Un buen intento de acercar la ópera

‘Norma’, de Vincenzo Bellini. Dirección musical: Silvana D’ Onofrio. Puesta escénica: Antonio Leiva. Con: Solistas, coro de la compañía Música en Escena y orquesta. El sábado 4 en el teatro Empire.

La evolución y desarrollo de la ópera privada (o independiente) en nuestra ciudad ha venido teniendo antecedentes crecientes desde los finales del siglo XX. Allí, recordamos, es cuando fueron generándose las primeras intervenciones que seguramente el público tendrá presente, y al poco tiempo había participaciones y antecedentes ya afirmados como entidades líricas.

El teatro Empire, situado en la calle Hipólito Yrigoyen 1934, construido en la década del ‘30 y ubicado originalmente en la planta baja del edificio de la mutual de ferroviarios La Fraternidad (era en ese tiempo el salón de actos), que había sido concebido en el tradicional estilo Art Deco por el arquitecto Jorge Sabaté, quedó sujeto con el tiempo a fines diversos y actividades teatrales de muy diverso carácter.

Con alguna posterioridad temporal más cercana, con la conducción de su actual director, Antonio Leiva, se tornó un referente también partícipe de espectáculos líricos, lo cual conlleva a este comentario con motivo de la presentación de la ópera ‘Norma’, de Vincenzo Bellini, en la apertura de la presente temporada.

 

BIEN DIRIGIDA

Obra belcantista por excelencia, la ópera belliniana supo de una empeñosa versión bien dirigida musicalmente por Silvana D’Onofrio al frente de un juvenil conjunto orquestal de instrumentistas, con puesta escénica de Leiva y apropiado vestuario de Liliana Palacio, contando con un elenco donde la soprano de origen boliviano Susana Palomeque Flores fue creciendo en el trascurso de la partitura desde la celebérrima ‘Casta Diva’ hasta los compases finales.

Completaron el reparto en los personajes centrales la mezzosoprano de origen ecuatoriano Lidice Robinson, con apreciable línea belcantista en su aria y en las escenas con la protagonista (los dúos con Norma); el tenor German Polón (Pollione), y Jorge Balagna en el papel de Ramfis, sacerdote supremo de los druidas, con los demás roles de flanco y el coro, integrado con una veintena de participantes, para configurar una meritoria labor de acercamiento y difusión del género, además de la formación y preparación de nuevas voces para el repertorio.

Una tarea entonces remarcable como motivación y acercamiento a la ópera que en su tiempo marcó esa condición de off Colón

(como solía decirse) con apariciones de entidades independientes que comenzaron su cultivo compartiendo con empeño las intenciones y generando también su propio público.

 

Calificación: Bueno