7 de abril: Día de la Salud

Todos nuestros muertos

El año pasado, durante los discursos entre los candidatos a la presidencia, señalé la falta de una propuesta sanitaria y el sinsentido del debate sobre los muertos de los años 70 y no sobre los que tendremos en el 2024. Gobernar mirando por el espejo retrovisor sólo nos impide ver lo que tenemos delante.

Si queremos debatir sobre muertos, ya tenemos más de 100.000 víctimas del covid en 2020, la mayor parte de ellas por daños colaterales de la improvisación, mala administración e intereses inconfesables en el manejo sanitario (y no solo con las vacunas...).

En 2024 ya contamos con cientos de víctimas por un nuevo brote de covid y el dengue que vuelve cada año cobrando más vidas…

Pero de lo que nadie habla son de las muertes que vendrán porque todo ajuste económico (y léase bien no digo que no deba hacerse, sino que señalo la causa efecto) traerá un aumento de mortalidad que llegará con los cuatro jinetes del apocalipsis: sobrepeso, desnutrición, diabetes e hipertensión (podríamos agregar la hipercolesterolemia, pero suele andar a horcajadas del sobrepeso).

Y los cuatro jinetes estarán escoltados por trastornos psiquiátricos, depresión, adicciones y violencia en todas sus formas (delictiva, de género, familiar, robo, etc).

Más de 7.000.000 de argentinos no reciben los medicamentos necesarios para combatir la hipertensión ni la diabetes ni la hipercolesterolemia. Solo entre el 15 y el 20% de los diabéticos reciben las dosis de insulina e hipoglucemiantes adecuada para controlar sus niveles de azúcar en sangre.

De allí que no nos debamos sorprender que la diabetes continúe siendo causa de ceguera más frecuente entre los adultos jóvenes, alarmante circunstancia que solo pare empeorar.

Solo dos de cada diez niños recibe el tratamientos adecuando para su asma.

Las enfermedades de transmisión sexual han proliferado a niveles no vistos en los últimos veinte años mientras persiste la pandemia del sida .

Desde hace tiempo vengo señalando la necesidad de convocar a jóvenes de todos los medios para verificar su estado de salud, que antes podía conocer mediante el examen previo a servicio militar (entiéndase bien, nada digo de volver a la conscripción sino que jóvenes de ambos sexos deban someterse a un examen).

Las posibilidades de sobrevida de los 10 tumores más frecuentes en Argentina (mama, pulmón, cuello de útero, etc.) son tres veces menor a la de los países del Primer Mundo (que, dicho sea la verdad, también sufren el deterioro de sus guarismos sanitarios por la inmigración de una población con necesidades básicas insatisfechas en sus países de origen…).

Y esta desgracia se debe a diagnostico tardío (falta de prevención), ignorancia de la población, falta de acceso a la salud o no contar con los medios adecuados para el diagnóstico y tratamiento.

Describir el desastre sin aportar soluciones es sólo convertirse en parte del problema. Por eso desde estas páginas proponemos integrar una vinculación entre la medicina estatal y la privada, en que la que esta última haga estudios y tratamientos a pacientes carenciados pagados por el Estado a través de valores de prácticas o de descuentos impositivos

(como el voucher propuesto durante la campaña del entonces candidato).

Estamos ante una propuesta que se inscribe en la más rancia tradición liberal. Adam Smith estableció: "No es por la benevolencia del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés".

La medicina más adelantada del mundo, la norteamericana, actúa por donaciones que no solo pueden ser altruistas, sino que gran parte de esas cifras pueden descontarse de impuestos. Esta es una forma virtuosa de eliminar la enorme burocracia que colapsa al sistema de salud, eliminando parte de una intermediación parasitaria que sólo encarece el producto final de la mejor inversión que puede hacer una nación: la salud de su pueblo.

Están los medios, está la intención, solo resta llevar adelante el consejo que nos diera Ortega y Gasset hace 80 años: ¡Argentinos, a las cosas…!