UNA MIRADA DIFERENTE

¿TMAP?

El Gobierno ganaría mucha más confiabilidad para un complicado futuro inmediato si dejara de afirmar que está cumpliendo fielmente lo que sostuvo en la campaña y al comienzo de su gestión.

El presidente Milei finalizó su cadena nacional de streaming de ayer afirmando que “todo marcha acorde al plan”. Sin ánimo de desmentir al mandatario, mucho menos de enojarlo ni de enojar a sus brigadas violetas violentas, el plan original, a menos lo que se fue comunicando aún desde antes del cambio de gobierno, no tiene demasiada relación con el régimen que se está aplicando ahora, por más que se repita hasta el cansancio la misma frase de ayer, o que se denueste a quien se atreva a contradecirlo con insultos, calificativos y sobrenombres ofensivos o peyorativos de cualquier índole. 

Esto no implica una crítica, necesariamente, porque en los albores de la acción de este gobierno la columna anticipó que habría avances y retrocesos y hasta cambios de criterios durante este mandato, por lo complicada que era la problemática a resolver y por la falta de experiencia en la gestión de buena parte de los funcionarios. De modo que este espacio no se sorprende ni se escandaliza por cualquier modificación en los instrumentos que se pudiesen presentar, ni la condena.  

Finalmente quienes se consideran liberales deben saber que para esa filosofía toda la economía está regida por la acción humana, lo que torna complicadísimo ensayar cualquier medida desde el Estado que intente domeñar la conducta de una sociedad y de los diferentes factores económicos, actúen ellos por necesidad, por especulación, por egoísmo o por lucro, de buena o mala fe. 

Por otra parte, nadie puede decir con seriedad que tiene un plan mejor, o inmutable, con lo que sería mucho mejor que se aceptase que se está piloteando un barco para salvarlo de un tsunami, para lo que no hay manuales ni cartabones, con lo que también sería mejor que toda crítica tenga en cuenta ese contexto y que el oficialismo dejara de sacar patente de infalible insultando, descalificando y motejando a quienes se atrevan a esbozar un pensamiento  o criterio distinto al suyo, o a sugerir algún cambio. 

La espina mortal de la deuda

Se recordará que el planteo original para resolver el problema de la espiral mortal de la deuda con los bancos (e indirectamente con los titulares de plazo fijos) provocada por los swaps se sostuvo que se había conseguido un préstamo en dólares de un fondo innominado (con la supuesta garantía de los pagarés o bonos que el Tesoro había entregado a al BCRA) que permitiría rescatar esa deuda. Préstamo que no se concretó, como era previsible que ocurriría. 

Entonces se ideó el traspaso al Tesoro de la deuda del BCRA, una argucia contable, que sustituyó esa deuda, que se había licuado parcialmente con la alta inflación de Fernández y Massa, por varios instrumentos en pesos ajustables y en dólares, destinados a los bancos, que tienen más bien un efecto nominal para no afectar el respaldo patrimonial de esas entidades. Otra argucia contable que se completó con la emisión de los Bopreal, otro bono en pesos pero ajustable al valor del dólar, que se ofreció a los importadores como compensación que debían pagar sus deudas con el exterior con dólares propios.

Posteriormente surgió la idea de que esos mismos bonos fueron ofrecidos a las empresas que debían girar dividendos de varios años a sus matrices y accionistas. Se emitieron así varios bonos con cláusulas diferentes, para satisfacer necesidades distintas, como por ejemplo las de quienes temían una devaluación, o ahora una profundización en la baja del dólar. Esas emisiones culminaron la semana pasada con la venta en dólares de bonos del Tesoro, pagables en pesos a 5 años que pueden ser 2 a opción del tomador.

Sumando los distintos papeles, una estimación tomando las cifras disponibles lleva el monto total a 50 mil millones de dólares a pagar desde fines de año hasta fines de 2025. Esto plantea dos problemas más. En el caso de las deudas en dólares, hay que pagarlas en esa moneda, y de no hacerlo, o refinanciarse, se estaría defaulteando sobre un default, lo que difícilmente mejoraría el riesgo país. 

Y si se pagara en pesos, obligaría a una emisión tan grande como la que se intentó evitar con su emisión, lo que pondría fuerte presión inflacionaria, lo último que necesita el Gobierno (y la sociedad), que ha hecho de la lucha contra la inflación su caballito de batalla triunfal. La actual decisión no completada de permitir la compra mediante el pago en dólares, incluyendo el financiamiento de tarjetas de créditos y de los propios proveedores es un modo adicional de conseguir divisas, aunque un aumento de demanda de productos pagando en moneda extranjera, que es exactamente tan inflacionario como el aumento de la emisión de pesos. 

