UNA MIRADA DIFERENTE

Trump y Milei, ¿un solo corazón?

Cuando se empiezan a pagar todos los errores y cada vez hacen falta más apoyos para volver a generar confianza.

La política nacional es como una serie turca o mejicana en la que cada golpe de efecto es más dramático que el anterior y entonces cada entramado emociona apenas unas horas para ser reemplazado por la siguiente amenaza, escándalo o catástrofe, y el desenlace es algo lejano que probablemente no está escrito y dependerá del rating

La aplastante derrota de LLA en las elecciones parroquiales en PBA (Culpa del propio oficialismo, su armado, su estrategia y todo su manejo político desde 2023), pareció desatar una lluvia de complejas situaciones que fueron ocupando el primer plano de la discusión haciendo olvidar la gravedad de lo que hasta un momento antes era una crisis o un insoluble problema. 

El descalabro financiero originado en el empecinamiento del Gobierno en imponer un tipo de cambio decidido por decreto -todo lo opuesto a cualquier variante libertaria, liberal, de escuela austríaca o de Chicago- se acentuó a partir de ese momento. “Por miedo a los kukas”, simplificó el oficialismo. (¿O porque la sociedad advirtió que el rey estaba desnudo?) Eso mostró que las reservas netas, o verdaderas, no alcanzaban para desalentar la compra de divisas mediante el recurso precario y repetido desde hace décadas de vender dólares baratos para disuadir al mercado. 

Cuando parecía que la crisis era inminente, a alguien se le ocurrió la idea de reducir a cero las retenciones al agro para conseguir 7-000 millones de dólares para apuntalar el tipo de cambio vendiendo dólares baratos, sin tener en cuenta acaso que eso implicaba un futuro bache en el ingreso por exportación. La euforia de algunos creyendo que la medida preanunciaba la eliminación del impuesto duró tres días, hasta que 10 empresas declararon exportaciones por esa cifra, con lo que las retenciones se reestablecieron en 72 horas. Un virtual préstamo con alta tasa de interés. La euforia de los productores se tornó decepción y luego enojo. 

Cuando parecía que ese sería el último capítulo, algunos observadores descubrieron que el anuncio simultáneo de salvataje de Scott Bessent, el secretario del Tesoro estadounidense, si bien había servido como un nuevo capítulo de la serie que hacía olvidar los efectos del anterior, también contenían una orden a la Argentina: las retenciones deben reimplantarse. Todo un planteo de soberanía.  Roma no paga traidores. Y EEUU no paga, compra. 

El conato de indignación por lo que se adivinaba era un compromiso de claudicación duró poco en la programación. De pronto la sociedad descubrió, con sorpresa digna de un niño o de un cómplice, que el sistema político argentino es un pergeño que obliga a la corrupción y garantiza todo tipo de negociados, acomodos, prebendarismo, tolerancia y hace del país una gran zona liberada para ciertos aportantes a las campañas. Aquí es relevante destacar la pésima estrategia de defensa que llevaron a cabo tanto el diputado-candidato Espert como LLA, que mostraron su falta de experiencia y su amateurismo político. Otro capítulo que parecía decisorio. 

Cuando el país entero estaba concentrado en la discusión fundacional sobre la reimpresión de boletas y sobre quién debía reemplazar a Espert en el primer lugar de la boleta de LLA y mientras la justicia, por primera vez en décadas, decidía algo velozmente y fallaba sobre ello, aparece el segundo posteo-mandato de Bessent. En él, el secretario repite sus solidaridades y apoyos del primer posteo, y también informa que EEUU compró pesos argentinos en el mercado local y confirma el swap de 20.000 millones de dólares, seguramente para que el Banco Central siga vendiendo dólares baratos. 

Una minucia

Ese nuevo capítulo de la serie vuelve a cambiar el foco y tapa todos los anteriores, que quedan anulados por la reciente entrega. Sin embargo, deben hacerse algunas consideraciones. Como punto de partida, la compra de pesos argentinos, según fuentes norteamericanas, parece ser del orden de los 50 millones de dólares, lo que si bien es un buen gesto de confianza, no alcanza en la práctica para detener ninguna corrida, ni aún desde lo psicológico. 

