¿Tiene la Argentina hoy una política de defensa?
Por José Luis Milia
En 1983, el retorno de la democracia en Argentina trajo como política de estado una ofensiva sistemática contra sus Fuerzas Armadas y de Seguridad. Aquellos que combatieron a la guerrilla castrocomunista fueron sometidos a una ola de represalias, con juicios plagados de irregularidades -juicios que aún siguen vigentes- sentencias motivadas por intereses políticos y una justicia corrompida que actuó, y sigue actuando, más como instrumento de venganza que como garante del derecho.
Si bien esta persecución de uniformados fue común a otros países de Hispanoamérica que sufrieron el terror marxista, Argentina no se limitó a castigar a sus combatientes: fue más allá, atacó a sus propias instituciones militares, debilitándolas y despojándolas de su rol estratégico.
Los gobiernos sucesivos, con una indiferencia alarmante, han socavado la capacidad de defensa del país, cumpliendo así con los lineamientos del Foro de São Paulo que, pese a su declamado socialismo del siglo XXI, ha sido funcional a los intereses británicos en Sudamérica, que han celebrado con alegría la desmovilización militar que la Argentina se autoimpuso.
EL EJEMPLO CHILENO
Solo para mostrar la falta de interés -sea por ignorancia, negligencia o intereses espurios- que la dirigencia política argentina tiene por la defensa nacional, podríamos hacer una comparación con Chile.
El país vecino que históricamente ha mostrado hostilidad hacia Argentina y que, en 1982, en plena guerra de Malvinas, se puso del lado de los ingleses, ha mantenido una política de fortalecimiento de sus Fuerzas Armadas, respetando las leyes de modernización establecidas por el gobierno militar de Augusto Pinochet. La Ley Reservada del Cobre que data de 1958, pero que fue modificada en 1974 y que asigna un porcentaje de la venta de este recurso a la defensa, sigue vigente y garantizando estabilidad a sus Fuerzas Armadas.
Mientras tanto, la Argentina ha reducido su presupuesto militar en un 63,6% en los últimos 20 años, pasando de un gasto del 1,1% del PBI en 2003 a apenas 0,4% en 2023. Para ese año, el país destinó 3.200 millones de dólares a la defensa, una cifra insignificante frente a los 6.630 millones de dólares invertidos por Chile. Esta brecha es una muestra palmaria de la desatención absoluta que, por la soberanía y seguridad nacional, tienen los políticos argentinos.
Pero este problema, la poca importancia que la defensa nacional tiene para el estamento político- no es nuevo. A quienes han manejado los destinos del país, nunca les importó, mayormente, la Defensa Nacional.
Esto se repite de sangre en sangre desde mayo de 1810. En las escuelas nos han atosigado con el cuento que éramos los herederos del Virreinato del Río de la Plata, pero desde 1810 hasta ahora hemos ido perdiendo territorios que, en realidad nos pertenecían en sueños, pues nunca hicimos nada para mantenerlos; porque en verdad, a nuestros próceres de 1810 y a muchos de los que los siguieron su única preocupación era el puerto y 100 leguas a su alrededor; así se nos fueron de las manos, Tarija, Paraguay, Uruguay, las Misiones Orientales y, si no hubiera sido por Roca, y la decisión de la Armada Argentina, también hubiéramos perdido la Patagonia. A tal extremo poco interesaba ésta que, en 1921, una vez aplastada la huelga revolucionaria de los peones laneros en Santa Cruz, a nadie le interesó siquiera investigar si a la inteligencia militar chilena le cupo algún rol en la organización de las huelgas.
Junto al desprecio por el espacio terrestre, fuera de aquel que el puerto podía dominar, nuestros ilustres antepasados eligieron, también, darle la espalda al mar. Cuando en plena guerra del Paraguay, Martín de Gainza, ministro de guerra y marina le dice a Sarmiento: “Siento tener que cumplir con el penoso deber de dar cuenta a VVHH que carecemos absolutamente de escuadra. Algunos buques en mal estado y algunos jefes y oficiales, aunque muy dignos, no constituyen una escuadra”.
Gainza no solo estaba definiendo un momento del país, sino la constante de la Marina de Guerra Argentina desde 1810 hasta ese momento: jefes y oficiales muy dignos, pero buques lamentables; algo que para un país que en 1868 tenía 4.725 km de costas sobre el mar austral era sencillamente suicida.
Cuando Sarmiento decide modernizar la flota, vuelve al error de siempre, la espalda al sur, tanto terrestre como marítimo, ya que lo que compra, la llamada “escuadra de Sarmiento”, aunque de alto poder de fuego, era una flota fluvial, que solo servía para la defensa del Plata y de su cuenca.
La defensa nacional ha sido históricamente un tema ignorado por la dirigencia argentina, pero en los últimos 40 años, la falta de inversión y planificación ha llevado la situación a niveles alarmantes. Mientras nuestros vecinos fortalecen sus capacidades militares, Argentina ha renunciado a su soberanía con recortes presupuestarios y decisiones estratégicas erradas. La indiferencia con la que se ha tratado este tema ya no puede justificarse como mera negligencia: roza la traición a la patria.