Thriller ecológico y feminista

Agua turbia

Por Morgana Kretzmann

Edhasa. 282 páginas

 

A esta altura del partido, si de algo estamos seguros es que los "ismos" y las "istas" estropean la obra literaria. La segunda novela de la escritora gaúcha Morgana Kretzmann pretende ser un manifiesto del feminismo y el ecologismo, con una clara tendencia moralista.

El mensaje es el colmo de horrores es una frase que suele atribuirse a Oscar Wilde. Hasta donde uno sabe no hay registros que lo confirmen, pero escribió una idea parecida en el prefacio de El retrato de Dorian Grey: "El arte no expresa nada excepto a sí mismo". La señora Kretzmann piensa, al parecer, todo lo contrario. Se esfuerza por bajar línea. A la legión woke les resultará encantadora.

Agua turbia nos lleva a la tierra natal de Kretzmann: el oeste de Río Grande do Sul, en el límite con Misiones. Transcurre la acción a ambos lados del río Uruguay, cerca de los saltos del Yucumá. El epicentro es el Parque Estadual do Turvó. Ese paraíso, el último refugio del jaguar en el sur de Brasil, está en peligro. La codicia del hombre la amenaza.

Tres mujeres en conflicto entre sí animan la trama: Chaya Sarampião, guardaparque; Olga Befreien, periodista y asistente de un legislador venal, amiga de la infancia de Chaya; Preta Sarampião, jefa de una banda delictiva robinhoodnesca que opera a ambos lados de la frontera, prima de la agente estatal. Hay una larga historia de enemistades entre dos familias de la zona, los Sarampião y los Romano.

El motor de la historia es la construcción de la Represa Binacional Gran Roncador, un proyecto fogoneado con ahínco por el Palacio del Planalto, políticos locales, grandes empresas brasileñas y cómplices argentinos. Al pueblo se le promete otra Itaipú y repetir la experiencia exitosa de Foz de Iguaçu, pero el negociado despierta resistencias porque generará una catástrofe ambiental y obligará a agricultores a dejar sus tierras. Olga intenta hacerles tragar esa píldora; Chaya lidera la resistencia; y Preta conspira con los malos. Esta bandida es contrabandista de vinos argentinos y carne de animales silvestres.

Al parecer, hay un proyecto similar en danza en la vida real: la construcción de la megarepresa binacional de Garabi-Panambi.

El tema, como se ve, es fascinante, pero la corrección política rebaja el conjunto. Y la ejecución es defectuosa. La prosa podría tacharse de telegráfica; y los capítulos son demasiado cortos. Extrañamente, la señora Kretzmann prescinde de la descripción, en medio de lo real maravilloso. No desdeña, en cambio, el estereotipo. Si hay un diputado corrupto debe ser gordinflón, lúbrico y sudoroso.

Kretzmann, licenciada en Gestión Medioambiental en Santa Catarina, incluye también pinceladas de realismo mágico. No como proyecto estético a lo Faulkner, García Márquez o Murakami, sino como añadido folklórico, acaso con la creencia -fatalmente equivocada- de que es un condimento que no puede faltar en un platillo tropical.

A favor, podemos decir que la autora tiene talento para la escena. Su biografía nos dice que ha sido guionista de la Disney y debe ser muy competente; por momentos Àgua turva (el título en portugués) parece un guión. Y desborda de sucesos; prácticamente este thriller ecológico no tiene espacios muertos.

La traducción de Guillermo Saavedra es buena, aunque hubiéramos preferido que a la “onça-pintada” la llamase como lo hacemos en la hispanósfera: jaguar o yaguareté. El volumen ha sido volcado al inglés, francés y alemán. Se trata de una pieza de época. Y creemos que aquí estriba su mayor debilidad. Qué decir de esta idiotez postmoderna: en el texto los buenos son animistas y el malandro le reza a Jesucristo.