De ahí el argumento de “la liberación del ahorrista en dólares” que no es otra cosa que un intento de conseguir dólares que serían en gran parte depositados en los bancos, lo que aumentaría las reservas, según la apropiación contable que tiene el sistema internacional. Al menos tal es la idea, aunque como la producción es la misma, si tal intento fuera exitoso sería muy difícil que el gasto adicional no se tradujera en una fuerte presión sobre los precios en cualquier moneda.

El condescendiente FMI

El FMI, extraordinariamente condescendiente, acudió en ayuda con su reciente préstamo, pero puso dos condiciones: que se aumentaran las reservas en 4.000 millones de dólares, hasta el 31 de julio, y que el Gobierno no debería intervenir en el control del tipo de cambio. Hasta ahora no se han cumplido ninguna de las dos. (Argentina es experta en engañar al Fondo, Caputo también) Seguramente con la ayuda de Trump, que se supone agradecido por la subordinación ideológica del país, el Fondo, cuyo principal aportante es EEUU, tenderá a perdonar la cláusula de las reservas, y cerrará los ojos ante el manoseo al mercado cambiario que se hizo por ejemplo con la venta de dólar futuro (que llega en total a mil millones de dólares) que son maniobras que se han usado una y otra vez en el país para evitar la presión de demanda sobre la divisa.

Si bien esos contratos se pagan en pesos, porque lo que cubren es la posible pérdida en pesos por alguna devaluación, esas obligaciones, de sufrir cambios importantes hacia arriba generaría más emisión nociva de pesos. Adicionalmente, la reciente emisión de 1.000 millones de dólares de bonos por los que se reciben dólares es pagadera en pesos. Esas amenazas de emisión futura garantizan que el Gobierno estará particularmente interesado en que el tipo de cambio no se dispara, para no tener que emitir. 

De paso, queda cada vez más claro que la supuesta liberación del mercado cambiario no es tal en la práctica. Tampoco es cierto el concepto de tipo de cambio único. Desde las retenciones de exportación hasta los recargos de aduana son simplemente tipos de cambio diferenciales. 

Un carry trade oficializado

Justamente esa emisión de nuevos bonos en pesos pagaderos en dólares con una tasa de interés de 29%, es virtualmente un carry trade oficializado y parece estar hecha a la medida o a pedido de quienes lo practican como hábito, pero esta vez con las utilidades garantizadas por la actual política del gobierno argentino. Ese tipo de negocios (ponele, diría un streamer) ha conspirado desde siempre contra los controles de cambios o el tipo de cambio administrado, y los ha hecho fracasar siempre, en Argentina y en todo el mundo. Seguramente “esta vez lo haremos bien”- diría un optimista. 

Este complicado puzzle en que hay que cuidar el valor del dólar, la cantidad de divisas, la restricción imprescindible de la emisión de pesos, evitar la caída de la demanda, aumentar las reservas, no ceder en la lucha antiinflacionaria, promover el crecimiento, satisfacer las demandas de asalariados y jubilados -la mayoría justas- pagar los vencimientos de los distintos bonos que vencen en gran proporción dentro de los próximos dos años y también los vencimientos de la rerefinanciación de la deuda, meten al país en un zapato chino, que obliga no solamente a acertar, sino a ir cambiando y muńequeado los planes en función de las realidades. 

La minería, en la que se ponen tantas esperanzas, que en teoría debe contribuir con una inversión importante, aunque ello no necesariamente implica un desembolso instantáneo, porque todo el equipamiento provendrá del exterior y seguramente tomará préstamos locales, a lo que habrá que agregar el tiempo que tomen las negociones y de comienzo del montaje. 

El tiempo es importante para la economía porque la sociedad necesita percibir alguna mejora real y efectiva con urgencia, más allá de los éxitos y logros que pregona el Gobierno, que sigue evidenciando impericia en muchas áreas y acciones y también en lo comunicacional. Pero es más importante aún para la política, porque todo lo que se menciona al comienzo del párrafo - y sus consecuencias – deben ocurrir antes de la renovación presidencial, y ahí será más difícil sostener el relato por dos años largos sin verdaderos logros. 

Y asegurar la reelección, para las ambiciones presidenciales -que Milei jura no tener- y especialmente de su entorno y de muchos de los principiantes políticos que descubrieron súbitamente su vocación a su sombra, es fundamental y preeminente