta temática. Todo ello se disfruta en el volumen II de Historias, relatos y otras yerbas de antaño.
Reconocido homenaje a Hugo Wast, es el artículo en el que hace comentarios sobre regionalismo y vocabularios criollos en la obra de quien fuera Director de la Biblioteca Nacional. Así “Yareta o llareta”, “Paisano que monta en yegua no merece crédito”, “rastreador”, “guayaca” y “chasque” merecen exhaustivos estudios desde sacerdotes jesuitas del siglo XVIII, viajeros como Wodbine Parish, plumas como las de Sarmiento y Lucio V. Mansilla hasta reconocidos estudiosos contemporáneos como Carlos Villafuerte y Félix Coluccio.
De ellos la mención de famosos chasques, José Ignacio de Merlo, Miguel Ladrón de Guevara, Calixto Ruiz de Gauna, Melchor Lavín, Leiva, Cayetano Grimau, Manuel de Escalada (el cuñado del Libertador a quien evocamos en estas páginas cuando el sesquicentenario de su muerte en 2021), Francisco de los Santos o Verón, algunos de los cuales merecieron el apodo de “cu.. de fierro” por las grandes distancias que recorrían en pocos días.
LA VIAJERA
No falta en el libro la evocación de la mujer con Ada María Elflein, hija de alemanes que ayudó al general Mitre con algunas traducciones y que sabiéndola autora de diez relatos, no dudó en recomendarla a La Prensa donde comenzó a escribir semanalmente a partir del 30 de abril de 1905. Después de recorrer aspectos destacados de su vida como el viaje que realizó en 1916 desde Buenos Aires a Valdivia en Chile, recorriendo de a caballo el sur del país; excursión que “fue facilitada ampliamente por el director de La Prensa don Ezequiel P. Paz, luego de los consejos de la experiencia del doctor Francisco P. Moreno”.

Durante los meses de marzo, abril y mayo de 1916, sus crónicas fueron publicadas en estas páginas y bien merecerían reeditarse en un volumen con notas. Tagle también da a conocer una serie de notas históricas desde 1908 a 1918 que Ada publicara en La Prensa, no dudamos en dejarle a él la tarea de comentarlas acá, ya que serían un digno homenaje a una de las primeras colaboradoras mujeres, cuya imagen ilustra esta nota.
UNA JOYA
Cada capítulo del libro de Tagle, es para otro volumen. No faltan el folklore y las narraciones históricas en nuestra música, recordando a Jaime Dávalos, Carlos Di Fulvio, Hernán Figueroa Reyes, Eduardo Falú, Jorge Cafrune, Ariel Ramírez, y letras de Félix Luna, León Benarós y Enrique Vidal Molina; o la cantata al general San Martín dirigida por Luis María Serra. En escritores como Emilio Coni y Carlos Raúl Risso, o artistas de la talla de Pablo Cataldi con Cirilo Wagener, conviviendo de ese modo el pasado con el presente.
Si tendrán en estas páginas para entretenerse hasta los burreros con la historia y la foto de Ireneo Leguisamo montando un avestruz en la estancia El 29 de su abuela Carmen Peers de Perkins.
No dejó de arrancarnos una sonrisa el pedido de don Toribio González Somonte al Cabildo de Buenos Aires de “conducir la nieve desde la Cordillera de Mendoza, a esta ciudad, sin embargo de su dilatada distancia”.
Pedía la exclusividad y una concesión por doce años, agregando además los precios de venta: “...Que por los excesivos gastos que ofrece esta empresa, las mermas de su salida a su llegada, tiene hecho el cálculo que la libra de nieve, su precio menor sean dos reales, que toda calidad de helados el vaso poco menos de a medio cuartillo que se dice en España a cuatro reales y a dos reales el vaso de cuarterón”. Para una historia del helado en esta ciudad.
CLASIFICADOS
Con notable dedicación ha logrado el autor inventariar avisos clasificados desde la venta de una estancia hace casi dos siglos, La posta del Pinazo en la Cañada de Escobar; el semillero de Vicente Peluffo y Cia (1879), premiado en la Exposición Rural de 1878; los alambres Creusot (1883) y Abadié (1907); los productos para la sanidad animal como “acaroína” (1907) y los lombricidas de La Corona (1907), para curar borregos, Sarnol Triple (1913) para las garrapatas; Cuproterbeno (1928) para evitar el enteque de los terneros que distribuía Carlos Frers; afamadas talabarterías como El Caballo Malacara (1906) de Alejandro Bernardi en Constitución; Tome i Traiga (1910) de Antonio Tettamanti, en Goya, Corrientes; La Estrella (1942) de Voltaire Pillet en Floresta la tradicional Casa Roveda (1908) en la calle Defensa al 800, de la que escuché decir “la ropa queda si es de Roveda”; lámparas como la Compañía de Alumbrado a Alcohol (1907) o los famosos Sol de Noche (1926); los arados de tiro de J. J. Case (1946).
No faltan curiosidades como una pomada de tuétano de caracú para preservar la caída del cabello (1836). En la calle Maipú 76 desde las 6 a las 9 de la mañana se vendía leche de burra (1843), “sin que pueda dudarse del alivio total de toda persona que adolezca del primer grado de tisis”; o el ofrecimiento de una buena gratificación (1847) por un avestruz que había desaparecido de la calle de la Catedral 128 (la actual calle San Martín). Y que Pedro Richard y Compañía, eran jardineros y vendedores de flores (1833) en Florida 49. Sin duda estas curiosidades, ampliadas con otros datos que no faltan y que de seguro Tagle conoce, serían un magnífico aporte a la historia de nuestra ciudad.
Como bien lo señala en el prólogo Guillermo Palombo, “el autor saca a la luz del día un mundo de hombres y cosas que al conjuro de su evocación reviven o recuperan su luz, y cruzan como fantasmas del pasado ante nuestra mirada”.
Quien recorra estas páginas editadas por Dunken, encontrará en su lectura un grato momento, de cordialidad, sencillez y paz; esa paz que da el campo como cuando contemplábamos aquellos verdes alfalfares. Esa “Paz y Bien” como decía San Francisco, que deseamos a los lectores en esta próxima Navidad.
