EL RINCON DEL HISTORIADOR

Un anciano mentiroso que se hizo pasar por un griego ilustre

El censo de la ciudad de Buenos Aires levantado los días 11 y 18 de setiembre de 1904, durante la intendencia de don Alberto Casares, tiene algunas particularidades, que se destacan en la publicación realizada dos años después.

Una de ellas es que sobre una población de 950.981 habitantes vivían 37 personas que superaban los 100 años. De ellos 22 eran argentinos, 2 varones y 20 mujeres y los otros 15 extranjeros, donde el guarismo beneficiaba a 8 hombres contra 7 siete mujeres.

Las autoridades se ocuparon de registrar los datos, aunque se hallaron sin documentos, de cualquier forma la investigación es de por sí muy valiosa.

En la calle Rodríguez Peña 554 vivía el griego Nicolás Jorge, quien decía tener 105 años, de joven había navegado el Mediterráneo, hasta que en 1814 había ingresado en la escuadra nacional, a los órdenes de Brown, con el que estuvo en ese año en la toma de la isla Martín García y en 1827 en la batalla del Juncal.

Todos los papeles que acreditaban sus dichos se los habían perdido en el Ministerio de Marina cuando los presentó para pedir una pensión. Después de haber sido contramaestre de Brown, vivía cuidado por la familia Dell Intento.

DEL SIGLO XVIII

José Nicolás Jorge nació en la isla de Hydra, 6 de diciembre de 1786, hijo de Miguel Jorge y Maximina Mastradica. En 1811 se encontraba ya en nuestra ciudad; se alistó como contramaestre. Actuó en el combate naval de Martín García y en el de Arroyo de la China, igual que en los librados frente a Montevideo y a la rendición de ese puerto el 23 de junio de 1814.

Recibió por sus servicios la medalla de “Benemérito de la Patria en grado Heroico y Eminente” que el director Posadas acordó a los vencedores por resolución de la Asamblea General Constituyente.

El 24 de diciembre de 1816 se recibió de subteniente Al finalizar el año siguiente participó en la campaña contra Ramírez y dos años después en las operaciones contra los montoneros de Santa Fe y Entre Ríos. En 1821 combatió a Ramírez al mando del bergantín Chacabuco.

Al producirse la guerra con el Brasil se incorporó al servicio activo comandando varias unidades. Se halló en el Combate de los Pozos, acudiendo con su buque a defender la fragata 25 de Mayo al mando de Brown, amenazada por la escuadra enemiga. Fue condecorado con el escudo de plata que el gobierno de la República otorgó a los vencedores de la batalla de Juncal. Reconocidos sus servicios lo ascendieron a capitán.

Dado de baja en 1838 por Rosas, se incorporó a la artillería de tierra en el ejército del general Pascual Echagüe, asistiendo a las acciones de Don Cristóbal y Sauce Grande. Participó en la escuadra de Brown para combatir a las fuerzas de Rivera.

En 1852 en mérito a sus servicios el gobierno de la provincia de Buenos Aires, lo reincorporó a la plana mayor de la Armada. El 15 de mayo de 1861 obtuvo la separación de la Escuadra de la Confederación adonde había ingresado por decreto del presidente Derqui, poco tiempo pasó después pasó al cuerpo de Inválidos.

Dejo de esos años un Diario que relata la salida de Urquiza de Buenos Aires el 24 de julio de 1860 y su viaje al Palacio San José.

Había casádose con Bibiana Arretegui. En sus últimos años se dedicó a coleccionar documentos, periódicos, impresos y mapas.

Su memoria permanece en la nomenclatura porteña con una calle que lleva su nombre y también en la localidad de Adrogué, donde se evocan a los marinos de la Patria.

En 1934 la colectividad griega erigió un obelisco en su honor en la isla Martín García.

NADIE SE DIO CUENTA

Hasta aquí la figura del marino. Pero cabe hacer una aclaración, cuando se hizo el censo en 1904, ¡don Nicolás Jorge, había muerto en Morón el 24 de agosto de 1866, hacía 38 años!

Lo increíble es que un anciano mitómano se hizo pasar por él, y nadie se dio cuenta. Pero volviendo al tema de Jorge surgen algunas preguntas: ¿Engañaba a la familia Dell Intento con la que vivía o eran sus cómplices? ¿Nadie de la Municipalidad reparó que la calle San José en el barrio de Barracas, por ordenanza del 27 de noviembre de 1893 honraba la memoria José Nicolás Jorge? ¿Nadie reparó que la Armada Argentina desde 1890 había denominado con el nombre del marino a una lancha torpedera de clase 1, construida en los Astilleros Yarrow, de Poplar, Inglaterra; atento que llegaron seis unidades gemelas bautizadas con los nombres de Bathurst, Bouchard, Jorge, King, Pinedo y Thorne?

Cuando se levantó el censo de la ciudad en 1904, el olvido acompañaba a este marino griego que había tomado esta tierra como propia.

EN LA EMBAJADA

El pasado miércoles en el Palacio San Martín, Elisabeth Fotiadou embajadora de Grecia, con la canciller Diana Mondino, inauguraron una exposición con documentos obrantes en los archivos de Argentina y Grecia, en ocasión de los 150 años de relaciones diplomáticas, al establecerse el Consulado Honorario en Buenos Aires.

Como bien lo señaló la embajadora es una vieja tradición que comienza con el citado:

“Nicolás Jorge y Miguel Spiro, dos oficiales navales, oriundos de la isla de Hydra, que huyeron a nuestro país perseguidos por los otomanos. Gracias a su experiencia naval, participaron en la lucha por la Independencia de Argentina y hoy son héroes nacionales de ambos países”.

Tras señalar la creación de las respectivas embajadas, y de una colectividad griega establecida en el país, destacó que en Buenos Aires “comenzó la carrera profesional del más conocido armador griego, Aristóteles Onassis, quien en 1932 había sido nombrado Cónsul Honorario de Grecia en nuestra ciudad”.

Finalmente prueba de la generosidad de la Argentina recordó que se exhibía un documento “que hace referencia a la visita de una delegación de personalidades argentinas encabezada por el ex Presidente Alvear a la embajada griega en 1940 para expresar su apoyo a la lucha de los griegos, mientras también existen testimonios de apoyo material, con el envío de 20.000 toneladas de trigo desde Argentina a Grecia para combatir el hambre".

Una exposición que seguramente en ése y otros ámbitos donde será exhibida, como nos dijo la embajadora Fotiadou, “ejercer política exterior sin memoria, no es posible. Por su parte, conocer y comprender el pasado es esencial para planificar el futuro”.