En cuanto al swap, es imposible dar una opinión sin conocer las condiciones del mismo, que son reservadas como confidenciales, algo que difícilmente sea un criterio válido en el mundo financiero y menos en el mundo político, en especial cuando el Congreso querrá saber si no se trata de un simple préstamo con otro ropaje, en cuyo caso es el legislativo quien debiera aprobarlo o no. ¿Qué se puede hacer con este swap? ¿Vender dólares para sostener el tipo de cambio por debajo de la banda superior? ¿Sólo mostrar los dólares como reserva disponible, en un juego contable? ¿Pagar importaciones? ¿Qué tasa se paga? ¿Cuándo se debe revertir la operación? No deje de ver los próximos capítulos. 

Eso en cuanto a los aspectos financieros. Pero tal vez hay otras condiciones. La explicación de la importancia estratégica de Argentina es menos creíble que las buenas intenciones de Putin o Hamás. El swap, contrariamente a lo habitual, no lo realiza aquí la Reserva Federal como es habitual, sino el Tesoro. Por esos interrogantes la confidencialidad no se aceptable. No se puede omitir que Bessent dijo en el mismo posteo que Argentina eliminaría el swap con China, otra manifestación el estilo Big Brother que debería crear inquietud. (El jefe de gabinete ha dicho que no hay tal condicionamiento. Debería conversar con Bessent)

Larga lista de sospechas

Tampoco hay que omitir que así como la eliminación de las retenciones hubiera perjudicado al agro norteamericano, un tipo de cambio más alto perjudicaría también a ese sector. Y luego entran en la larga lista de sospechas los Hedge Funds y sus posiciones sobre Argentina, seguramente todo protegido por algún acuerdo de confidencialidad. 

Todo esto ha ocurrido en apenas un mes. Además de que cada capítulo opaca y hace olvidar al anterior, todos juntos hacen olvidar las esencialidades. Una reforma laboral, una reforma impositiva que incluya la coparticipación y los impuestos provinciales, una reforma cambiaria que establezca un mercado libre de cambios, incluyendo la eliminación de retenciones, y un acuerdo que promueva una revolución de honestidad y eficacia en la justicia, cuya corrupción es directamente antidemocrática, son pasos imprescindibles más allá de los posteos de Scott Bessent. Y hace bien Milei en insistir en ese camino. 

Pero, no sólo importa lo que diga Milei, es importante lo que haga. Y pese a lo que declama, no es cierto que siempre haya respetado ese concepto. Ni que haya tratado de lograr los consensos necesarios para ello. Sus declamaciones han sido muy efectivas como caballitos de batalla en la campaña, pero aún está en deuda con una buena parte de ellas, cuando no ha tomado caminos opuestos a lo que predicó. 

Un buen ejemplo de ello es lo que está ocurriendo con las adjudicaciones de las rutas del Mercosur. En primer lugar, (con la sola excepción de una empresa ajena al rubro que debería demostrar su identidad empresaria y su capacidad) los participantes son todos protagonistas imputados en la causa de los cuadernos, o subsidiarias ocultas. Roggio ha aceptado su participación en la cartelización de obras y Cartellone es imputado (¡Vaya nombre para una empresa imputada por cartelización de precios y obras!) e intentó zafar del juicio ofreciendo una compensación monetaria, en su mejor estilo.  Y algunos de los licitadores actuales son además empresas relacionadas. 

Ocurre que los adjudicatarios de esas obras públicas supuestamente privadas y por peaje, recibirán financiamiento del BICE, un banco estatal, por el 70% del costo de la obra. ¿Alguien cree en serio que se trata de un emprendimiento privado? Es esto lo que defendió Milei “desde siempre” como ama decir? ¿Es esto lo que apoyan Trump y Bessent?

El ciudadano corre el riesgo de volver a ver la misma serie sin darse cuenta de que sólo se han cambiado algunos personajes y se han agregado algunos capítulos para distraerlo. El Presidente anticipó al presentar el Presupuesto que el superávit fiscal permitiría financiar los emprendimientos privados. Lo está haciendo ahora. Está diciendo que capitalizará al BICE para que reparta financiaciones que deberían proveer los privados. ¿Es eso lo que sostenía sobre las ventajas de la empresa privada hace dos años? Las empresas privadas deben proveer su propio capital de inversión, sea vías sus accionistas o mediante el crédito privado que obtengan, a su propio riesgo y el de sus bancos. El Estado, como todos sabemos gracias a Milei, no está para estas cosas. El Estado es ladrón. 

En noviembre empieza el juicio de la causa de los cuadernos. ¿El Estado le está prestando dinero de la sociedad a los imputados para que el círculo recomience? Está bien que se busque y acepte el respaldo de Trump. Habría que evitar parecerse a él.