Suspenso en dosis justas

Púa

Por Lorenzo Silva

Destino. 464 páginas

 

Una novela de suspenso bien trabajado, con el ritmo justo y la solvencia de una trama que entretiene sin deslumbrar ni caer tampoco en lugares comunes.

Eso es Púa, la más reciente novela en la poblada bibliografía de Lorenzo Silva (Madrid, 1966), uno de los escritores españoles más populares de su generación.

El título del libro designa al “nombre de guerra” del protagonista y narrador de la historia. (“Soy una mala persona. Al igual que muchos otros, podría decir”, son sus primeras frases”). Se trata de un veterano de la “Compañía”, una secreta entidad de inteligencia asignada a la lucha contra el terrorismo en una ciudad y un país que no se nombran en ningún momento pero que aluden a España y a su combate clandestino contra la banda extremista vasca ETA.

Retirado de su antigua profesión, “Púa” recibe una extraña solicitud de parte de un viejo camarada que se halla al borde de la muerte: le pide que rescate a su joven hija de la mala vida a la que la someten unos misteriosos explotadores con poder.

El convocado no podrá negarse y a partir de entonces aplicará su depurada experiencia en materia de seguridad y espionaje para cumplir lo que en principio se presenta como una misión fácil.

La narración de esa tarea, que va creciendo en complejidad y ramificaciones, se alterna en capítulos intercalados con la historia personal del protagonista: algo de su infancia, los hechos que moldearon su temperamento y las razones que lo llevaron a ingresar en la unidad secreta para la que trabajó durante un par de decenios, además de las funciones que cumplió allí en la lucha contra la anónima “organización” terrorista.

Como corresponde en estas estructuras narrativas, las dos líneas del relato avanzarán primero en paralelo hasta que hacia el final de la novela empiecen a cruzarse, camino a la aclaración de la trama. Queda claro que aquel pasado que se creía superado albergará la clave de todo el misterio.

Lorenzo Silva maneja con eficacia los recursos de un género que logra su cometido básico: atrapar la atención del lector y retenerla hasta la última página. Lo hace jugando limpio, sin hacer trampas evidentes ni abusar de las escenas violentas, hoy tan de moda.

Aunque es cierto que en el recorrido se permite algunas licencias. Como que el narrador, un rudo hombre de acción, sea también un personaje dado a las reflexiones profundas y melancólicas, y un lector delicado, que se anima a soltar breves alusiones a plumas del nivel de, entre otros, Franz Kafka, Marcel Proust o Virginia Woolf. Y quien desde su juventud arrastra, además, una conveniente vocación frustrada de escritor, lo que tal vez explica su pericia narrativa.