Un argentino universal
“Saber ser” es una de esas inusuales obras que atesoran la sabiduría, la inteligencia y la entereza, concluye el prólogo de este ensayo de Juan Archibaldo Lanús que espiga en el pensamiento clásico de todos los tiempos y que es como una bebida espirituosa donde se ha destilado el néctar de lo mejor de un dilatado itinerario existencial.
Rara virtud, podría concluirse, la de integrar los tres valores en una única personalidad, cuando lo ordinario es descubrir lo contrario en espíritus transidos de fracciones dislocadas que giran en el vacío. La rareza de integrar remite a la difícil coherencia de la integridad, que en Lanús se distingue sin la necesidad de la apariencia, con tanta naturalidad como vacía de circunloquios y exhibiciones.
Las otras escogidas obras del autor, como “Aquel apogeo”, brillan como referencias insoslayables en su género que son las relaciones internacionales o representan magistrales meditaciones sobre una nación irredenta que hiere el alma del patriota (una especie en extinción), como se muestra con elocuencia en “La Argentina inconclusa”.
A partir de “Saber ser” y con ocasión de la clase de cierre de la diplomatura en historia argentina del Instituto de Cultura del Centro Universitario de Estudios, Lanús hilvanó con un calificado interlocutor, Julio Lascano y Vedia, un diálogo prolongado ante un concurrido auditorio de intelectuales, políticos, diplomáticos y personajes relevantes de la cultura.
Miguel Barrios, Eduardo Colombo, Teresa González Fernández, Gustavo Grippo y Félix Menicocci recordaron momentos sobresalientes y describieron el paisaje de una vida al servicio de una categoría superior, de la que hoy se percibe una dolorosa ausencia.
Luego de doctorarse en la Sorbonne, Lanús ha sido el protagonista eficaz de misiones que le exigieron lo mejor de sí cuando fue en dos ocasiones embajador en París, aún hoy recordado por la brillantez de su nunca igualada gestión, o representante en la agencia de las naciones unidas para los refugiados o como secretario de relaciones internacionales de la cancillería, todo ello en la tradición de la más auténtica diplomacia argentina.
Esa rica diversidad de funciones ciertamente no le han impedido publicar numerosos trabajos en revistas nacionales y extranjeras sobre cuestiones de política y economía. Toda su vida ha sido un hombre de consulta que desconoció la mezquindad a la hora de suscitar aportes significativos.
Con ser importantes, esos cargos y muchos otros no definen el rango de una persona. Uno de los ejes que vertebran la vida profesional de Lanús es un equilibrio entre dos condiciones complementarias: su conocimiento y su experiencia en el ancho escenario mundial, especialmente el europeo, y su genuina argentinidad. Esa doble especie lo sitúa tanto en un lugar ajeno al nacionalismo folklórico como a un informe globalismo. Es aquí donde surge su realidad más identitaria, la de ser un arquetipo de lo mejor de lo nuestro en diálogo con el mundo, la de ser un argentino universal.
